La OMS declaró a este fenómeno como una de las 10 mayores amenazas a la salud pública global, por el riesgo que corren todos de sufrir infecciones de patógenos resistentes. Y por eso cada actor social debe contribuir al uso prudente de agentes que atacan a microbios y así a la solución del problema desde su ámbito.
La resistencia a los antimicrobianos (RAM) mata a 1.3 millones de personas en el mundo cada año y se proyectan 10 millones a 2050, superando al cáncer. Por eso la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró una de las 10 mayores amenazas a la salud pública global, porque toda la población es susceptible a sufrir una infección causada por un patógeno resistente.
Así, en su abordaje se requieren esfuerzos mundiales y que todo actor social colabore en el uso adecuado de fármacos y sustancias. Ahí el incentivo de la Semana de Concientización sobre la RAM, que la OMS impulsa desde 2015 y este 2023 se ha celebrado desde el 18 de noviembre con el lema “Prevengamos juntos la resistencia a los antimicrobianos”.
Para impulsar la acción es clave conocer al problema.
El doctor Gerardo González, director del Laboratorio de Investigación en Agentes Antimicrobianos (LIAA) y académico de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Concepción (UdeC), aclara que son fármacos o sustancias que se usan para matar o controlar la proliferación de microorganismos que naturalmente habitan distintos ambientes y potencialmente pueden ser patógenos y causar infecciones y graves problema.
Hay antimicóticos o antifúngicos para controlar hongos, antivirales para virus, antiparasitarios para los parásitos, y antibióticos o antibacterianos para bacterias.
Y el microbiólogo explica que la resistencia ocurre como fenómeno de supervivencia, los microorganismos resisten a morir y tienen distintos mecanismos biológicos para mutar sus genomas, evolucionar y sobrevivir, con genes que pueden diseminar a otros individuos.
Esto, afirma, ocurre en el medio en presencia o ausencia de antimicrobianos, pero cada vez que se emplean agentes se genera presión de selección a la resistencia a su acción que combate a los patógenos e infecciones. “Eso trae dificultades en la efectividad de los tratamientos y eliminación de los procesos infecciosos”, advierte González.
Ahí la gravedad de la RAM y la resistencia antibiótica concentra la alerta por su magnitud e impacto.
“La lucha contra bacterias resistentes que afectan a pacientes la hacemos a diario aquí y en todo el mundo. Y muchas veces nos vemos con problemas para encontrar alternativas terapéuticas eficaces contra infecciones bacterianas. Pero, también las infecciones virales y fúngicas están teniendo un rol preponderante en nuestro quehacer infectológico diario”, resalta el doctor Alejandro Aguayo, médico infectólogo y académico del Departamento de Medicina Interna UdeC, además de editor del libro UdeC “Principios de Terapia Antimicrobiana”, cuya segunda edición se lanzó en octubre y la elaboraron integrantes de Medicina, el LIAA como Gerardo González, y Farmacia.
La obra, orientada a formación y actualización para profesiones de la salud, aborda la realidad local de la global RAM, desde los aspectos básicos sobre microbios y antimicrobianos para fortalecer conocimientos para el uso clínico adecuado de los agentes del presente y de cara al futuro, evitando la sobreindicación destaca Aguayo.
Pero, no puede obviar la trascendente responsabilidad individual: “el gran aporte que toda persona puede hacer para combatir este problema es prevenir infecciones y no automedicarse”, manifiesta.
“Es crucial saber que las infecciones virales como resfríos no se tratan con antibióticos y que estos incluso pueden ser nocivos si están mal indicadas. Y con la prevención no hay necesidad de tratamiento y para ello es esencial la vacunación”, afirma. También son relevantes otras medidas de autocuidado como lavado frecuente de manos, ventilación y desinfección de ambientes, o evitar aglomeraciones.
Y como el conocimiento es la mejor herramienta para combatir el problema y la ciencia lo genera, en la UdeC se fortalecerá el aporte a través del Grupo de Estudios en Resistencia Antimicrobiana G-RAM que se presentó el 22 de noviembre.
La instancia tiene reconocimiento institucional y está integrada por el equipo interfactultades e interdisciplinario que aportó al desarrollo del citado libro, en el marco de una larga colaboración académica en torno a la RAM, destaca el director del Grupo e investigador del LIAA, doctor Andrés Opazo.
“Nuestra misión será hacer investigación, docencia y vinculación con el medio de diversas formas”, cuenta, mirando al horizonte de mejorar los conocimientos y herramientas que existan en el ámbito clínico y social para afrontar la RAM.
Conocer los mecanismos biológicos de resistencia de los microorganismos es una cuestión básica para abordar el problema de la RAM y dar soluciones clínicas que contribuyan a la salud pública, como también lo es saber con qué protagonistas y forma se evidencia en el contexto nacional.
Y en esos retos se enmarca el quehacer científico del LIAA UdeC, adscrito al Departamento de Microbiología de la Facultad de Ciencias Biológicas, y cuyo plantel estable de académicos lo conforman su director Gerardo González junto a los doctores Helia Bello y Andrés Opazo, con un foco especialmente puesto en la resistencia antibiótica.
En este espacio suman varios años de estudios y generación de evidencias a través de multiplicidad de proyectos. Para los avances ha sido esencial el vínculo con una red de hospitales a lo largo de Chile donde se aíslan bacterias que luego se analizan para estudiar distintas aristas del fenómeno, como la resistencia en el medio intrahospitalario y relación genética entre cepas.
Es una materia de gran importancia si se considera que en dicho contexto es donde se utilizan más intensivamente los antibióticos en términos de salud humana, porque también tienen usos clínicos veterinarios y en industrias como la acuícola o alimentaria, y se concentra la resistencia con su gravedad. Eso sí, el hecho no excluye que se den infecciones comunitarias por bacterias u otros patógenos resistentes, porque ocurren también, si bien están más diluidas.
Al respecto, el doctor González aclara que “en el ambiente clínico se usan normalmente antibióticos en pacientes hospitalizados y sobre todo en unidades de manejo crítico, ya sea porque tienen un proceso infeccioso o para evitarlo”. La consecuencia es que “lo que se hace es presionar selectivamente: el antibiótico va a favorecer que bacterias que cambiaron genéticamente prosperen, y pasamos de una población que es susceptible a la acción de los antibióticos a una que es resistente”, relata.
Todo ese fenómeno es el que desencadena las graves complicaciones en torno a la pérdida de efectividad de los tratamientos y de disponibilidad de alternativas terapéuticas, poniendo en serio riesgo la salud y bienestar de las personas con víctimas fatales a diario en todo el mundo.
Para profundizar en la investigación que han llevado a cabo a través de los años y contribuir desde el trabajo y evidencia local a abordar un problema global, el científico especifica que “en el LIAA nos hemos dedicado a estudiar los mecanismos de resistencia: cómo una bacteria llega a ser resistente y su diseminación, principalmente investigando elementos genéticos móviles que codifican genes de resistencia y cómo se diseminan desde una bacteria a otra”.
Años de investigaciones que han producido importantes descubrimientos y saberes. Entre estos considera de lo más importante que “hemos encontrado en el medioambiente y aguas servidas a los mecanismos de resistencia que se encuentran en bacterias que están en los hospitales, donde están sometidas a fuerte presión de selección por uso de antibióticos”.
En ese marco adelanta que un reto científico actual es determinar si las bacterias resistentes que están en el ambiente, que plantea que probablemente llegaron desde hospitales o lugares donde se usan antibióticos, son capaces de diseminar sus genes de resistencias a bacterias autóctonas.
También han estudiado el fenómeno en ambientes con baja presión de selección, como la Antártica, donde asegura que igualmente “encontramos bacterias antárticas resistentes”.
Otro interés que han explorado es la búsqueda de compuestos con actividad antibacteriana sobre bacterias muy resistentes, que puedan orientar al diseño de las necesarias y hasta vitales nuevas alternativas terapéuticas.
Además, Gerardo González cuenta que el último tiempo han puesto especial foco en estudiar distintas aristas en torno a un mecanismo que tienen ciertas bacterias, la producción de una enzima que destruye los antibióticos y específicamente a los de última línea de tratamientos. Con este mecanismo, que se puede combinar con otros, “las bacterias se hacen resistentes a prácticamente todos los antibióticos disponibles”, advierte.
Para seguir avanzando en investigaciones y conocimientos de la RAM en las distintas aristas que han considerado ahondar a través de los años, en el LIAA no detienen su quehacer, evolucionan y robustecen su esfuerzo para generar más evidencias de impacto para comprender y combatir este grave problema de salud.
Tienen distintas iniciativas en curso con financiamientos internos de la UdeC, de la industria farmacéutica y públicos.
En lo último releva un proyecto Fondef, adjudicado por la Anid, que se enmarca en la búsqueda de genes de resistencia en aguas servidas, matriz en que se pueden estudiar y monitorear distintos parámetros de relevancia sanitaria y ambiental. González adelanta que el desafío es identificar marcadores y diseñar un sistema que permita detectar genes para usar como marcador del riesgo de resistencia.