Se conoce el 1% de los virus de la vida silvestre y muchos con potencial de saltar al humano como la Covid-19. Pero, el humano, por perturbación de ecosistemas y especies, es gran causa del riesgo al alza de aparición de más patologías y epidemias.
¿Cómo surgen los patógenos?, ¿qué dispara a las epidemias?, ¿cómo combatirlas? Son preguntas que han inquietado mucho los dos últimos años por la pandemia de la Covid-19, causada por el coronavirus Sars-CoV-2, y la comunidad local pudo recibir respuestas de destacados expertos durante el panel “Virología y desarrollo de nuevas vacunas” del Congreso Futuro Biobío 2022 que organiza la Mesa Regional de Vinculación Interuniversitaria que integran las universidades de Concepción (UdeC), Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) y del Bío-Bío (UBB) junto al Gobierno Regional y apoyo de Desarrolla Biobío.
Instancia liderada por Gonzalo Moratorio, virólogo académico de la Universidad de la República e investigador responsable del Laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Institut Pasteur de Montevideo, quien en 2020 fue elegido entre los 10 científicos del año por Nature, el único latinoamericano en la selecta lista a la que llegó por crear una prueba diagnóstica de Covid-19 decisiva para contener la expansión de la pandemia en su país. Los académicos Liliana Lamperti (UdeC), Manuel González (UBB) y Matías Hepp (Ucsc) le acompañaron.
La pandemia actual y su evolución en variantes generan natural alarma, pero lo natural va más allá.
Primero, el doctor Moratorio explicó que “los virus cuando replican naturalmente generan variabilidad”. Por eso, si bien es un tema que atender, no es extraño que se vea con las variantes de Sars-CoV-2, habiendo algunas de mayor preocupación por su severidad o contagiosidad, como la ómicron que se vuelve más común.
Otro punto relevante es comprender que microorganismos como bacterias, virus o parásitos pueden ser patógenos, lo que les hace ver como letales enemigos invasores e invisibles, sobre todo cuando las enfermedades tienen tanto alcance como la Covid-19, pero ellos están naturalmente presentes en ecosistemas y conviven con las especies y muchos sin causar problemas al humano y es su responsabilidad e invasión la causante de riesgos como tener nuevas enfermedades y más epidemias con distintos alcances, lo que según las evidencias está sucediendo y entre las razones mencionó la perturbación de ecosistemas, crecimiento poblacional, globalización y cambio climático que es acelerado por el calentamiento global provocado por el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero de la actividad humana.
Al respecto, destacó que la población mundial pasó de mil a ocho mil millones de personas en poco más de dos siglos y que con todos los aviones activos en el aire hay un millón de personas cruzando océanos y continentes. Millones de personas que necesitan comer, vestirse, un hogar y desenvolverse, por lo que cada vez la humanidad necesita más recursos y espacios para subsistir, llegando más lejos en la naturaleza para construir casas, cultivar o explotar recursos naturales para alimentarse o comerciar, deforestando, destruyendo hábitats e invadiendo zonas de vida silvestre y salvaje, lamentó.
Y advirtió que “sólo conocemos el 1% de los virus que circulan en esta vida silvestre y muchos tienen el potencial de saltar de especie” o causar zoonosis o ser enfermedades zoonóticas, transmitidas de animal a humano, sobre lo que precisó que “más del 60% de las nuevas enfermedades tienen origen zoonótico”. Y la movilidad de personas por el mundo hace expandir patógenos, como pasó con el Sars-CoV-2 que partió en China y en poco tiempo abarcó todo el planeta, y Moratorio agregó que “el cambio climático expande insectos, por ejemplo, mosquitos a latitudes donde eran impensados y acarrean un montón de enfermedades”.
En las responsabilidades de causa humana se ven las de soluciones que disminuyan riesgos que pueden ser letales para la vida como el fenómeno de surgimiento de nuevas enfermedades y alza de epidemias, como lo ha sido la crítica Covid-19, a través de acciones individuales y colectivas que lleven a reducir el impacto ambiental del desenvolvimiento humano y vivir respetando al medio natural en el que estamos inmersos.
Ante este desafío que supone una nueva consciencia, conductas y cultura, Gonzalo Moratorio relevó la trascendencia de difundir, entender e integrar en toda la sociedad el concepto de “una salud” (one health), fuertemente impulsado por organismos como ONU Medio Ambiente dada las preocupantes evidencias. Este da mirada holística a la salud del planeta y seres vivos y a su cuidado, pues de la Tierra y las condiciones de su naturaleza depende la vida. Así, llamó a “comprender que la salud humana y animal están ligadas, son dependientes y tienen lugar en el medioambiente. Por lo tanto, tenemos que estar sanos animales, humanos y medioambiente para evitar que estos fenómenos sigan ocurriendo”, pues bajo el escenario actual “tendrán mayor incidencia”, sostuvo.
Pero, hay un motor de avance igual de importante que la acción social, pues provee la evidencia para conocer la realidad, encender alarmas, orientar soluciones y combatir problemas. Es la ciencia y eso quedó más que demostrado con la llegada de la pandemia de la Covid-19. Es cierto que hay muchos retos e incertezas, pero este ámbito ha sido clave desde describir la patología como para comprenderla, abordarla y cuidar la salud de la población, que de manera global puso su esfuerzo en esos propósitos y las herramientas hoy disponibles permitieron tener avances tan veloces como desarrollo de vacunas que ya se inoculan en tiempo récord o estudiar efectividad de fármacos ya existentes o crear otros y también pesquisar, contribuyendo al funcionamiento de naciones y reducir brechas en un sistema sanitario que no estaba preparado.
Y, en Chile y Uruguay, reconocidos como de los mejores países en responder y también por sus tasas de vacunación, muy específicamente vitales han sido las capacidades científicas dispuestas desde las comunidades universitarias que no dudaron en redireccionar sus esfuerzos para atender y entender a la Covid-19. Y eso pueden aseverarlo desde su vivencia tanto el doctor Moratorio como Liliana Lamperti, Matías Hepp y Manuel González.
Al diagnóstico ha portado la UdeC, disponiendo dos laboratorios para procesar PCR y uno es el de diagnóstico molecular del que es directora técnica la doctora Lamperti, directora del Departamento de Bioquímica Clínica e Inmunología de la Facultad de Farmacia, e integra la red interuniversitaria de laboratorios Anid-Minsal creada en 2020. Recalcó que el procesamiento de muestras se sigue requiriendo en número muy amplio y que “se está viendo un alza y como Universidad hemos estado con una capacidad (de procesamiento) de más de 800 test diarios”. Creación de respiradores, validación de test diagnóstico alternativo como el de aire espirado y estudios para generar evidencias sobre la enfermedad y secuelas son otros aportes de los investigadores de la institución.
El Laboratorio de Investigación en Ciencias Biomédicas Ucsc donde trabaja Hepp también formó parte de la red en 2020 y en 2021 se orientó a la detección avanzada de Sars-CoV-2 en aguas residuales. “Son como los intestinos de una ciudad y tienen la información sanitaria de circulación de patógenos o tóxicos”, afirmó. Han sido parte de dos iniciativas piloto, una micro en San Pedro de la Paz que duró todo 2021 y monitoreó varios puntos de la ciudad para detectar al patógeno. Recientemente se ha replicado en toda la Región del Biobío e incluye análisis de variantes. La información se canaliza a autoridades y Hepp resaltó que permite adelantar brotes de Covid-19, conocer qué variantes predominan en un área o relacionar tasa de vacunación con presencia del agente, pudiendo orientar pesquisas activas hacia un sector o promoción de autocuidado y ahorrar recursos.
Y González como doctor en estadística se ha dispuesto para aportar a la mejor comprensión de la pandemia en Chile a través de análisis publicados en covid19.ubiobio.cl y participando en estudios. Su interés ha sido detenerse en lo regional y comunal, pues permite tener conclusiones más certeras que una mirada nacional, falencia inicial en Chile, reconoció. Resaltó que cuando los análisis son por región o comuna aparecen diferencias notorias, porque las realidades son disímiles en variables geográficas o socioeconómicas que tienen impacto como la presencia de pobreza multidimensional. Por ejemplo, un estudio en Santiago y que con otros investigadores replicó en Biobío mostró que en periodo de cuarentena hubo más movilidad de personas más pobres y ello implicó más contagios y muertes. Diferencias en vacunación, con mejor tasa en comunas menos pobres que las más pobres, también se evidencia. Por eso, para mejores decisiones y acciones más adecuadas, “primero hay que enfocarse en lo regional y comunal y luego lo nacional”, dijo.
Para todos los investigadores, ha sido esta pandemia la que ha demostrado a toda la sociedad no sólo la labor de la ciencia para mejorar la calidad de vida de las personas, aumentando el interés por esta y valoración social, y también visibilizar el enorme potencial y capital científico que hay en las naciones y regiones. Si Moratorio tuviera que detenerse en un problema que no se pudo solucionar a nivel latinoamericano, salvo dos excepciones, fue la fabricación masiva de vacunas que era una historia que existía en Chile y Uruguay, pero se discontinuó hace varios años. Capital humano para dar cara a ese reto evidentemente existe, pero faltan recursos económicos e infraestructura.
Así, no pudieron dejar de consensuar cuánto se necesita aumentar la inversión en ciencia, investigación y desarrollo en ambas naciones, en las que los recursos que se inyectan alcanzan apenas el 0,4% del PIB. “Los países con mejor índice de desarrollo humano invierten más del 1% de su PIB en investigación y desarrollo”, aseguró Moratorio, por lo que un sistema de investigación y desarrollo más robusto ofrece soberanía nacional y más progreso económico y social. Y comprendiendo la buena respuesta de los dos países en la pandemia con esa baja inversión en ciencia, queda claro los avances que puede suponer inyectar más dinero.
Aumento que, aseguraron, debe venir desde el mundo público y privado, generándose alianzas virtuosas intersectoriales que dieron ricos frutos durante la pandemia que demostró que es posible y en casi todos varios proyectos mencionados se ha palpado. Y esto debe acompañarse con la real consideración de la ciencia en la toma de decisiones y políticas públicas, sin olvidar la acción social, para que la evidencia que se provee con iniciativas con dichos financiamientos realmente se traduzca en progreso y bienestar.