Hoy es el día mundial de la neoplasia endocrina más frecuente. Favorablemente, la enorme mayoría de este incidente tumor puede intervenirse con éxito para salvar vidas y su calidad.
Está en la base del cuello delante de la laringe y con la función esencial de secretar hormonas que la ponen a cargo de la regulación del metabolismo e influir en el funcionamiento de todo el organismo. Es la tiroides, glándula endocrina que se puede ver afectada por distintas afecciones que repercutan en su funcionamiento con manifestaciones e impactos variados en la salud y bienestar.
El desarrollo de nódulos y tumores son de las anomalías tiroideas más comunes, pudiendo ser benignos o malignos, siendo por ello que cada 24 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Tiroides para informar, concientizar y educar a la población para promover la existencia de diagnóstico y tratamientos oportunos que son los que permiten evitar mayores complicaciones y resguardar la vida con su calidad.
“El cáncer de tiroides es la neoplasia endocrinológica más frecuente en Chile y una de las patologías más frecuentes que vemos en la consulta”, asegura la médica endocrinóloga e internista Patricia Díaz, especialista del Hospital Clínico Regional de Concepción, de Clínica Biobío y del Centro Médico Endomed, para demostrar la realidad de esta patología oncológica cuyos casos han tenido una certera alza en las últimas décadas para, en la actualidad, tener una incidencia de 7,86 casos nuevos por cada 100 mil habitantes al año en Chile y levemente mayor en las mujeres que en hombres, según datos del Protocolo Clínico de Cáncer Diferenciado de Tiroides del Programa de Cáncer del Adulto 2020 de la Subsecretaría de Salud Pública del Ministerio de Salud.
Lo favorable de esta frecuente neoplasia, en contraparte a su gran frecuencia, es que se asocia a una mortalidad bastante baja, pues la doctora Díaz afirma que “el 95% de los cánceres de tiroides son diferenciados y eso hace que sea una patología en general de buen pronóstico, y los casos que son más agresivos o que se comportan de una forma diferente son los menos frecuentes”.
La mayor complejidad en torno al abordaje de este cáncer, según el mismo informe, está dada porque en 95% de los casos no se logra identificar un elemento predisponente para el desarrollo, a diferencia de otros tumores en que hay claros factores de riesgo establecidos en relación con antecedentes genéticos y médicos, edad y hábitos.
Al respecto, la especialista aclara que en los casos que se han relacionado causas se podría definir que la población de riesgo son “pacientes que se han sometido a irradiación, como quienes han recibido radioterapias por otros cánceres, o que tengan antecedentes familiares de cáncer de tiroides, con más de dos familiares”. También agrega que “hay estudios que establecen que el riesgo de cáncer de tiroides aumentaría un poco en pacientes con tiroiditis crónica y nódulos”, si bien no son evidencias concluyentes y se deben evaluar con mesura, sobre todo si se considera que “los nódulos en la tiroides son una patología muy frecuente, 50% de los pacientes sobre 50 años tienen, pero en un porcentaje menor es un cáncer”. De hecho, las estadísticas indicarían que sólo entre 5 a 10% de los nódulos son una lesión maligna.
Lo expuesto permite aclarar que el aumento de los casos de tumor maligno de la tiroides no se puede relacionar directamente con un factor biológico-epidemiológico y la médica enfatiza que lo determinante en el alza se relaciona con el alza de indicación exámenes imagenológicos de cabeza y cuello por otras causas, en que incidentalmente se hallan nódulos tiroideos que alertan a estudiar para determinar, según sus características, la necesidad de hacer punciones para extraer muestras que se analizan a través de biopsia y se diagnostica cáncer. De hecho, el protocolo citado habla de un sobrediagnóstico de cáncer tiroideo por aumento de ecografía de cuello. Y la manera de detectar anomalías sospechosas de cáncer tiroideo es la ecografía, asevera.
Muchas veces los nódulos tiroideos y cánceres cursan de manera asintomática, además los síntomas o signos no siempre son tempranos o alertan, como hinchazón de cuello, ronquera o dolor. Sólo con la sintomatología o al tacto no se puede determinar tipo de lesión y una imagen mostrará sus características para orientar la necesidad de avanzar a otros exámenes que son parte del proceso diagnóstico.
Una vez diagnosticado el cáncer de tiroides “el tratamiento es la cirugía, en que habitualmente se utiliza la tiroidectomía total”, sostiene Patricia Díaz.
Extraer la glándula parece una intervención drástica y a muchos les puede causar temor, pero la endocrinóloga cuenta que se genera un hipotiroidismo postquirúrgico que requiere de una suplementación permanente con la hormona tiroidea, que minimiza cualquier repercusión e impacto, permite realizar una vida normal y mantiene la calidad de vida.