La experta argentina con larga trayectoria académica y política en Buenos Aires en materia de género, derechos humanos y ciencia compartió su experiencia en torno al rol de la educación superior para el desarrollo y bienestar de las mujeres y la sociedad, y el desafío patente de superar barreras enraizadas que siguen perjudicando el progreso.
Experiencias y reflexiones para inspirar, transformar y avanzar compartió la doctora en filosofía y epistemóloga feminista argentina Diana Maffía con la comunidad de la Universidad de Concepción (UdeC), donde estuvo esta semana como parte de la invitación del Proyecto de Innovación en Educación Superior (InES) Género que lidera la doctora Alejandra Brito en la UdeC.
“Obstáculos de género para el desarrollo y la cohesión social: la importancia de la educación superior” se tituló la charla que dio ante una masiva audiencia y la presencia de autoridades UdeC encabezadas por el rector, doctor Carlos Saavedra.
Décadas de trayectoria, investigación, aportes e hitos en materia de género, derechos humanos y ciencia tiene Diana Maffía, tanto desde la academia como la política, publicando diversos libros y artículos, además de recibir distinciones en distintas instancias.
Entre varios aspectos a destacar de su currículum está su carrera académica al alero de la Universidad de Buenos Aires desde que comenzó sus estudios en 1971; en 1994 fun- dó la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología; y posee cuatro doctorados Honoris Causa. Y se desempeñó con reconocimiento como legisladora en Buenos Aires donde desde 2012 dirige el Observa- torio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura.
Así que, por ser mujer que se ha desenvuelto en la academia y académica que ha abordado el fenómeno del género, la doctora Maffía conoce bien que hay evolución que celebrar y desafíos que superar en la educación superior para su impacto social integral.
Y es que como espacio de formación de capital humano en distintas áreas y creación de conocimientos su función es relevante para el bienestar individual y colectivo con grandes implicancias en el devenir de la sociedad.
“Conocimiento y política tienen esta raíz fuerte de quienes pueden y quienes no acceder a la ciudadanía. No solo mujeres, sino varones subordinados también”, sostuvo, “el derecho a voto y el derecho a la educación fueron las dos demandas principales que luego se llamó el ‘feminismo de la primera ola en el siglo XIX’, que tanta influencia tuvo sobre nuestros países”.
“El rechazo de las universidades a las mujeres fue explícito, estaba prohibido su acceso. Y una vez que se levanta esa prohibición subsisten muchas otras barreras en las universidades y son las que tenemos que empezar a conocer”, enfatizó la doctora Diana Maffía.
Desde su perspectiva importa retro- ceder para recorrer, conocer y reconocer la historia hasta el presente, de avances a dificultades que dicen relación con cambios sociales y la participación femenina en la academia y sociedad.
Fenómeno que abordó desde su experiencia. “Antes estos temas eran completamente marginales y además muy perseguidos. A mí me decían: ¿por qué publicas en esas revistas feministas si te aceptarían en cualquier
otra revista de filosofía? Todo el tiempo era algo castigado. En algún momento cambian las instituciones, porque las hacemos cambiar con nuestra persistencia y, entonces, nos dan un Honoris Causa por lo mismo por lo cual nos perseguían, por haber segui- do nuestra vocación, nuestra intuición y nuestra percepción de lo justo”.
Al respecto, la filósofa destacó que el acceso a educación superior y formación de masa crítica de mujeres permitió adquirir saberes que comenzaron a aplicarse para lograr el progreso de este grupo en torno a diversos derechos y aspectos.
En ello mencionó defensa de ideales de vida autónomos que no releguen a lo doméstico, capacidad de tomar decisiones sobre los cuerpos en materia de sexualidad y reproducción, y la visibilización y denuncia en violencia de género y sexual.
Materias en las que la doctora Maffía reconoció relevantes e impactantes avances sobre la vida y bienestar de las mujeres y social, pero es innegable y patente que persisten dificultades que se transforman en brechas de género como disparidad dentro del mundo académico y científico, en posiciones de poder, en crianza y cuidado.
En ese escenario, en pos de avanzar en el desarrollo y cohesión social e igualdad y justicia, planteó como crucial pensar en las barreras de acceso a la educación superior que históricamente han tenido las mujeres y más recientemente las diversidades de género para identificar los cambios que han tenido o deben establecerse para acortar brechas y sobre todo sus causas.
“Es importante revelar las desigualdades dentro de la universidad y no sólo en lo cuantitativo, porque esto pasa en casi todas las universidades, y el punto es por qué”.
“¿Por qué 70% son varones y sólo 30% mujeres?, ¿por qué casi no hay mujeres en lugares altos de responsabilidades, decanatos o rectorados?; ¿por qué las titularidades de cátedra por lo general son masculinas?; ¿qué lugar se les reserva a las mujeres en los equipos de investigación y por qué? Todo eso debe ser analizado”, manifestó la doctora Diana Maffía como lo que considera aspectos clave para comprender integralmente el fenómeno de las brechas, y así las transformaciones necesarias y estrategias que permitirán avanzar.
Algo que, enfatizó, debe ir de la mano con “un trabajo cualitativo en torno a cuáles son las barreras que tienen que ver con la estructura social”.
Es que no bastan los números, porque son el resultado de un fenómeno, permiten demostrar que existe, pero no dan cuenta del trasfondo y sin esa evidencia no hay conocimiento para transformar.
Desde su experiencia ahondó en el fenómeno social de las brechas que históricamente han afectado a las mujeres.
“Existen barreras estructurales para cuando las mujeres llegamos a una institución y queremos progresar. No son prohibiciones explícitas, pero operan como obstáculos que a veces imposibilitan la carrera, o que esterilizan la vida personal, le sacan todo amor y encanto a la vida subjetiva; hacen que esta se desertifique en función de una profesionalización que está pensada para otras subjetividades que carecen de esa empatía y esos afectos tan primordiales”.
Porque a las mujeres se les ofrece acceder a espacios de liderazgos y dicen que no. Y la razón es que “porque cada escalón que subimos es una negociación complejísima para equilibrar la vida profesional y privada”, aseveró la filósofa feminista.
Para profundizar primero relevó que “se da que una mujer debe tener hijos, en cierta etapa de su vida y se debe dedicar a cuidarlo, además las tareas domésticas son de mujeres y eso implica una desigualdad en el uso del tiempo muy importante”.
“Cuando analizamos decisiones de las mujeres, por ejemplo, se le ofreció ser directora de un instituto y no aceptó, pregunto a qué hora son las reuniones de directorio y ese es un factor fundamental: si haces las reuniones a las 7 de la tarde, con la asignación de mujeres a lo doméstico, a esa hora fue a buscar a hijos a la escuela, revisó los cuadernos, se aseguró que cumpla sus deberes, prepara la ropa para el día siguiente, da la cena. Si haces las reuniones en ese horario alguien debe estar supliéndola, y ese alguien generalmente no es un varón, porque no han sido socializados y entrenados para eso”, expuso.
Al respecto ahondó que “la distancia entre lo doméstico y lo profesional no es igual para mujeres que para varones: se naturaliza
que las mujeres hacemos lo doméstico y en absoluto que lo hagan los varones, es degradante y algo inferior; y se premia a las mujeres con lo público, político y lo académico siempre y cuando no abandonen su rol. Es un equilibrio realmente muy difícil y es mucho lo que debemos trabajar todas las personas en modificar esos estereotipos”. Porque los estereotipos de género en torno a feminidades y masculinidades afectan a mujeres y hombres, enfatizó.
En este marco valoró la existencia de los proyectos InES Género en Chile, de 36 meses de ejecución en distintas universidades como la UdeC, y son financiados con recursos públicos otorgados desde la Anid. Porque el objetivo es investigar y desarrollar capacidades que permitan reducir las brechas de género en los campos de la investigación, desarrollo, innovación y emprendimiento (I+D+i+e), tradicionalmente dominados por los varones.
Y, acorde a su experiencia que le ha permitido implicarse con distintas iniciativas en diversos países, destacó lo crucial de “definir cómo la universidad se apropia de ese resultado, lo mantiene y lo hace crecer”. Porque sin mecanismos que permitan integrar los resultados obtenidos en tres años, se desaprovechan los recursos invertidos y generados y se pierde el potencial de impacto de largo plazo.
Ahí la reflexión e ideal institucional compartido ante la estadía de Diana Maffía en la UdeC.
El rector Carlos Saavedra contó visita se enmarca en un proceso “de aprendizaje institucional y una búsqueda de transformación cultural profunda, a partir de las capacidades institucionales, que son mu- chas y del trabajo de investigadoras e investigadores en estos temas”.
Y la directora del Proyecto InES Género UdeC Alejandra Brito manifestó que “lo que planteamos al iniciar es cómo podemos avanzar a una universidad que no sólo cuen- te con mecanismos para disminuir las brechas de género, sino cómo nos transformamos en un referente hacia la sociedad”.