Ciencia y Sociedad

Kinesiólogo Juan Pablo Matamala: “Realizar una actividad física que no sea de preferencia no cumpliría con sus objetivos”

El especialista de Clínica Biobío releva que la vida activa tiene beneficios en lo físico, psicológico y social que la hacen recomendable como hábito, porque se reportan según cierto tiempo y frecuencia. Por eso se debe disfrutar y adecuar a necesidades e intereses, para adherir a ella.

Por: Natalia Quiero 09 de Abril 2023
Fotografía: CC

Efectos a nivel físico, mental y social que protegen la vida y su calidad. No hay mejor forma de resumir los potentes beneficios de la actividad física como hábito, por algo es pilar de los estilos de vida saludable.

Mensajes básicos en el “Día Mundial de la Actividad Física” que la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra cada 6 de abril, misma fecha que Naciones Unidas proclamó “Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz”. El propósito es incentivar a más personas a tener una vida activa para mejorar la salud e incrementar el bienestar.

Es que la OMS advierte que 60% de la población global es sedentaria; por ende, prevalecen una serie de patologías que son gran causa de morbimortalidad cuyo desarrollo previene o controla la actividad física como obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, cánceres y depresión.

Impacto integral

El cuerpo y sistema músculo-esquelético tienen un principio fundamental: lo que no se usa se pierde. Elasticidad, resistencia, fuerza o flexibilidad son cualidades motoras y se van perdiendo en la medida que se exige menos o no se exige. La actividad física las mejora”, explica el kinesiólogo Juan Pablo Matamala, profesional de Clínica Biobío, para empezar a desmenuzar el impacto sobre la salud integral de la actividad física.

De hecho, dice que el deterioro a estas capacidades puede asociarse a la vejez, pero a causa de la inactividad que se produce en el transcurso del envejecimiento, mientras es posible tener uno saludable, con menos deterioro y más bienestar, con actividad física habitual.

Además, la actividad física desencadena o interviene en procesos fisiológicos relacionados con distintas funciones y estado del organismo, desde gasto energético, grasas y control de peso corporal hasta producción de hormonas y sustancias que se vinculan con funciones orgánicas, placer y bienestar.

En ello, Matamala resalta a las endorfinas, por eso que la actividad física contribuye a reducir niveles de estrés, ansiedad y síntomas depresivos, y a prevenir o manejar enfermedades mentales. También aporta al buen dormir, así con la energía y concentración para las demandas de las jornadas.

Lo anterior favorece lo social, porque el bienestar influye en los vínculos, que también se crean y fortalecen en actividades grupales.

La mejor actividad

La evidencia demuestra que los impactos de una vida activa se dan en todas las personas y etapas, y que para todos y siempre es posible integrarse, si bien mientras antes son más los beneficios en prevención del deterioro y enfermedades. De ahí que ideal sea que los estilos de vida saludable se inicien con hábitos desde la infancia que se mantengan hacia la adultez.

Y ello implica que todos pueden encontrar una práctica ideal, porque existe amplia diversidad de actividades para dar opciones a que cada persona adhiera a una según sus necesidades, capacidades e intereses.

Como aspecto básico, el kinesiólogo aclara que “cualquier actividad que use al cuerpo o movimiento, que exija a alguna cualidad física, puede ser actividad física”. Ello se da en acciones simples, cotidianas y no intencionadas como caminar o andar en bicicleta para desplazarse, y en las estructuradas y planificadas que son el ejercicio, entrenamiento y deporte. Son distintos conceptos, si bien todos caben dentro de la actividad física.

Aunque haya publicidades y hasta investigaciones que destaquen una práctica sobre otra por sus efectos, asevera que “no existe” una actividad ideal para todos: cada una tiene características, objetivos, exigencias y riesgos que le hacen más o menos apropiada para alguien.

Para elegir la mejor, sostiene que “lo ideal es pensar en los objetivos e intereses individuales y buscar una actividad que se adecue a ello para hacerlo con regularidad”. Porque los beneficios se reportan sobre la base de cierto tiempo de exposición y frecuencia, el beneficio es el hábito. “No hay ninguna actividad física que tenga beneficios inmediatos y todo es parte de un proceso de logros. Mientras más motivación haya va a ser más fácil conseguirlos”, manifiesta.

El kinesiólogo advierte que “realizar una actividad física que no sea de preferencia no cumpliría sus objetivos”. Si no agrada se transforma en sacrificio realizarla, se añade como carga a la que existe y nubla parte de los beneficios psicológicos de la vida activa. Y una práctica que desagrada fácilmente se deja, desmotiva y lleva a la inactividad.

La OMS recomienda realizar mínimo 150 minutos semanales de actividad física moderada a intensa para que reporte beneficios. “La idea es que esa cantidad se distribuya en distintos días, pueden ser todos los días o uno por medio”, precisa. Se ha visto que la actividad se debe acumular al menos 10 minutos continuos cada vez para que conlleve sus efectos.

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