Es la principal causa de muerte y de discapacidad adquirida, pero identificar y actuar de manera veloz permite evitar o reducir sus severas consecuencias, que se relacionan con el área cerebral dañada.
El Ministerio de Salud (Minsal) estima que el accidente cerebrovascular (ACV) representa el 15% del total de muertes y discapacidad combinadas. Si eso no basta para dimensionar la magnitud del problema de salud pública, debe serlo que en Chile se producen 69 ACV diarios, cada hora fallece una persona por estos y la mitad de los sobrevivientes quedan con secuelas.
Es que la afección que también se conoce como ataque cerebral es primera causa de muerte, de discapacidad adquirida y de años de vida saludables perdidos por discapacidad o muerte prematura; destinos que no son inexorables, porque la mayoría de los ACV como sus consecuencias podrían evitarse y cambiar una preocupante realidad nacional e internacional. Y eso se busca concienciar en octubre como el “Mes Mundial del ACV”, en el marco de su día cada 29 como hoy.
Porque recibir una atención oportuna y adecuada a un ACV permite salvar vidas y su calidad al reducir el riesgo de secuelas, asevera el doctor Sergio Juica, médico neurólogo en Clínica Biobío y del Hospital Clínico Regional Guillermo Grant Benavente de Concepción.
En este sentido, el también académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC), explica que el ataque cerebral, del que existe isquémico (infarto) o hemorrágico, ocurre cuando se interrumpe el flujo sanguíneo al cerebro, por obstrucción o rompimiento de una arteria. Eso impide que el vital órgano reciba el oxígeno y nutrientes que necesita.
Y la falta de esta irrigación, aclara, provoca que las células cerebrales como neuronas empiecen a morir y en pocos minutos, produciéndose daño severo, en localización y extensión según cada ACV con su progreso, que conduce a consecuencias como distintos tipos de discapacidades permanentes, a nivel cognitivo o motor, y la muerte.
De hecho, advierte que “en promedio, dos millones de neuronas mueren cada minuto durante un ACV”. En efecto, cada minuto aumenta el riesgo de daño cerebral permanente y de fallecimiento. “Por lo tanto, mientras antes se consulte más efectivo será el tratamiento”, afirma Juica.
De ahí que la identificación rápida de los signos de alerta es la clave para acudir a una atención médica que derive en detección y abordaje tempranos. Según las evidencias, de 4 a 6 horas es el plazo máximo que una persona que está padeciendo síntomas de ACV acceda a una consulta oportuna y con potencial de derivar en una intervención exitosa para prevenir o reducir las complicaciones.
En cuanto a las señales que jamás se deben ignorar y siempre deben alertar a consultar, el neurólogo Sergio Juica menciona rigidez, debilidad o asimetría facial. Añade pérdida de fuerza o alteración en el funcionamiento en brazos o piernas como dificultad para caminar, o en todo un lado del cuerpo. También se pueden presentar complicaciones para modular, hablar o entender lo que otros dicen. Problemas en la visión, dolor de cabeza severo y sin otra causa conocida, mareos y pérdida de equilibrio o coordinación también son síntomas de ACV.
Cuando estos se presentan, el especialista pone el acento en que “la recomendación es ir lo más rápido posible a un servicio de urgencia de alta complejidad, como de un hospital o clínica”, ya que en estos centros tendrán las capacidades para atender oportuna y adecuadamente la afección.
Pero, es mejor evitar los terribles riesgos de un ACV al evitar el riesgo de ACV, porque 80% podrían prevenirse o retrasarse, actuando sobre lo que está generando que los casos aumenten en frecuencia e incidencia a cada vez más temprana, porque la edad es un factor de riesgo inevitable.
Es decir, los estilos de vida, donde el doctor Sergio Juica enfatiza que la clave está en mantener hábitos saludables de alimentación y actividad física regular (de 150 a 300 minutos semanales), lo que redunda en controlar el peso para mantener uno adecuado. También hay que evitar el cigarrillo y el consumo de alcohol.
Por el contrario, dietas malsanas y sedentarismo llevan al exceso de peso y obesidad, además a diabetes e hipertensión. Cada una de todas estas condiciones son factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares como los ACV.
En este contexto, también releva la importancia de que las personas tengan el hábito de acudir a chequeos médicos preventivos, porque esta es la instancia para reducir, pesquisar y abordar factores de riesgo y patologías, salvando vidas y su calidad.