Se encontró y jamás volvió a hallar hasta que Claudio Correa junto a un colaborador alemán lo lograron en escondido sitio del norte. Pero análisis indican que sería la misma que dos especies nortinas nativas descritas como distintas.
La rana de Hall es tan misteriosa que se encontró sin buscar y por años se buscó sin encontrar. Su existencia ha tejido una trama tan enigmática al ser contrapuestas las evidencias sobre su presencia en la naturaleza, volviendo al anfibio nativo “el agujero negro” de la herpetología de Chile.
Y una evidencia sobre la especie y capaz de romper paradigmas en la disciplina ha entregado un estudio del doctor Claudio Correa, académico del Departamento de Zoología y miembro del Laboratorio de Sistemática y Conservación de Herpetozoos de la Universidad de Concepción (UdeC). Un trabajo conjunto con el investigador autodidacta alemán Jakob von Tschirnhaus y sobre cuyo desarrollo se han publicado dos artículos en la revista “Zookeys”, de acceso abierto y disponible en línea e impresa.
Los aportes permiten continuar una historia que hasta pareció finalizada y avanza una nueva temporada llena de impactantes hechos tras tiempo en el limbo de la incertidumbre. Todo partió en 1935 en el norte chileno, cuando se halló a una rana descrita en 1938 como Telmatobius halli. El sitio exacto no fue precisado e investigadores fueron a buscar a varios lugares coincidentes con la descripción sin éxito, por lo que el anfibio estuvo perdido más de ocho décadas, al punto de haberse catalogado extinto.
Eso cambió gracias al trabajo de Correa y von Tschirnhaus, quienes aseguran que su existencia ha sido un tesoro escondido en la inmensidad del altiplano tras comprobar la ubicación exacta de la especie endémica y de distribución tan acotada que su estado es de peligro crítico: “está en Miño”, revela Correa. En específico una vertiente termal en el nacimiento del Río Loa en la Cordillera de Los Andes en la Región de Antofagasta, donde está el volcán Miño, donde hay un campamento minero abandonado.
Así, resolvieron uno de los largos enigmas de la herpetología chilena.
Para Claudio Correa la inquietud por resolver el misterio surgió tras leer dos papers publicados en la revista “Zootaxa”. De 2018 es el primero, cuando un grupo anunció el redescubrimiento de T. halli y en apariencia acabaron la longeva duda, pero en 2020 apareció otro trabajo con un redescubrimiento. ¿El problema?, el investigador aclara que hablaban de sitios diferentes, ninguno Miño, y le generó una inquietante confusión, ya que afirma que “daban información incompatible” a la luz de la, aunque escasa, antes disponible.
Así, decidió indagar las mismas fuentes usadas por los dos equipos y sumó otras que le llevaron a plantear otra hipótesis, la comprobada, y que presentó en un congreso científico en 2020. Eso llegó a oídos del investigador autodidacta quien, interesado por la enigmática ranita, de manera independiente había llegado a la misma conclusión y, de hecho, fue al lugar donde encontró ranas adultas y renacuajos atribuibles a la especie, tomando muestras. Así el alemán contactó al chileno y surgió la valiosa colaboración.
Con lo colectado el doctor Claudio Correa pudo realizar análisis filogenético molecular en el Laboratorio de la UdeC, comprobando científicamente que la especie es Telmatobius halli. Pero, también se obtuvo otra evidencia disruptiva: “descubrimos que esta rana es prácticamente lo mismo que otras dos especies: la rana del Loa (vive cerca de Calama) y la de Vilama (vive cerca de Atacama)”, afirma. De nombres científicos Telmatobius dankoi y Telmatobius vilamensis, respectivamente, son las especies más cercanas a T. halli y los estudios le indican que la población que Tschirnhaus encontró en Miño es genéticamente indistinguible de estas, acabando con un misterio y generando otros que también merecen resolverse y en ello espera seguir contribuyendo.
Como la historia de la rana de Hall no deja de plantear preguntas y para recabar más pruebas para ahondar en esta es que el doctor Claudio Correa hizo una expedición entre el 8 y 16 de diciembre de 2021. Su destino primero era Miño, para buscarla en el sitio donde la halló su colaborador alemán, pero también para ir hacia donde estarían la del Loa y de Vilama.
Hasta allá no fue solo ni tampoco por mera curiosidad, lo acompañaron los biólogos Felipe Rabanal, herpetólogo, y Felipe Durán, magíster en Zoología de la UdeC. Rabanal es además documentalista y dueño de una empresa audiovisual. Y es que, además de los artículos escritos para plasmar y contar el relato, el nuevo propósito del investigador es la realización de un documental para llegar a muchas más personas y de manera más impactante con este conocimiento y trayectoria, para socializar su existencia, para ponerla en valor y fomentar su cuidado y conservación. Y es en lo último donde está el gran motor que está impulsado su trabajo, que funciona más potente tras su viaje.
El doctor Correa resalta que “en Miño encontramos a la rana, con una población en buenas condiciones y de varios individuos Es un lugar muy especial porque tiene muy poca intervención”.
Es claramente una muy buena noticia ante el temor de que no estuviera no sólo por el misterio, sino porque podrían haber surgido eventos que las diezmaran desde su único hábitat conocido, pero no puede decir lo mismo de lo que le dejó la visita en terreno a observar a las otras especies que parecen ser mucho más que sus parientes y que también tienen lo que se denomina microendemismo, es decir, se sabe que habitan un sitio en específico y por ello se categorizan en peligro crítico de conservación.
Y la situación sería incluso más que crítica en sus hábitats naturales, porque al ir hasta donde estaría la conocida como rana del Loa y la de Vilama “no encontramos ningún ejemplar”. Sobre la primera destaca que hace algunos años se hizo un rescate para llevar a un espacio de conservación controlado en la Región Metropolitana y se dejaron individuos que no fueron posibles de divisar en el sector que asegura estaba en malas condiciones, mientras que de la segunda, aunque su ambiente se veía en un buen estado, lamenta que “no se ha visto desde 2016” y él no pudo contar algo distinto. Así, pensando en que son grupos distintos de una misma especie endémica, “la única población abundante, que está bien, es Miño”, sostiene el doctor Correa.
Aunque la rana de Miño tenga abundantes poblaciones e incluso si las del Loa y de Vilama sólo estaban escondidas de los investigadores, su escasa distribución que les hace un tesoro único dentro de la rica biodiversidad nativa también se vuelve la gran amenaza para su conservación, ya que si algo sucede en dicho ambiente o a dicha población puede venir la extinción.
De ahí que la recomendación e interés del científico, más allá de cambios en cuanto a considerarlas una especie o tres diferentes, es que su categoría siga poniendo la alarma de su estado en extremo crítico y en riesgo de extinción, para así tener herramientas concretas que permitan su cuidado y preservación.
En pos de ello un camino concreto e importante, donde los investigadores tienen mucho que hacer y decir, es seguir buscando ejemplares, encontrarles y generar estrategias de rescate y conservación en ambientes externos controlados, tal como el proyecto liderado desde Zoología UdeC con una estación ex situ que ha permitido reproducir a la vulnerable ranita de Darwin, pero Correa también pone el acento en que se tomen medidas a nivel de políticas públicas y normativas que deben apuntar a proteger a los lugares donde naturalmente habitan las ranas, en específico Miño por estar aún muy poco intervenido por el humano y es el único hábitat donde la de Hall es de presencia comprobada. Y no sólo por ella, sino porque le define como “un oasis de vida” en el desierto de Atacama, con distintas especies como aves y vizcachas.
Sin un instrumento formal, afirma con preocupación, aunque sea un sitio de difícil acceso, está el riesgo de que el humano llegue con actividades sin mediar impacto, intervenga, destruya y amenace la sobrevivencia de la biodiversidad. Además de estar siempre la forzante del calentamiento global y cambio climático.
La rana de Hall mide entre 5 y 6 centímetros, es de color café oscuro con manchas más claras, hocico aplanado y es totalmente acuática, detalla el doctor Correa entre sus características, donde comparte similitudes con otras del género Telmatobius, pero la particularidad de la especie es que sus renacuajos son tan grandes que superan el tamaño de las ranas adultas.