En mayo se celebra una efeméride para relevar e incentivar al género en la disciplina, marcada por la brecha en STEM que Chile se mantiene en apenas 30% de representación femenina en el área.
Relevar el gran aporte del género e incentivar a las nuevas generaciones a desenvolverse en la disciplina busca el Día Internacional de la Mujer Matemática. La fecha es el 12 de mayo en honor al nacimiento de la académica iraní Maryam Mirzakhani, quien en 2014 se transformó en la primera mujer que recibió la Medalla Fields que se conoce como “Nobel de la Matemática”.
El contexto de la efeméride le convierte en necesaria: las evidencias muestran que en el desarrollo del área muchas mujeres han contribuido con notables logros y también que históricamente han enfrentado obstáculos tanto para ingresar como progresar, generando una menor representación en comparación a los hombres.
Una realidad mundial que en Chile se traduce con sólo 30% de participación femenina en las áreas STEM (acrónimo en inglés para Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), según cifras de los ministerios de Educación y Ciencia que son más críticas al avanzar la carrera académica y roles de liderazgos o la ocupación de espacios en ámbitos específicos.
Y un ejemplo local de la brecha de género específica la demuestra que en el Centro de Investigación en Ingeniería Matemática (CI2MA) que lidera la Universidad de Concepción hay 4 mujeres entre 25 personas investigadoras y apenas 1 de 9 estudiantes de postgrado.
Entre las representantes del género en la disciplina y el CI2MA están las doctoras Anahí Gajardo, académica del Departamento de Ingeniería en Matemática de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Concepción (UdeC); Jessika Camaño, académica del Departamento de Matemática y Física Aplicadas de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc); y Verónica Anaya, académica del Departamento de Matemática de la Facultad de Ciencias de la Universidad del Bío-Bío (UBB).
Las tres matemáticas saben que son minoría en mundo dominado por hombres y lo atribuyen como efecto a un fenómeno sociocultural originado antaño por el rol de la mujer en la crianza y cuidado de personas y el hogar.
Ello derivó en construir estereotipos de género que vinculan a uno u otro con capacidades y funciones específicas, y prejuicios que se han perpetuado en torno ideas como que las habilidades matemáticas de las mujeres son inferiores a las de los hombres. Así se han limitado decisiones y hasta minimizado las contribuciones de muchas mujeres que han entrado al área.
Pero, también saben que las capacidades intelectuales, talentos y vocaciones no tienen que ver con el género; y que son pocas, pero necesarias las mujeres desenvolviéndose en las STEM, y lo ideal es que sean muchas más. Las razones son varias, pero la básica es que toda persona debería hacer lo que le guste y quiera sin importar su género en pos de una sociedad más justa y el enriquecimiento de la producción de la ciencia y el conocimiento.
“La participación de mujeres en ciencia y en matemáticas es esencial para promover la equidad, impulsar la innovación y aprovechar plenamente el talento humano disponible en la búsqueda del conocimiento y el progreso científico”, enfatiza Verónica Anaya.
“Al haber mujeres en ciencias se cuenta con diversidad de perspectivas, lo que puede conducir a soluciones más creativas y completas de los desafíos científicos y matemáticos”, añade Jessika Camaño.
Anahí Gajardo profundiza que “en ingeniería y administración, profesiones responsables del bienestar y la seguridad de millones de personas, se necesitan visiones distintas, con sensibilidades diversas respecto a las problemáticas de los distintos sectores de la sociedad, porque la forma cómo las distintas clases sociales, géneros y grupos etarios hacen uso de las infraestructuras es distinto”.
Es un gran desafío acortar una brecha de género patente, aunque menor que hace una década; lo han visto en sus experiencias desde que su formación hasta su rol en docencia e investigación y participación en proyectos o congresos.
La convicción que las académicas comparten es que visibilizar y relevar a las mujeres en STEM sirve de motivación para que niñas y jóvenes reconozcan sus talentos o vocaciones y que es posible lograr metas, promoviendo que decidan por lo que realmente quieren ser.
Asumen que como científicas pueden transformarse en modelos de rol para romper estereotipos e inspirar a las nuevas generaciones, como sus trayectorias inspirar a entornos e instituciones en qué hacer para incentivar en vez de limitar; lo materializa el libro “Inspiradoras” de los ministerios de Ciencia y de la Mujer y la Equidad de Género que entre 24 científicas destacadas incluye a Jessika Camaño.
“Siempre se me dieron fácilmente las matemáticas. De hecho, mis compañeras y compañeros se burlaban de mí por eso, pero no me importaba porque la belleza de la matemática me producía una fascinación total. Mi abuela fue la primera ingeniera civil de Latinoamérica y mis tíos eran matemáticos o ingenieros, así que para mí fue natural escoger mi carrera”, relata sobre su experiencia Anahí Gajardo, doctora en Ciencias de la Ingeniería y experta en sistemas dinámicos discretos e informática teórica.
Y es que el sostén de su familia fue esencial. “Tuve miedo de fracasar, pero el apoyo de mis padres, profesores y amigos me permitió superar cada etapa”, reconoce. Y ello aludiendo a aquellos factores de los mundos internos y externos que pueden interferir los procesos, desde los temores e inseguridades hasta la competencia dentro del mundo profesional y académico.
Similar vivencia para la doctora en Ciencias Aplicadas con mención en Ingeniería Matemática por la UdeC Verónica Anaya, quien se formó en pregrado como ingeniera en matemática en su natal Bolivia.
“Desde mis primeros años en la primaria sentí una atracción especial por las matemáticas Encontraba que era una materia fácil y disfrutaba mucho haciendo las tareas relacionadas con ella”, recuerda.
“Además, tuve la suerte de tener profesoras de matemáticas durante todos mis años de colegio, lo que quizás me impulsó aún más a seguir una carrera en este campo. Y contaba con el sólido respaldo de mis padres, quienes siempre nos enseñaron que todos somos capaces de alcanzar nuestros objetivos con dedicación, disciplina y esfuerzo”, destaca.
Confirma Jessika Camaño, licenciada en matemática y doctora en Ciencias Aplicadas mención en Ingeniería Matemática por la UdeC.
“De niña tenía buen rendimiento en el colegio, en particular en matemática. Esta habilidad se vio fortalecida por el respaldo de profesores comprometidos que reconocieron y fomentaron mis capacidades, motivándome a continuar por esta área. Y durante mi formación universitaria pude darme cuenta de que en la universidad se hacía investigación de vanguardia, lo cual me mostró otra arista hasta entonces desconocida para mí”, comenta.
Un contexto en que las tres, favorablemente, coinciden en una experiencia en la que ser mujer no ha significado un impedimento para hacer un trabajo exitoso y destacado. Pero asumen que hay retos particulares por el solo hecho de ser mujer y minoría dentro de la disciplina y academia, donde algunas personas se pueden ver más perjudicadas según sus contextos personales y laborales.
“La falta de representación de las mujeres en el mundo de las matemáticas puede crear desafíos adicionales para algunas mujeres que trabajan en este campo, desde la falta de modelos a seguir hasta la discriminación y las barreras institucionales”, plantea Verónica Anaya como una situación genérica.
“El que seamos pocas dificulta las cosas. La especie humana funciona con estereotipos y modelos, siempre nos inspiramos en alguien a quien quisiéramos imitar, y habiendo pocas personas del mismo género una tiene que inventarse sola y eso cuesta, da vértigo”, complementa Anahí Gajardo.
Y por una cuestión natural e imposible de cambiar, Jessika Camaño asume que la maternidad ha implicado para ella en particular ciertas dificultades en su quehacer académico. Pero esto tiene que ver con procesos que pueden suponer complejidades más allá de la disciplina o trabajo, y a muchas enlentece su progreso en la carrera académica.
A mejorar los aspectos mencionados o materias vinculadas es que, enfatizan las tres investigadoras locales, tienen que apuntar las necesarias acciones tendientes a acortar las brechas de género.
Por un lado, deben mejorarse las condiciones en que se desenvuelven las mujeres en las STEM y academia, considerando la maternidad y las actitudes machistas que podrían perdurar muchas veces inconscientes e interfieren dentro del campo, como también promoviendo la participación femenina desde etapas tempranas para que opten por las STEM como carrera y también por desenvolverse en la investigación en etapas posteriores.
Las estrategias son tanto políticas y normativas públicas e institucionales, pero no se puede obviar el impactar a la comunidad en espacios de promoción como pueden ser charlas, campañas o materiales como “Inspiradoras” que lleguen a escolares, docentes y familias.
Porque Anahí Gajardo asevera que “queda mucho por mejorar: en el trato que se nos da, los prejuicios que existen hacia nosotras, y la forma en que nosotras mismas nos vemos”.
“Es importante continuar promoviendo la equidad de género, abordando los sesgos y barreras culturales, y proporcionando oportunidades y apoyo para que las mujeres prosperen en las matemáticas y la investigación relacionada”, asevera Verónica Anaya.
“En base a mi experiencia creo que es fundamental contar con buenos profesores que reconozcan los talentos de sus estudiantes y los motiven a seguir estudios en estas áreas”, cierra Camaño.