Contaminación, calentamiento global y cambio climático son problemas globales que toda persona puede ayudar a solucionar.
El cambio climático es un grave problema cuya aceleración se debe al calentamiento global provocado por la liberación de gases de efecto invernadero (GEI) como el carbono y que emanan de las actividades humanas contemporáneas.
Desde el inicio de la era industrial, en el siglo XVIII, el planeta ha aumentado su temperatura a nivel sin precedentes en al menos 2 mil años, con inequívocas consecuencias en el clima, advirtió el más actualizado informe que presentó el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (Ipcc) en 2021.
Críticos fenómenos globales de impactos locales, como también son las contribuciones a acrecentar el problema o avanzar en sus soluciones. En este último ámbito es que en los países se implementan distintas medidas y se aúnan esfuerzos con acuerdos o campañas mundiales. Un ejemplo es el Día Internacional contra el Cambio Climático, que se celebra cada 24 de octubre para concienciar a la población en mira a impulsar acciones.
Porque los aportes deben ser tan colectivos como individuales, promovidos desde lo público e industria y desde la intimidad del hogar, ya que hay muchas maneras de hacerlo como también razones. Aquí es donde el compostaje emerge como una poderosa alternativa que las comunidades, familias e individuos pueden tomar para ayudar a combatir el cambio climático.
Estudios indican que en Chile una persona genera más de 1,2 kilos de basura a diario y 50% son residuos orgánicos que terminan en vertederos y liberan GEI. Y el Informe del Banco Mundial “What a waste 2.0” dice que en Chile sólo 0,4% de los residuos domiciliarios se composta, de casi cuatro millones de toneladas que se generan al año y una enorme cantidad que podría compostarse.
Y todas las cualidades del compostaje las abordan Patricia González, académica de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción (UdeC) y directora del proyecto del Fondo de Innovación para la Competitividad Regional (FIC) “Compost Alta Calidad”, en conjunto con Cecilia Céspedes ingeniera agrónoma y asesora del proyecto.
Primero hay que saber que el compostaje es un proceso de descomposición controlada de materia orgánica de residuos vegetales o animales. Es posible gracias a la actividad microbiana de hongos o bacterias, responsables de la metabolización que provoca la oxidación de la materia orgánica y que resultará en nutrientes para el suelo. Ese es el compost.
Y precisan que el proceso de oxidación orgánica tiene las fases de latencia y crecimiento, termófila y de maduración.
“Comienza la degradación de los elementos por parte de las bacterias mesófilas a una temperatura de 45°C”. “Luego existe una liberación de energía disipándose como calor y estimulando la aparición de los organismos termófilos. Éstos actúan a temperaturas de 60 a 70 °C produciendo una rápida descomposición de materia orgánica, eliminando larvas y semillas de malezas. Finalmente en la maduración es un periodo descomposición lenta. La temperatura comienza a disminuir, apareciendo microorganismos que contribuyen a la desintegración de la materia de menor biodegradabilidad, formando el compost”, detallan.
Para realizar un proceso efectivo se necesita un minucioso control de la sustancia orgánica. Se debe considerar una relación en proporciones adecuadas entre temperatura, humedad, oxigenación y desarrollo de los organismos descomponedores de materia.
El compostaje es un proceso simple, pero poderoso y está demostrando ser una contribución significativa para el medioambiente. Las investigadoras explican que el compost enriquece la calidad física, química y biológica del suelo con materia orgánica estabilizada. La estructura se fortalece, la capacidad de retención de humedad se incrementa y se fomenta la actividad de organismos beneficiosos para las plantas al ser una fuente rica en nutrientes.
También actúa como escudo contra enfermedades al aumentar la población de organismos que actúan como bactericidas y fungicidas; vital para mantener los cultivos vivos en tiempos de sequía o lluvias intensas.
En este sentido, Patricia González resalta que su aplicación al suelo disminuye la dependencia de fertilizantes químicos. Al aumentar la cantidad de materia orgánica estabilizada, comienza a descomponerse en forma sincrónica con los requerimientos del cultivo. Estudios respaldan que se generan procesos que minimizan la contaminación en los cultivos.
Además, reduce la cantidad de residuos orgánicos destinados a lugares de disposición final y que generan grandes emisiones de GEI, además de provocar malos olores o contaminación de napas subterráneas o cuerpos de agua, y riesgos sanitarios.
De ahí que el compostaje revaloriza los residuos orgánicos desde su tratamiento responsable y cada vez se considera más una práctica ecológica esencial para construir un futuro más sostenible, sustentable y saludable desde las propias acciones.
Por lo tan poderoso como simple que es el compostaje como una práctica de acción climática, es que en Chile y la Región del Biobío se han hecho distintos esfuerzos para popularizarlo, lo que ha llevado a evidenciar los múltiples beneficios para el bienestar ambiental y también humano que propicia.
A nivel público está el programa “Reciclo Orgánicos” del Ministerio del Medio Ambiente que actúa a nivel nacional y en lo local también hay valiosas impactantes iniciativas que vale la pena conocer.
Una enorme contribución proviene de la organización comunitaria Rebrota, entidad que se dedica a fomentar la conciencia ambiental y bienestar mental, traspasando técnicas y métodos de terapia hortícola y sustentabilidad para colaborar en el desarrollo de la salud colectiva y el medioambiente mediante la ejecución de proyectos eco-sociales, ofreciendo doble beneficio para sus usuarios.
Rebrota trabaja a la par con el Hospital Psiquiátrico Leonor Mascayano de Concepción. Los profesionales interactúan con los pacientes para seguir trabajando en su bienestar psicológico. A lo largo de este año ha desarrollado diversas herramientas de revisión para llevar a cabo acciones más efectivas y cohesivas en su programa.
Y en un gesto notable de cuidado hacia los pacientes del recinto hospitalario, quienes enfrentan efectos secundarios gastrointestinales debido a las fuertes medicaciones, la organización planea ofrecer clases de cocina específicamente diseñadas para ayudarles, además de proporcionar frutas y verduras de su huerta en la cual utilizan compost para nutrir estas siembras.
Pero, cualquier persona interesada puede unirse a sus actividades como son el sendero terapéutico, voluntariados, la huerta comunitaria y a futuro estará la fábrica de compostaje para realizar este proceso a gran escala. Y es que el compostaje dirigido a la regeneración de suelos y mentes ha demostrado ser terapéutico, brindando reflexión interna y de autocuidado.
También se puede aportar desde el emprendimiento y trabajo. En este sentido hay un ejemplo en Bioimpacto, que está ubicado en Chiguayante y está dejando una huella ecológica positiva en la comunidad.
La historia comienza con la pasión por el medioambiente y la sostenibilidad de su fundador Martín Muñoz. Es así que Bioimpacto se ha centrado en proporcionar vermicomposteras y lombrices californianas, permitiendo a las personas realizar el proceso de compostaje por sí mismas. Además, brindan charlas, talleres y asesorías a diversas instituciones y escuelas para fomentar prácticas sostenibles.
Sobre ello, Martín Muñoz destaca que el vermicompostaje ofrece ventajas en términos de velocidad, eficiencia y calidad del compost. Esto lo convierte en una opción atractiva para la gestión de residuos en entornos urbanos y espacios reducidos. Su facilidad de uso y los mínimos inconvenientes que conlleva hacen de estas vermicomposteras una elección popular.
Un servicio particularmente destacado es la recolección de residuos orgánicos. Muñoz visita a las familias locales una vez por semana, recolecta sus residuos orgánicos y, después de un par de meses, devuelve el resultado: el humus de lombriz que se utiliza como abono orgánico.
Dado el escenario climático y ambiental actual se hace evidente que es necesario e indispensable que acciones como las que generan estas dos experiencias, como las otras que existen, sigan fomentándose y aumente la acción e impacto en el Gran Concepción, la Región del Biobío y Chile.