Estudio Ucsc analizó el uso de relaves mineros para construir concreto

Se generan en un millonario tonelaje cada año y contienen sustancias que pueden ser nocivas. Aunque, estos residuos podrían tener un nuevo ciclo de vida que lleve a reducir sus riesgos.

Una cantidad que supera los 530 millones de toneladas de relaves mineros se depositan cada año en Chile, según los cálculos que ha hecho el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) a partir de la información que entregan las empresas mineras. Y estimaciones de la Fundación Chile dicen que para 2026 este tonelaje habrá crecido un sustancial porcentaje hasta llegar a más de 915 millones de toneladas.

Es una cantidad descomunal de residuos de la industria minera, que opera fundamentalmente en la zona norte del país, y que se generan cotidianamente en una magnitud comparable a cerros y que se desechan en depósitos.

Y también es descomunal la preocupación que existe en la comunidad científica por el gran impacto ambiental y sobre la salud de las personas que pueden provocar estos desechos que contienen una serie de sustancias potencialmente nocivas. Con mayor razón en el escenario de crisis ambientales como la contaminación, calentamiento global y cambio climático que está afectando al bienestar del planeta y de la humanidad.

De ahí el interés de buscar soluciones para disminuir la cantidad de estos desechos y así sus implicancias que se despertó en Eduardo Suazo, químico ambiental de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) y cuya tesis de grado para titularse versó sobre la viabilidad de reutilizar estos materiales para producir concreto.

Idea innovadora

“Un relave minero es el residuo que queda de la extracción de la roca, vendría siendo como el 95% del material extraído y se constituye de algunos metales pesados como el zinc y plomo, entre otros”, es lo primero que explicó para abordar el valor de su investigación Eduardo Suazo, quien actualmente trabaja en la Ucsc en el proyecto “Centinela Biobío” para el monitoreo de aguas residuales que dirige el académico Matías Hepp y financia el Gobierno Regional del Biobío,

Y aseguró que “este material no se utiliza actualmente”. “Por eso se buscó la manera de aprovecharlo de alguna manera. Esta investigación es mi forma de aportar”, manifestó.

Una idea que reconoció innovadora y pionera, porque contó que en la literatura internacional hay publicados trabajos científicos sobre la reutilización de relaves mineros, pero que han sido en otros usos como desarrollar materias primas para fabricar ladrillos, baldosas o biopolímeros.

Al respecto, destacó que para su proyecto el desafío científico fue encapsular los metales en la estructura de concreto para que no se liberen en el medioambiente, tanto en el aire como en el agua principalmente. Para ello precisó que “medimos en tres formatos distintos: lixiviado, agua de curado y en la mezcla directa de cemento y arena”.

En este sentido, el químico ambiental comentó que hubo metales que no se lograron encapsular y otros que no se consideraron por estar en muy bajas concentraciones, mientras destacó que una de las mediciones realizadas fue en lixiviado para el zinc que alcanzó un encapsulamiento del 98,2% y el plomo un 93%.

“Estos resultados se mantienen dentro de las normativas vigentes del país, y permitirían que puedan usarse estos residuos sin que represente un mayor riesgo, ni por el deterioro del material ni por las lluvias”, aseveró.

Escalar

Los resultados obtenidos son promisorios, afirmó Eduardo Suazo, por lo que lo ideal es que las evidencias se sigan generando y profundizando.

Porque el investigador relevó que es fundamental seguir avanzando en nuevas investigaciones, analizar más parámetros y subir en las escalas de laboratorio y contextos reales, para realmente llegar al horizonte de que una innovación de este tipo deje de ser una idea o una investigación exitosa y se materialice como innovación, con tal de contribuir a la sustentabilidad de la industria minera que es una de las principales economías nacionales, al ir reduciendo sus potenciales impactos ambientales y sanitarios.