La crisis hídrica empeora y desalar agua es una solución cada vez más desarrollada, con tendencia a crecer. Pero hay varios criterios a considerar para la sostenibilidad de la actividad.
La menor disponibilidad del recurso hídrico, por la reducción de precipitaciones y consecuente merma en los caudales de cuerpos de agua dulce, es de los efectos más grandes del cambio climático en Chile.
El país vive una megasequía desde 2010, fenómeno que ha provocado una crisis hídrica que agudiza un problema histórico en el norte y se cronifica en el Chile central y del sur, avanzando cada vez más su extensión geográfica hasta las regiones del Biobío y La Araucanía. Y las proyecciones es que esta situación, que afecta la calidad de vida de las personas e interfiere con actividades productivas, siga empeorando.
¿Cómo obtener el vital elemento si hay escasez hídrica? Están los camiones aljibe, que abastecen a muchas comunidades, pero otra opción que cada vez tiene más desarrollo en Chile es desalar agua de mar: “Como solución a la crisis hídrica se está haciendo más viable. Antes eran más altos los costos de energía y eran limitante para establecer esta actividad. Con la inclusión de energías limpias se han abaratado los costos”, resaltó Ricardo Barra, académico de la Universidad de Concepción (UdeC) donde dirige el Centro Eula-Chile y también es investigador del Instituto Milenio de Socio-Ecología Costera (Secos) y del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (Crhiam).
En efecto, contó que varias plantas desalinizadoras están operando y múltiples proyectos están en desarrollo para instalarlas, especialmente en el norte y centro, ya sea para abastecer de agua potable a la población como para la industria.
Y ese contexto originó una investigación para establecer los sitios adecuados para instalar esta actividad. Sus resultados se publicaron con un artículo del que el doctor Barra es co-autor y cuyo autor principal es Enzo García, tesista del Doctorado en Ciencias Ambientales de la UdeC y creador de la empresa Bloom Alert.
El estudio analizó una serie de criterios para abordar la idoneidad de sitios entre las regiones de Arica y Metropolitana para instalar plantas. Los sectores más apropiados se determinaron por equilibrio entre menor costo técnico e impacto ambiental, considerando factores como restricciones espaciales, sociales y medioambientales. Los criterios se definieron con encuestas a 22 expertos internacionales de distintas disciplinas.
Altitud, pendiente, distancia a la costa o urbes y cercanía con la red energética o carreteras, además de presencia de áreas protegidas o comunidades indígenas a cierto radio delimitaron las restricciones o idoneidad. “La consideración de estos factores al momento de seleccionar la zona de emplazamiento de una planta desaladora permite que se desarrolle posteriormente de una manera más eficiente, tanto en lo operacional como en lo ambiental y socioeconómico”, sostuvo Enzo García.
La investigación analizó un territorio que abarca 114.540 km2 y el principal resultado es que 4,54% de esta extensión es altamente apropiada para instalar plantas desaladoras. Cifra que para los autores “revela la falta de espacio que se contrapone a las expectativas de crecimiento de la industria”.
En tanto, 60% de los sitios se consideraron poco o nada apropiados. Esto puede explicarse en gran medida por la fuerte influencia de la cordillera y cordones montañosos que atraviesan Chile.
Bajo los mismos criterios, analizaron 40 plantas desalinizadoras que están en funcionamiento o en fase de planificación y concluyeron que muchas no están en áreas apropiadas. Hallaron que 17 plantas se emplazan en zonas no apropiadas o sin clasificación, mientras 21 están en zonas muy apropiadas, 1 en zona apropiada y 1 en zona medianamente apropiada.
Para el doctor Barra, que los proyectos se instalen en áreas que el estudio definió como poco o nada apropiadas “puede estar ocurriendo porque en términos de políticas públicas para instalar las plantas desaladoras tenemos una serie de debilidades, tanto en el sistema de evaluación ambiental como en la propiedad del agua desalada. Todavía falta clarificar y desarrollar normativas basadas en evidencia científica, para que estas puedan ser más efectivas”.
Y relevó el crucial rol de la ciencia para generar evidencia al servicio de las mejores decisiones y que los actores competentes de decidir consideren esta información. Eso esperan de su investigación, si bien reconoció que “ahora tenemos que hacer un zoom para ir mirando con más detalle este 4% de la superficie, para obtener en detalle dónde podría ser el mejor lugar, evitando los impactos adversos”.
La gran crisis hídrica que se extiende por Chile y la mayor viabilidad técnica está gatillando la clara tendencia al crecimiento exponencial de la industria de desalinización de agua de mar. Y ese panorama plantea el reto de promover la sostenibilidad de la actividad, lo que genera la urgencia de avanzar en investigaciones que provean evidencia en ese horizonte.
Para el doctor Ricardo Barra es crucial acumular evidencia que profundice en los procesos o fenómenos y que permitan minimizar los impactos ambientales de la actividad y que sea óptima.
Aspecto desde el que el científico explicó que “por la literatura se sabe que estas plantas tienen ciertos impactos y uno de los que más preocupa es el de la salmuera. Porque para desalar hay que sacar los iones al agua de mar, se van acumulando y finalmente son devueltos al mar”.
“La salmuera es una concentración de sal que incrementa la salinidad natural del sistema y puede provocar ciertos cambios en los organismos”, aseveró. Para comprenderlo ejemplificó el consumo de sal (sodio) en exceso en las personas, que produce cambios fisiológicos de corto, mediano y largo plazo: en lo inmediato produce sed y un consumo crónico puede gatillar hipertensión o dañar los riñones.
Potenciales efectos de corto, mediano y largo plazo por las alteraciones en las condiciones naturales del océano que podrían afectar a organismos marinos.
“Estamos haciendo algunos estudios, pero sin duda es necesario tener un espectro más amplio de trabajos sobre los efectos que las plantas desaladoras tiene en las zonas costeras. Nosotros hemos estudiado una planta desaladora en Antofagasta y hemos encontrado que la escala del impacto de la salmuera en la zona costera es localizada. Pero, necesitamos hacer más para poder verificar esa área de impacto en la zona costera”, detalló Barra en este sentido.
Y añadió que “hay restricciones dadas por los cambios que están ocurriendo en el océano”. Uno que mencionó es el aumento en frecuencia e intensidad de las marejadas, que podrían botar estructuras y verter residuos al ambiente costero. “También están las amenazas de las floraciones algales por el incremento de las temperaturas y del cambio de las condiciones oceanográficas”, dijo. En este fenómeno las algas proliferan y algunas podrían ser tóxicas, pudiendo tapar las membranas que filtran agua o hacer que esta no sea segura.
Esta información científica es relevante para el presente y más para el futuro, porque el académico de la UdeC enfatizó que la desalinización de agua de mar se ve como alternativa de solución a la menor disponibilidad de agua dulce y su desarrollo sostenible en el país como parte de los procesos de adaptación al cambio climático, a vivir con menos agua.
Y la crisis no se acotará: “la escasez hídrica se va expandiendo hacia el sur y, probablemente, en esta parte de Chile vamos a tener una demanda por instalar este tipo de plantas”, advirtió Barra.
“Entonces, toda la experiencia que logremos acumular con lo que ya se ha desarrollado en el norte puede ser útil en el futuro en nuestros procesos de adaptación. Porque la desalinización es una alternativa, si bien no la única, pero que se ve económicamente viable y socialmente deseable para abastecer de agua de forma más permanente en vez de depender de cambios aljibe. Y podemos hacerla ambientalmente mucho más sostenible con estudios como este”, manifestó.
En Chile, según cifras oficiales, se encuentran bajo escasez hídrica más del 50% de las comunas del país, donde habitan más de 8 millones de personas y abarca un tercio del territorio nacional desde el extremo norte hasta el sur. Y la evidencia demuestra que la megasequía ha sido uno de los principales impedimentos para el crecimiento económico y desarrollo económico en la última década.
En cuanto a la desalinización, los informes del Ministerio de Obras Públicas dicen que en el país hay 24 plantas en operación y 22 en estado de construcción o planificación, ubicadas principalmente en las zonas costeras del centro norte del país. Estos proyectos han sido desarrollados principalmente por la industria minera del cobre, que representa más del 70% de la capacidad desalinizadora de Chile y se espera que a 2030 el 93% del agua usada en los procesos marinos sea de origen marino.