Niños y niñas pequeños tienen una forma de pensar particular que fomenta la imaginación y creatividad, entre otros aspectos que las hacen relevante.
¿Qué idea viene a la mente con el concepto de Navidad? Más allá de las creencias propias del cristianismo que están en el origen y sentido de esta celebración, es seguro que en las respuestas protagonizará la imagen de un pino navideño, obsequios y el viejito pascuero.
Es producto del marketing y globalización que ha influenciado en la construcción de esta festividad, con ideas que no se relacionan con el contexto propio de un país como Chile, pero que se han vuelto en los tradicionales símbolos que se han enraizado para maravillar e impactar en las memorias de muchas generaciones de personas; jóvenes y adultos que recuerdan con nostalgia la magia de esas noches en que aparecieron regalos e infantes que ahora esperan con entusiasmo la sorpresa que les depare este día.
Pero, en gran parte también queda grabado aquel evento que marcó el fin de la creencia, muchas veces con profunda tristeza. Mientras, niños y niñas hoy comienzan a descubrir más un mundo en que tienen la información a un clic de distancia, intercambiar opiniones y hacer preguntas sobre la real existencia de ese hombre que también se conoce en el mundo con nombres como Papá Noel y Santa Claus, que muchas familias no saben cómo abordar ante el temor de destruir esas ilusiones y marcar negativamente la infancia y esta fiesta. Tampoco son pocas mamás y papás que tiene dudas sobre si deben o no fomentar la creencia en populares fantasías que, sin dudas, terminan por vincularse con el consumismo y materialismo para interferir con los propios valores.
El fenómeno en torno al viejito pascuero puede parecer complejo, pero hace parte de procesos propios de las primeras edades y no hay que evitarlos. Una materia que aborda el equipo de académicas del Área de Infancia del Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción (UdeC) las psicólogas Yanaray López, Nieves Schade y Marcela Maldonado.
El pilar es que creer en figuras míticas como es el viejito pascuero, el hada o ratón de los dientes y el conejo de pascuas son tanto un fenómeno sociocultural como parte del desarrollo psicológico infantil.
En este sentido, destacan como fundamental conocer la teoría de desarrollo cognitivo de Jean Piaget, que postula que niños y niñas entre los 2 y los 7 años de edad se encuentran en la etapa preoperacional, la que está caracterizada por el pensamiento mágico y la dificultad para distinguir entre fantasía y realidad. “En esta fase, la tendencia natural hacia la fantasía y la imaginación lleva a niñas y niños a creer fácilmente en personajes míticos, lo que es un reflejo normal de su desarrollo cognitivo”, resaltan.
Para profundizar lo expuesto, hay que comprender que, desde un punto de vista psicológico, la forma de pensamiento a través de la cual niños y niñas pequeños se relacionan con el mundo es distinto a la forma de pensar que tienen jóvenes y adultos que han superado las distintas etapas de su desarrollo según lo esperado o considerado normal.
“El pensamiento de menores de 7 años opera considerando la fantasía y la realidad concreta al mismo tiempo. Es así que comprenden la realidad como algo mágico, a partir de la mera apariencia de los objetos sin cuestionarlos”, aclaran las especialistas. Y lo que adultos conciben como imaginario se ve cotidianamente en acciones como los juegos.
Al respecto, afirman que “el viejito pascuero es una figura del mundo de la fantasía que cohabita con la realidad concreta, y que para un niño o niña pequeño no necesita comprobación de la realidad de su existencia, basta con lo que el niño o niña crea”.
Las académicas también ponen el acento en que las figuras míticas son parte de tradiciones culturales. Por ello transmiten ciertos valores y normales sociales. “Por ejemplo, el viejito pascuero se asocia a menudo con la generosidad y el buen comportamiento. Para algunos niños y niñas creer en figuras como el viejito pascuero puede proporcionar sensación de consuelo y seguridad. Estas figuras a menudo representan amor incondicional y cuidado”, aseguran las académicas.
Y como el pensamiento mágico y las creencias en figuras míticas o de fantasía hacen parte de procesos normales, el equipo del Área Infantil de Psicología UdeC que integran Nieves Schade, Yanaray López y Marcela Maldonado, resalta que son sobre todo importantes para el desarrollo cognitivo y socioemocional de niños y niñas, impactando positivamente en distintos aspectos. Por eso, no es una recomendación evitar estas creencias.
Al respecto, exponen que éstas fomentan la imaginación y creatividad, permiten explorar y comprender el mundo desde su propia experiencia y perspectiva.
Además, como parte de las celebraciones tradicionales tienen un rol cultural relevante, porque propician el aprendizaje y conexión con la cultura y valores familiares o de las comunidades, fortaleciendo los lazos.
“Desde el punto de vista del desarrollo emocional y moral, estas creencias juegan un rol significativo. Los niños y niñas aprenden sobre dar, recibir y compartir, desarrollando un sentido de esperanza y optimismo. También comprenden las normas sociales y morales, como la relación entre buen comportamiento y recompensas. Este aprendizaje sobre recompensas y castigos influye en su comprensión de lo correcto y lo incorrecto, detallan las psicólogas UdeC.
Y es por lo expuesto que es recomendable que padres, madres y cuidadores fomenten creencias en figuras de fantasía durante la primera infancia para estimular la imaginación y creatividad, ya que aclaran que ello permite establecer una comunicación desde la perspectiva y forma de pensar y conocer el mundo con que se desenvuelven niños y niñas. Asimismo, permite preservar tradiciones culturales y familiares si se consideran relevantes y oportunas.
Algo que, sin embargo, no significa perpetuar este mundo de fantasía a través de los años ni mucho menos omitir las respuestas veraces cuando comiencen las interrogantes.
Sobre ello las profesionales son enfáticas: “al enfrentar preguntas de niñas y niños que comienzan a dudar es recomendable adoptar un enfoque que fomente el pensamiento crítico”. Y el tipo de respuesta dependerá de lo concreto de la interrogante planteada y avance del desarrollo.
“En lugar de insistir en la existencia de estas figuras se puede animar a los niños y niñas a explorar sus propias creencias, haciendo preguntas reflexivas”, plantean. En una situación en que la pregunta sea “¿existe el viejito pascuero?” es aconsejable contrapreguntar con “¿qué crees tú?”, por mencionar una idea. “Cuando busquen una respuesta directa, es importante responder con honestidad, adaptando la explicación al nivel de comprensión de la niña o el niño”, sostienen.
Para orientar lo anterior recomiendan considerar aspectos como la edad, nivel desarrollo cognitivo, capacidad de pensamiento crítico, grado de curiosidad y de comprensión de la realidad versus la fantasía, madurez emocional y sensibilidad individual.
Como la creencia en figuras míticas integra un proceso normal del desarrollo socioemocional y cognitivo, cuestionarse y dejar de creer también lo es al llegar ciertas fases.
En este sentido, las especialistas aclaran que lo esperable es que este tipo de creencias persistan hasta cerca de los 7 años, en que las investigaciones plantean que niños y niñas comienzan a establecer relaciones lógicas y a preguntarse sobre el origen de todo sin que sea suficiente una sola explicación.
“A medida que los niños y niñas crecen, con el cambio de pensamiento comienzan a cuestionar y eventualmente abandonar estas creencias, lo que es un signo saludable de desarrollo cognitivo. Este proceso de transición es un indicativo importante de su crecimiento y maduración intelectual”, enfatizan.
Aunque la creencia en el viejito pascuero y otras figuras símiles tienen comprobados beneficios o impactos positivos dentro del desarrollo integral en la infancia, las psicólogas no desconocen la existencia de aspectos negativos.
El primero, que quizá evoque un recuerdo más amargo, puede ser la decepción al descubrir la verdad, con un nivel de impacto relacionado con la forma y momento en que esto suceda.
Además está la sobrevaloración del materialismo. “Un viejo pascuero que trae muchos regalos puede mostrar la importancia de los objetos materiales como valor más que el disfrute de algunos regalos y el encuentro familiar o tiempo de estar con las personas que le demuestran cariño”, plantea.
¿Qué hacer? La clave es reflexionar y determinar el sentido dentro de la crianza y valores familiares que se da al viejito pascuero y la navidad, como podría suceder con otras figuras y festividades, si se desea fomentar la fantasía en su dimensión amorosa o una asociada al consumo de objetos.
“El principal desafío en la crianza y la sociedad es equilibrar estos aspectos: mantener la maravilla de la fantasía mientras se prepara a los niños y niñas para la comprensión gradual de la realidad y se inculcan valores más allá de los aspectos materiales de estas tradiciones”, concluyen.