Investigación que se plasma en libro que reúne distintos trabajos sobre ciencias del mar ahondó en el efecto de las termoeléctricas en la concentración de estos nocivos compuestos en los suelos.
No se biodegradan, son tóxicos y se acumulan en el ambiente y el organismo para ocasionar una serie de efectos que traen graves consecuencias sanitarias y sociales, con riesgos que afectan la calidad de vida y la propia vida, como daño y enfermedades a nivel cutáneo, visual, cerebral, pulmonar, renal y/o hepático y hasta cáncer.
Son los metales pesados y su presencia es un problema de larga data en distintos territorios locales, sobre todo vinculados a diversas actividades industriales y las consideradas zonas de sacrificio, aunque existen brechas de información y no sobran los esfuerzos para comprender a cabalidad la situación, de cara a visibilizar e incentivar acciones que reduzcan riesgos y aumenten el bienestar de las poblaciones.
Coronel es uno de los ejemplos regionales y así foco de distintas investigaciones para generar conocimientos de impacto en las decisiones, como “Evaluación del efecto de las plantas termoeléctricas en la concentración de arsénico (As), cobre (Cu), níquel (Ni), plomo (Pb) y vanadio (V) en suelos del Puerto de Coronel, Chile” que recientemente publicó sus resultados en el libro “Ciencias del Mar: Estudios sobre el Ambiente Marino y Costero” de Editorial Artemis, con el objetivo de facilitar el acceso a las evidencias y su consideración por parte de actores competentes y sociedad general.
Es el interés de la química Elizabeth González, quien lideró este trabajo que como principal resultado comprobó la presencia muy sobre los valores normales de los componentes en áreas cercanas a la actividad que en la comuna se desarrolla con tres plantes instaladas en distintas áreas, y se integra a una línea con proyectos interdisciplinarios e interinstitucionales en distintos territorios.
La razón y necesidad que impulsó al estudio, expone la jefa de carrera de Química Ambiental de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) y formada en pre y postgrado en la Universidad de Concepción (UdeC), es que está evidenciado que la quema de combustibles fósiles por las termoeléctricas puede llevar a emitir metales que luego se depositan en el suelo por diferentes mecanismos. Además, tienen gran capacidad de dispersión.
Y para determinar de forma objetiva el efecto de las plantas coronelinas se definieron cinco estaciones a distintas distancias para muestrear suelo superficial (0 a 10 centímetros) y subsuperficial (desde 20 a 30 centímetros de profundidad).
Las muestras se analizaron en laboratorios de la Facultad de Ciencias por tres meses y destaca que los resultados fueron que las concentraciones de plomo, cobre y níquel son más altas de los valores bases en Coronel, con mayores los porcentajes en las dos estaciones más cercanas a termoeléctricas. “Esto significa que existe una entrada adicional, que es por efecto antropogénico, principalmente por las termoeléctricas locales”, sostiene.
Son resultados muy relevantes, que llenan vacíos de información y generan una línea de base para avanzar en nuevas indagaciones.
Primero porque “se carece de estudio de metales de suelos urbanos”, advierte Elizabeth González. “Ésta es la primera etapa, saber la concentración, determinar si existe un riesgo ambiental y luego, el siguiente paso es enfocar estudios para remediarlo”, profundiza.
Y afirma que “siempre es necesario continuar los estudios”. Por un lado se debe evaluar la presencia de otros metales pesados en suelos y evaluar otras matrices. Además, es fundamental hacer seguimiento de la trayectoria de la problemática como también de eventuales soluciones, tal como ha relevado el Día Mundial del Suelo 2024 con su lema “Cuidar los suelos: medir, monitorear y gestionar” para garantizar el manejo sostenible de esta matriz que es un recurso esencial para la vida en el planeta.
El estudio sobre metales pesados asociados a la actividad termoeléctrica se enmarca en un trabajo para analizar suelos de Talcahuano, Hualpén y Coronel que la científica Elizabeth González viene realizando hace un tiempo junto a un grupo interdisciplinario de académicos de las facultades de Ingeniería y Ciencias de la Ucsc, y de la Facultad de Farmacia de la UdeC.
Particularmente, la idea surge tras concluir un proyecto financiado a través del Fondecyt del que participó y estudió suelos urbanos en Talcahuano: “se encontró variación espacial de las concentraciones de metales, dependiendo del uso del suelo”, precisa.
A la luz de las evidencias locales y también lo relacionado a las emanaciones de la industria, se planteó que existen diferencias significativas en las concentraciones de metales pesados en suelos urbanos cercanos a termoeléctricas versus áreas alejadas. Así fue que el foco se fue a Coronel, donde también se alberga gran cantidad portuaria e industrial.
En este escenario, la convicción de la investigadora es que “estos hallazgos debieran impactar concientizando a las autoridades para que tomen acciones concretas, y también en la población, promoviendo cambios en sus prácticas”.
Decisiones y políticas para regular mejor las actividades e impactos y promover un robusto monitoreo es parte de lo que compete a autoridades, para así contribuir al bienestar y calidad de vida de la comunidad que se merma por metales pesados y otros contaminantes. Y enfatiza el deber de educar y concientizar a las personas sobre el problema y el aporte a la solución para proteger al entorno y la salud.
En algo tan cotidiano como la disposición de desechos hay una clave en que cada persona puede jugar un rol. “Las pilas contienen metales, es por eso que se aconseja que se reciclen, utilizando los contenedores establecidos. Evitar botar baterías a los basurales también es fundamental, dado que son altamente contaminantes”, explica González.
En pos de educar y concientizar destaca el rol de las instancias de socialización y visibilización de las investigaciones, y especialmente al libro que plasma los resultados en Coronel. “La editorial es de ciencia abierta, lo que permite difundir la información de manera accesible a toda la sociedad. Es fundamental que el conocimiento esté disponible de forma libre, lo cual tiene un gran valor. Las investigaciones no cumplen su propósito si permanecen restringidas a un círculo cerrado”, concluye.