Con más 20 años de carrera en la UdeC, la nueva autoridad de la cartera más joven se proyecta en el aporte en luchas que peleó como científica, como las brechas patentes en el país.
Hace poco más de dos semanas la doctora Sofía Valenzuela recibió una noticia que cambia su proyección de cara a próximos años, pero no su rol como científica empoderada de materializar y visibilizar el aporte de la ciencia al bienestar y progreso, y los cambios necesarios para avanzar: es la nueva seremi de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (Ctci) de la Macrozona Centro Sur, que abarca desde las regiones de O’Higgins a la del Biobío y se basa en Concepción.
Es la ciudad donde la experta nacida en Chillán, bioquímica de la Universidad de Chile y doctora en Recursos Naturales por la Universidad Técnica de Brunswicknacida de Alemania, ha hecho parte importante de su carrera académica en la Universidad de Concepción (UdeC), hasta hace días como docente de la Facultad de Ciencias Forestales y subdirectora del Centro de Biotecnología, que integró desde su creación el año 2000.
Son más de dos décadas de un reconocido camino dentro de la academia entre aulas, laboratorios, investigaciones y artículos científicos en torno a sus líneas de genómica forestal y bioseguridad que pone en pausa para llegar al que define como “otro lado de la vereda”, desde el que espera impactar: “hay hartas iniciativas desde el Ministerio que son parte de las luchas que hemos tenido dentro de las universidades y es una oportunidad para colaborar en ello”. Por eso, si bien apenas inicia su función, tiene claros los retos y objetivos por los que trabajar a distintos plazos, tanto en Chile como a nivel local, los que comparte con Diario Concepción en una de sus primeras entrevistas con su primer cargo público y en la cartera ministerial más joven del país.
Como científica regional, incluso del Biobío, una de las regiones de mayor concentración de universidades y centros de investigación, afirma que “un gran desafío es descentralizar la ciencia”. “Quienes hacemos investigación desde región nos damos cuenta de la centralización en cosas tan pequeñas como cuando se compra un reactivo que tarda una semana más en llegar que en Santiago y debemos pagar traslado. Y también por las capacidades instaladas en Santiago, mucha gente se tiende a ir hacia allá, porque hay mejores redes, conexiones y laboratorios mejor implementados”, explica. O, bien, al extranjero.
Al respecto, resalta que “creo que la del Biobío es la segunda región a nivel nacional en captura de recursos de investigación y desarrollo del Ministerio de Ctci y la Anid, tenemos gran capacidad de formar profesionales, pero nos cuesta retener el talento”.
El padecimiento de estar a la sombra de la capital también se vive a nivel local, por lo que la doctora Valenzuela asevera que hay que descentralizar la ciencia y el conocimiento en las regiones para amplificarlo desde las capitales hacia otras ciudades. “En Biobío somos fuertes en Concepción, pero tenemos muchas otras comunas y muchas veces no están con las mismas capacidades”, reconoce.
Otra relevante tarea “es fortalecer el rol de las investigadoras”, asegura. Como una de ellas sabe de la gran brecha de género en la ciencia y academia que se debe acortar y esta patente en diversos aspectos, como oportunidades, liderazgos y salarios. “En Chile, 30% de la investigación es liderada por mujeres, lo cual sigue siendo bajo: deberíamos llegar al 50%”, manifiesta.
El fenómeno, explica, se da por diversos factores asociados al hecho de ser mujer, que nada tienen que ver con las capacidades y no se evidencian con desigualdades en el ingreso a universidades, que en Chile es paritario, incluso, en el postgrado que se necesitan continuar para desarrollarse en investigación y academia. No obstante, son procesos que muchas veces coinciden con la maternidad, que lleva a muchas mujeres a posponer estudios o necesitar mucho más esfuerzo personal que los hombres para terminarlos. Por ello, la seremi recalca que este desafío va de la mano con abordar temas como la corresponsabilidad parental.
Lo expuesto redunda en reducir posibilidades para adjudicarse proyectos o enlentece ascender en la carrera académica. “Eso se evidencia en que entre los profesores titulares, mayor jerarquía en las universidades, menos de 20% son mujeres. Eso no debiese ser”, enfatiza.
Los grandes retos que son transversales para todas las macrozonas del Ministerio de Ctci están a la base de una serie de otros que se dan en el país y que entre regiones y ciudades difieren tanto como las realidades a lo largo y ancho de Chile, tanto en capacidades y fortalezas como debilidades, problemas y necesidades.
Y una de las misiones de la cartera y de sus seremías es ser un apoyo concreto en la búsqueda y ejecución de soluciones a las problemáticas reales e impulso del crecimiento local y nacional donde la ciencia, conocimiento, tecnología e innovación se ponga al servicio de la sociedad y sea el motor del progreso y fundamentalmente en miras a lograr el primordial desafío global que es el desarrollo sostenible.
Por ello, la doctora Sofía Valenzuela entiende que su labor para guiar a la cartera regional debe partir por conocer a las cuatro regiones que la integran, su sistema de Ctci y realidades e intereses estratégicos para reconocer dónde y cómo puede apoyar la Seremía para avanzar.
En base a las evidencias que proveen estudios en múltiples disciplinas, tanto a nivel internacional como nacional y regional, y la propia experiencia, es claro que importantes y cada vez más impactantes problemáticas para la sociedad local son la contaminación ambiental, el cambio climático, la sequía, escasez hídrica, congestión vehicular, falencias en vialidad, crecimiento poblacional, aumento de la urbanización, destrucción de hábitats, pérdida de bosque nativo y biodiversidad.
Son fenómenos que pueden tener y ya están teniendo múltiples repercusiones en el medioambiente y socioeconómicas, en el bienestar y calidad de vida de las personas, en algunas localidades de manera más drástica. Por sólo mencionar un ejemplo, por la disminución de las precipitaciones por el cambio global, y también factores asociados a la gestión del agua, hay sectores con un déficit tan severo que no hay disponibilidad para el consumo humano o para desarrollar actividades agrícolas que proveen alimentos y sustento, llegando al racionamiento del recurso o a la necesidad de abastecer desde camiones aljibes.
En este sentido, la experta asevera que “hay muchos investigadores que hace tiempo vienen estudiando dichos temas”, en el país y particularmente de la Región del Biobío, pertenecientes a alguna de las diversas universidades, desde distintas aristas y disciplinas, tanto de las áreas de las ciencias naturales y matemáticas como también sociales y humanistas, generando nuevos conocimientos y posibles soluciones que pueden contribuir en favorecedoras acciones de mitigación de impacto o adaptación. “La ciencia tiene mucho que decir. Hay muchas soluciones que vienen desde el mundo científico, algunas bastante simples de implementar y otras que pueden ser más complejas”, sostiene.
Lo anterior también se puede aplicar para fortalecer y avanzar en aquellos rubros estratégicos para cada región, pudiendo crear polos de desarrollo que en la Región del Biobío pueden ser en el ámbito de manufactura, forestal y pesquería o en Ñuble en la industria agroalimentaria, plantea.
Y es aquello lo que la lleva a detenerse en lo necesario de hacer a la ciencia parte de las conversaciones sobre temáticas relevantes para las regiones y considerarla en la toma de decisiones o políticas públicas, pero también en que su papel no sólo sea en la academia y se involucren científicos a trabajar dentro de sectores como el público y privado para avanzar en materia científica desde allí.
Algo que, destaca la seremi, tiene que ver con que en Chile la ciencia y el conocimiento se generan fundamentalmente dentro de las universidades, diferente a lo que sucede en naciones desarrolladas donde está inserta en espacios como la industria y gobiernos. Hacer eso aquí, en Chile y la región, dado el capital humano avanzando que se forma, es muy posible y sería tremendamente favorecedor, asegura.
Esto, no significa que deje de hacerse ciencia en la academia o de ser necesario que la empresa apoye a esa investigación, desarrollo e innovación, con recursos y oportunidades para hacer la transferencia científica-tecnológica, probar los avances y escalar los resultados, en miras a que las soluciones no se queden sólo dentro del laboratorio o papers y que con su prueba en contextos reales pueda evidenciarse el impacto que su incorporación tiene y así acortar esas brechas que dificultan que ideas y aplicaciones valiosas se transformen en producto, un nuevo proceso o una decisión.