5% de escolares y 2,5% de adultos tienen Déficit Atencional, pero la remisión en la adultez no es porque se curó, sino por compensación de los síntomas.
Inatención, dificultad para concentrarse, energía inagotable, necesidad de moverse y actitud impulsiva, son comportamientos que, solos o combinados, marcan la vida de millones de niños, niñas, jóvenes y adultos de todo el mundo.
Es que son signos del Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH), que investigaciones estiman que tiene una prevalencia de cerca del 5% en infancia y adolescencia y 2,5% en la adultez, y sobre el que se busca educar y concientizar en julio, el 13 es el día internacional, en miras a promover la comprensión para llegar oportunamente al diagnóstico, acceder al manejo adecuado y erradicar estigmas en pos del desarrollo y bienestar integral presente y futuro de quienes tienen la condición, porque puede generar problemas desde la etapa escolar a la laboral.
Para abordar los objetivos y desafíos en torno al TDAH la base está en saber qué es: un trastorno neurológico que se caracteriza por los síntomas principales de falta en la atención, hiperactividad e impulsividad, explica el doctor Sergio Juica, neurólogo en Clínica Biobío y el Hospital Clínico Regional de Concepción y académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC).
Un cuadro que en general es crónico y según cada caso puede presentar diferencias en sus manifestaciones. Al respecto, expone que hay distintos tipos, donde el déficit atencional e hiperactividad con impulsividad pueden darse en combinación o solos. También se puede clasificar en niveles leve, moderado y severo según intensidad e impacto de sus síntomas sobre las actividades cotidianas y calidad de vida.
Y los síntomas cardinales del TDAH se evidencian de distintas formas en términos cognitivos y conductuales.
Por el lado del déficit atencional, algunos signos que menciona el especialista son falencias para mantener atención sostenida o atender detalles, distracción en conversaciones o ejecución de actividades, problemas para organizar o completar tareas, y perder objetos personales con frecuencia.
“En relación con la hiperactividad son personas que tienen dificultades para mantenerse sentadas, están en constante movimiento, hablan en exceso, son impacientes, interrumpen con frecuencia. Además de la impulsividad”, detalla.
El doctor Juica expone que según el DSM-5, el más actual Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, se considera que los síntomas del TDAH pueden aparecer hasta antes de los 12 años.
Aunque, por la naturaleza conocida de la condición, las señales generalmente se dan desde la primera infancia y con el ingreso a la etapa preescolar o escolar se hacen mucho más evidentes la inatención e hiperactividad con sus manifestaciones, afirma.
Una evidencia que suele ir de la mano con los efectos del trastorno sobre el desenvolvimiento y procesos educativos de niños y niñas. Por ejemplo, se hacen notorias las dificultades en clases y estudio con un deficiente desempeño académico, o en términos de conductas y relaciones sociales que traen aparejados problemas de otra índole.
Aunque los impactos del TDAH no son exclusivos a la etapa escolar y pueden llegar a la adultez, influyendo en la educación superior o a nivel laboral, advierte el neurólogo, porque los síntomas con sus repercusiones se pueden expresar más crudamente en etapas más desafiantes, incluso recién develándose que hay un trastorno.
“El TDAH es una enfermedad crónica que traspasa a la infancia: 6 de 10 niños lo van a tener en la adultez. Y el déficit atencional de niños y adultos es el mismo, pero hay que acomodar el tratamiento acorde a la etapa de la persona”, enfatiza. Y asegura que “se puede tratar y controlar, pero no curar. Y si remite no es por tratamiento”.
En este sentido, plantea que el TDAH puede ser leve en sus manifestaciones y dificultades en la etapa escolar, y hacia la adultez se logra una gran adaptación y compensación de los comportamientos.
Y también puede develarse en la adultez un trastorno que siempre estuvo. “Muchos adultos terminan haciendo su diagnóstico tardíamente, porque muchas veces eran cuadros más leves y frente a mayores exigencias en la universidad hay más dificultades y empiezan a tener fracasos académicos, por ejemplo. Entonces, consultan y se hace el diagnóstico en la adultez, pero la mayoría son niños no diagnosticados”, sostiene el especialista.
La falta de diagnóstico y tener uno tardío en la adultez, común en consultas de especialistas como el doctor Sergio Juica, es lo que no debe pasar en el TDAH. Las manifestaciones del cuadro suelen conllevar más complejas consecuencias en tanto se avanza en etapas del desarrollo y se vuelven más exigentes o desafiantes, empeorando el panorama sin acceso al abordaje requerido, oportuno y adecuado a cada persona.
Consecuencias diversas y distintos plazos que, para prevenir o minimizar, hacen una necesidad sociosanitaria el tratar este trastorno.
“En la etapa escolar, la consecuencia más obvia es en lo académico, porque los sistemas educacionales tradicionales imperantes en el mundo y sobre todo en Chile implican que la persona esté concentrada, atenta y ojalá quieta. Por lo tanto, en general pacientes con TDAH tienen mayores dificultades para poner atención, estudiar y aprender en la medida que van avanzando en el colegio y se hace más exigente, y eso conlleva a fracaso académico”, advierte el neurólogo.
Añade que “como la hiperactividad está asociada a la impulsividad, puede haber graves consecuencias respecto al comportamiento, y muchas veces son niños que pueden ser estigmatizados como desordenados dentro de un curso, por ejemplo”.
“En la adultez, el fracaso académico toca harto en la universidad y lleva a no terminar las carreras o pasar de una a otra. También se pueden tener consecuencias graves en el trabajo, porque las personas con TDAH tienden a procrastinar, y les cuesta organizarse y ejecutar tareas que requieren atención sostenida”, resalta.
Ante ello, desde la infancia a la juventud y adultez, se pueden gatillar severos impactos a nivel de la salud mental con mayor riesgo de síntomas de ansiedad y depresión o trastornos del ánimo, y también limitar oportunidades de desarrollo. La razón es que puede haber mermas en aspectos como autopercepción de capacidades intelectuales, autoestima y motivaciones producto de situaciones como el fracaso académico, problemas en la escuela, prejuicios y etiquetas, o dificultades en rendimiento laboral.
“Tratar el TDAH no es meramente para que las personas estén más concentradas, sino por todas las consecuencias que acarrea tanto en niños como adultos y no son menores”, sostiene Juica.
El inicio y pilar del abordaje del déficit atencional siempre es a nivel ambiental. “Hay una serie de estrategias tanto en niños como en adultos para propiciar que la persona mejore su atención. Y lo que siempre se debe buscar es que el ambiente sea seguro, tranquilo y sin tanto ruido para que favorezca que la persona esté concentrada. Por ejemplo, que un niño no esté estudiando con celular o pantallas al lado”, explica.
Para casos leves el tratamiento ambiental puede bastar, pero pacientes con TDAH moderados a severos van a requerir el uso de medicamentos para controlar sus síntomas, reducir dificultades, y favorecer su desarrollo y bienestar.
Sobre ello, resalta que “si un paciente necesitó tratamiento en el colegio, en la mayoría de los casos también necesitará en los estudios superiores”.
Aquí se hace relevante la consciencia de que el déficit atencional de la infancia no desaparece mágicamente en la adultez, por lo que su remisión es sinónimo de control a través del manejo y compensación de manifestaciones en distintos contextos a través de la integración de distintas estrategias y que deben consolidarse como hábitos para la vida.
Para tratar hay que diagnosticar. Al respecto, el neurólogo Sergio Juica reconoce que el TDAH tiene un diagnóstico clínico que no siempre es sencillo, sobre todo en casos leves o de déficit atencional puro, o dependiendo de la edad o etapa del ciclo vital en que hay conductas esperables que pueden confundirse por este trastorno, o bien son indicios de problemáticas distintas.
Y, ante las dudas, para evitar un diagnóstico tardío y las peores consecuencias de la falta de manejo del TDAH, el académico llama a consultar siempre de forma oportuna y criteriosa al presentar antecedentes. Esto también significa que familias y profesores no realicen un “autodiagnóstico” ni encasillen toda conducta como este trastorno ni menos se encasille a las personas.
Frente al panorama que construye el Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad, sobre todo por su aparición e implicancias en la etapa escolar y desarrollo de niños y niñas, es que reconocer como un desafío social es el principal mensaje a concientizar para superar las complejidades y mejorar la calidad de vida presente y futuras.
“El TDAH es un problema que va más allá de la salud y es también educacional”, afirma el neurólogo. “Como médicos abordamos más el tratamiento farmacológico, pero hay muchas medidas ambientales y pedagógicas que no son materia de la salud. Y a nivel educacional están los programas de integración escolar y apoyo pedagógico que tienen que propiciar ambientes y condiciones para que escolares con una condición diferente puedan aprender y ser exitosos desde el punto de vista académico”, cierra.