Ciencia y Sociedad

Clases activas: la innovación para mejorar la salud mental y convivencia escolar en Biobío

Desde la UdeC Los Ángeles se impulsa un proyecto FIC que llevará a las aulas regionales una estrategia pedagógica que desde la actividad física favorece el bienestar de estudiantes, sus relaciones y climas para los aprendizajes y desarrollo integral.

Por: Natalia Quiero 17 de Agosto 2023
Fotografía: Carolina Echagüe

Son tantos los beneficios sobre el bienestar integral que tiene la actividad física que, en la comunidad de especialistas de las ciencias de la salud y del deporte, la consideran una “polipíldora” por su diversa acción.

Una robusta base de evidencias demuestra efectos que parten con proteger el estado de salud y continúan en prevenir muchas patologías o su control, tanto en la esfera física como mental, como obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, varios tipos de cáncer, ansiedad y depresión. Y diversidad de experiencias muestran que el bienestar individual influye en las relaciones y puede repercutir en el bienestar dentro de las comunidades.

El impacto contrario, con más patologías y menos bienestar, se reporta de una vida inactiva. Así advierte el doctor Rafael Zapata, académico de la Escuela de Educación del campus Los Ángeles de la Universidad de Concepción (UdeC) y especialista en actividad física y deporte, y por eso preocupa la realidad local y sobre todo de infantes y adolescentes, que viven en una poco auspiciosa condición para su futuro, así de la sociedad, si no hay cambios profundos y ahora.

La preocupación se sustenta en la evidencia. El investigador menciona que hay informes que reportan que en Chile más del 91% de niñas y 84% de niños tienen un nivel de actividad física insuficiente. No extraña, lamentablemente, que el Mapa Nutricional de Junaeb determinó que más de la mitad de los escolares sufre sobrepeso u obesidad.

Combatir la inactividad

Al sedentarismo lo determinan distintos factores, desde motivación a posibilidades de los contextos, sobre lo que Zapata expone que hoy, exacerbado desde que llegó la Covid-19, es influyente el protagonismo de actividades que implican largas jornadas sentadas frente a escritorios y pantallas, tanto por ocio usando dispositivos como las horas dentro de las salas de clases.

No significa que todo debe seguir igual: hay formas de innovar e impulsar beneficiosas transformaciones en las aulas y a ello quiere contribuir el académico junto a un grupo de la UdeC Los Ángeles a través del proyecto “Clases Activas+Convivencia Salud Mental Escolar”, que obtuvo recursos del último concurso del Fondo de Innovación para la Competitividad Regional (FIC-R) del Gobierno Regional del Biobío.

Rafael Zapata explica que la propuesta es incorporar novedosas estrategias pedagógicas para promover jornadas más activas, así mayor bienestar y ambientes más propicios para la enseñanza-aprendizaje en establecimientos locales. Porque miran los objetivos específicos de “contribuir a la salud mental de escolares de la Región del Biobío y mejorar objetivamente la convivencia escolar”, destaca.

La idea innovadora es llevar al descanso activo a las aulas, método que define como “inclusión de breves pausas de actividad física, de intensidad moderada a vigorosa, en asignaturas ajenas a la educación física”. Estas pausas, aclara, pueden o no incluir contenidos académicos.

Impacto local

Pensar en esta estrategia innovadora se sustenta en que “estudios recientes han demostrado la eficacia de los descansos físicamente activos sobre el nivel de actividad física, variables cognitivas y salud mental, entre otras”, cuenta Zapata.

Y así esperan impactar en las comunidades donde lleguen con el FIC-R que está en las fases iniciales de su ejecución que partió este 2023. El público objetivo son estudiantes de primero a cuarto básico de establecimientos en las tres provincias de la Región, y la implementación se valdrá de una plataforma que contiene cápsulas de videos de descansos activos e información relevante. Los recursos audiovisuales y tecnológicos están en diseño.

Para evaluar el impacto local, con plena convicción de que los beneficios serán tangibles, se contempla un estudio piloto, cuando a docentes y escolares se aplicarán instrumentos validados en torno a bienestar socioemocional, convivencia escolar y otras variables asociadas al contexto educativo. El investigador adelanta que se considera una evaluación inicial y otra meses después de implementar el programa para determinar su efectividad.

“Nuestro desafío es lograr el mayor alcance en las tres provincias. El año dos tenemos planificada una etapa de transferencia y si hay establecimientos o autoridades comunales que decidan implementarlo, allí lo instalaremos”, manifiesta.

Descanso activo: menos sedentarismo y más bienestar desde el aula

Un estilo sedentario o inactivo físicamente es sinónimo de tener una vida en que las jornadas están protagonizadas por el desarrollo de actividades en una sola postura y que no demandan un esfuerzo físico que se traduzca en aumentar el gasto energético, el único que se genera es el normal de las actividades orgánicas y cognitivas, explica el doctor Rafael Zapata, académico de la UdeC y líder del novedoso proyecto “Clases Activas+Convivencia Salud Mental Escolar”.

En otras palabras, la inactividad implica que la actividad física regular que mantiene una persona no alcanza un nivel mínimo para reportar algún efecto sobre la salud.

Porque hay consenso en que se deben alcanzar determinados parámetros para obtener beneficios y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha generado la recomendación básica de realizar de 300 a 150 minutos semanales, divididos en distintos días, de actividad física de intensidad moderada a vigorosa para un adulto sano.

Aunque por el prevalente sedentarismo y de la mano de las evidencias científicas que van apareciendo desde nuevos estudios se apunta a nuevas metas. En este sentido, el investigador cuenta que se ha determinado que lo ideal es que la actividad física se acumule al menos 10 minutos continuos para mejorar la salud, y también que las directrices más actualizadas de la OMS relevan que cualquier cantidad de actividad es mejor que ninguna, y que mientras más se realiza será mejor, estableciéndose que cualquier acción que interrumpa al sedentarismo puede tener la capacidad de contrarrestar sus efectos negativos.

Un contexto en que cobra enorme valor el incorporar el descanso activo a las jornadas, sobre el que explica que dentro del ámbito educativo surge como una estrategia desde la metodología de Aprendizaje Físicamente Activo, la cual propicia la inclusión de actividad física durante la jornada escolar y en procesos pedagógicos de cualquiera de las asignaturas del currículum. Y lo crucial es que sus aportes para estudiantes son bastante amplios y los han abordado investigaciones y experiencias en torno a distintas aristas.

La cognición

El cerebro es la primera parada del doctor Zapata y cuenta que los descansos activos han sido objeto de estudio en cuanto a su potencial para mejorar funciones cognitivas e influenciar positivamente el rendimiento académico de escolares.

“No está claro qué modalidad específica de descansos activos tienen mayor impacto, pero no hay evidencia que sugiera que su implementación tenga algún efecto adverso sobre el rendimiento académico o el comportamiento en el aula, lo que puede alentar a los profesoras y profesores a incorporar, en forma segura, los descansos activos en su rutina escolar”, sostiene.
Entre diversos efectos particulares evidenciados, menciona aportar a recuperar la energía y mejorar la atención en estudiantes.

Bienestar socioemocional

El bienestar socioemocional de escolares y comunidades también se ha visto notablemente favorecido al implementar esta estrategia de hacer pausas con actividad física.

“Investigaciones recientes han demostrado que la actividad física durante los descansos contribuye a reducir los niveles de estrés y ansiedad en los niños, mejora el estado de ánimo, la autoestima y la autorregulación emocional. Es decir, promueve un mayor bienestar emocional”, resalta Rafael Zapata.

También permite fomentar la sana convivencia escolar y la razón que entrega es que “a través de las interacciones mediadas por el juego, niños y niñas pueden fortalecer habilidades emocionales intra e interpersonales como la empatía, resolución de conflictos de forma pacífica, comunicación asertiva y el trabajo en equipo”.

Todo ello, asegura, reduce las chances de disrupción e indisciplina dentro del aula.

No deja de relevar que “al poner en práctica los descansos activos, docentes podrían alcanzar con mayor facilidad los estándares pedagógicos que plantea el Marco para la Buena Enseñanza sobre crear ambientes propicios para el aprendizaje, considerando la convivencia como un aprendizaje más que se construye de forma colaborativa al relacionarse con otros y otras”.

Escenario en que también se ve favorecida la inclusión educativa. Al respecto, comenta que evidencia científica reporta este beneficio de los descansos activos al concebirse como una estrategia de enseñanza que permite el desarrollo integral.

Para ir más profundo en los conocimientos que existen al respecto, el investigador detalla que “en niños y niñas con Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad mejoran la atención, concentración y memoria. En niños y niñas con Síndrome de Down se evidencia que la actividad física en el aula posibilita el desarrollo motriz y cognitivo. Y en niños y niñas con TEA mejora los niveles de estrés y ansiedad, lo que contribuye a un mejor clima de aula y proceso de aprendizaje de cada escolar”.

La esfera física

Y, así como mantener una vida activa es parte de un estilo saludable que repercute en la protección y prevención frente a enfermedades físicas, la esfera del componente físico de la salud no está ajena a los impactos positivos de las pausas activas dentro de las aulas y en clases distintas a educación física.

Y Rafael Zapata enfatiza que se ha reportado que, incluir este tipo de descansos dentro de las jornadas escolares, tiene un efecto positivo sobre aspectos que son críticos y desafiantes a la luz de las cifras problemáticas en torno a los hábitos y perfil epidemiológico: incrementan los niveles de actividad física en infantes y adolescentes, en quienes también se ha comprobado una mejora a su condición física.

Para abordar la trascendencia, manifiesta que “una buena condición física, especialmente de la capacidad cardiorrespiratoria y fuerza muscular, se considera buen indicador de salud en niños y adolescentes y se asocia con menor riesgo cardiovascular”, siendo las patologías cardiovasculares primera causa de muerte. Al contrario, advierte que “un nivel bajo de fuerza muscular en la adolescencia está asociado con alto riesgo de muerte prematura”.

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