Ciencia y Sociedad

Autocuidado: clave y reto para potenciar y preservar el vital funcionamiento del cerebro

Hay factores de declive inevitables como la biología, pero los hábitos son modificables y determinantes sobre el riesgo o protección y parte desde la gestación.

Por: Natalia Quiero 28 de Julio 2024
Fotografía: Cedida

Una relación intrínseca hay entre el cerebro humano con el estado de salud general, bienestar integral y la vida con su calidad.

El principal órgano del sistema nervioso es nuestro centro vital de operaciones del que depende cómo pensamos, sentimos, comunicamos, actuamos, somos y vivimos como especie e individuos, controlando aquello consciente e inconsciente que permite sobrevivir en el amplio sentido del concepto, desde lo biológico y fisiológico a lo mental, emocional y social.

Un potencial que no hace más que maravillar en la medida que las neurociencias avanzan en la comprensión de la estructura más compleja conocida del Universo, que todavía guarda muchos misterios que motivan investigaciones, y que se busca relevar con el Día Mundial del Cerebro el 22 de julio para promover su salud y funcionamiento óptimo y prevenir el desarrollo de patologías cerebrales, lo que está íntimamente ligado con el autocuidado que se celebra cada 24 de julio.

Cerebro sano

“Un cerebro sano promueve el bienestar general, facilitando un correcto funcionamiento físico y mental. Y problemas en la salud general como enfermedades crónicas, deficiencias nutricionales o estrés pueden afectar negativamente al cerebro, perjudicando sus funciones”, relevó el doctor Juan Pablo Betancur, médico neurólogo de Clínica Biobío.

Los perjuicios pueden ser muy complejos, peligrosos y letales: este órgano se conecta con todo el organismo y cumple varios roles esenciales para la vida.

Homeostasis o mantención del equilibrio interno del organismo es la primera función que destacó el especialista formado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC), porque el cerebro regula variables vitales como temperatura, respiración, ritmo cardiaco, apetito y sueño.

Desde allí relevó que está a cargo del “procesamiento de información sensorial al recibir y procesar datos provenientes de los sentidos (vista, oído, olfato, gusto y tacto); del control motor, dirigiendo los movimientos voluntarios e involuntarios del cuerpo; de la cognición, facilitando el pensamiento, aprendizaje, memoria, razonamiento y toma de decisiones; y de regular las emociones y el comportamiento”.

Las funciones pueden sufrir un declive asociado a fenómenos como envejecimiento y/o daño orgánico y por múltiples patologías, y las principales que nombró el doctor Betancur son accidente cerebrovascular (ACV), enfermedad de Alzheimer y otras demencias, migrañas y otros tipos de cefalea, enfermedades mentales y trastornos del sueño y del ánimo como ansiedad y depresión.

Estas afecciones se relacionan con diversas manifestaciones y grados de gravedad e impacto sobre el bienestar y calidad de vida; pueden causar distintos niveles de discapacidad, pérdida de autonomía y de años de años de vida saludable, y muerte prematura, si bien algunos riesgos y diagnósticos se asocian al avance de la edad.

Factores que determinan

Y es que dependemos del cerebro, pero también el cerebro depende de nosotros, para bien o para mal, y mucho de lo que hacemos a diario puede proteger del declive de funciones y enfermedades o incrementar daños y riesgos.

El neurólogo Juan Pablo Betancur explicó que varios factores se han establecido como determinantes sobre la salud y función cerebral, algunos inevitables y otros posibles de modificar, entonces los riesgos se pueden reducir o aumentar.

La biología y genética pueden predisponer a ciertas enfermedades neurológicas, contó, algunas de nacimiento y otras se desarrollan a lo largo de los años. El paso del tiempo y edad tampoco se pueden cambiar.

La exposición a toxinas y radiación también pueden influir negativamente sobre las funciones y salud del cerebro.

Otro rol directo es entre la salud cardiovascular y cerebral, porque afirmó que enfermedades al corazón y vasos sanguíneos pueden afectar al cerebro.

Y aquí cobra protagonismo aquello del lado de los factores modificables, que tienen que ver con las propias decisiones y conductas.

“Los estilos de vida y la calidad del autocuidado juegan un papel crucial en la salud cerebral. Hábitos saludables como una dieta balanceada, ejercicio regular, buen sueño y actividades cognitivas pueden proteger y mejorar la función cerebral”, sostuvo el neurólogo.

Y advirtió que todo lo contrario sucede con los hábitos nocivos. “La dieta poco saludable, el sedentarismo, consumo excesivo de alcohol y drogas, y falta de sueño pueden dañar el cerebro. Estos hábitos influyen en factores como la inflamación, el estrés oxidativo y la salud vascular, que son cruciales para el funcionamiento cerebral”.

Alimentación, actividad física y estimulación cerebral promueven la salud y función

La clave y reto está en promover que los estilos de vida estén protagonizados por el autocuidado, aumentar los factores protectores y reducir los de riesgo de deterioro y enfermedad.

Los pilares

Y pilares son actividad física y alimentación.

“Es importante la realización de actividad física, puesto que tiene repercusiones directas a nivel cardiovascular, que llega a todas las regiones del cuerpo igual que el sistema nervioso y cerebro”, explicó el neurobiólogo Patricio Castro, académico de la Facultad de Ciencias Biológicas UdeC quien se ha dedicado a estudiar este fenómeno.

Al respecto, profundizó que cada vez que nos movemos se estimula el eje motor (músculo-esquelético) y hay implicancia metabólica que favorece la salud cardiovascular, repercutiendo en mejores marcadores como glicemia, triglicéridos y colesterol, y manejando riesgos.

Y se activan otros mecanismos fisiológicos y producción de sustancias relacionadas al placer y relajo, con impacto directo sobre sobre funciones cognitivas, emocionales y salud mental. Lo comprobó en un proyecto que investigó la correlación entre niveles de actividad física en universitarios y desempeño cognitivo: “vimos que personas con mejor aptitud cardiorrespiratoria se desempeñan mejor en las pruebas de memoria, por ejemplo”.

Además “nuestro cerebro humano es muy sensible a la alimentación en todas las etapas del ciclo vital”, aseveró el especialista en ciencias biomédicas Ariel Ávila, académico de la Facultad de Medicina Universidad Católica de la Santísima Concepción e investigador de la Unidad de Neurobiología.

Para llevar a cabo sus procesos el organismo requiere distintos nutrientes y el cerebro consume cerca del 20% del requerimiento de energía diario. Pero, es vital tanto la cantidad como la calidad nutricional, pudiendo proteger al cerebro o exacerbar riesgos.

“Una dieta equilibrada, rica en antioxidantes, ácidos grasos omega-3, vitaminas y minerales puede reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer y Parkinson. Por otro lado, una dieta alta en grasas saturadas y azúcares puede incrementar el riesgo de desarrollar éstas y otras patologías cerebrales”, afirmó.

Sobre los omega 3 relevó que son cruciales para la formación de membranas celulares y sinapsis de las neuronas. Pescados grasos, nueces y semillas son ricas fuentes.

“Las vitaminas del Grupo B son esenciales para el metabolismo cerebral y la producción de neurotransmisores, y se encuentran en carnes, cereales integrales y verduras de hoja verde”, añadió.

Además, antioxidantes como vitamina E, vitamina C y flavonoides presentes en frutas y verduras protegen contra el daño oxidativo.

Y advirtió que grasas trans y saturadas presentes en alimentos procesados y fritos se asocian a inflamación y estrés oxidativo, y azúcares refinados pueden conducir a inflamación y resistencia a la insulina que afectan la función cognitiva.

Junto a estos dos pilares se suma el comprobado beneficio de la estimulación al cerebro con actividades cognitivas y sociales.

Conocimientos para cuidar

Conocimientos vitales de usar como herramientas y, dada la situación demográfica y epidemiológica, sostuvieron los científicos locales, urge concientizar en la población e impulsar hábitos saludables para cuidar, potenciar y preservar al cerebro, y vivir más y mejor.

Porque la evidencia demuestra que la esperanza de vida ha aumentado y también la prevalencia de estilos nocivos y patologías crónicas como dietas malsanas, sedentarismo, diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares que aparecen desde edades cada vez más jóvenes. Ahí se debe actuar.

“Debemos tratar de preservar al cerebro para que tengamos una buena vejez y el cuidado parte desde que se empieza a formar el sistema nervioso, que es a las 3 semanas de gestación, hasta que se consolida con todas las conexiones y sinapsis establecidas, lo que ocurre alrededor de los 30 años”, aseveró el doctor Castro. Si a lo largo de la vida se suman hábitos nocivos, estrés, desregulaciones metabólicas, enfermedades y uso de sustancias nocivas “la formación y consolidación se verán afectadas, lo que va a tener repercusiones en edades avanzadas en patologías como Alzheimer”, dijo.

Un impactante ejemplo hay en los resultados recientes del laboratorio del doctor Álvarez: “en nuestro estudio, la exposición a una dieta alta en grasas desde el período prenatal resultó en una disminución significativa de neuronas excitatorias en la corteza, lo que sugiere que dietas ricas en grasas pueden predisponer a la descendencia a trastornos neurodegenerativos y cognitivos”.

Por eso el desafiante cambio para cuidar, potenciar y preservar el cerebro se aborda desde el inicial presente de la vida con la mirada en el futuro.

Hábitos de autocuidado

El neurólogo Juan Pablo Betancur y los investigadores Patricio Castro y Ariel Ávila abordaron medidas básicas para cuidar al cerebro:

-Mantener una dieta saludable, que debe ser variada y balanceada y privilegiar frutas, verduras, granos enteros, carnes magras, pescados e hidratación suficiente con agua.

-Realizar actividad física regular. Un adulta sano debe acumular al menos 150 minutos de intensidad moderada a la semana.

-Dormir en cantidad y calidad suficiente, sumando de 7 a 9 horas de sueño nocturno y reponedor.

-Estimular al cerebro con actividades que desafíen la mente como leer, aprender cosas nuevas juegos de estrategia.

-Reducir niveles de estrés con prácticas como meditación, yoga o respiración profunda.

-Evitar el consumo de sustancias nocivas como tabaco, drogas y bebidas alcohólicas.

– Mantener relaciones sociales.

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