Ciencia y Sociedad

Lucha contra la depresión: cambiar lenguaje e imaginarios es el reto social

Vocablos, creencias y desconocimiento han construido realidades erróneas, que estigmatizan o minimizan lo que es una de las patologías mentales más comunes y también compleja, interfiriendo en su comprensión, reconocimiento y atención.

Por: Natalia Quiero 15 de Enero 2022
Fotografía: Archivo

Baja del estado anímico, energía y deseos para hacer y gozar lo que normalmente se disfrutaba e incluso la vida. Son los síntomas cardinales o patognomónicos, dentro de un complejo cuadro, que caracterizan a la depresión; enfermedad mental de prevalencia que se estima en 5% de la población global, que representa a cerca de 300 millones de personas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras que la última Encuesta Nacional de Salud 2016-2017 reveló que en el país la padecen 6,7% de las personas y casi 16% presenta “sospecha de depresión”.

Los números la posicionan como una de las patologías mentales más comunes en Chile y el mundo, pero la cuantificación no basta para representar las implicancias de una afección que impacta a personas de toda edad, género o nivel socioeconómico, de incidencia en alza por las condiciones de vida contemporánea por la alta carga de responsabilidades y niveles de estrés y con cifras alarmantemente disparadas en el mapa internacional y nacional como uno de los efectos colaterales de lo que ha significado la pandemia de Covid-19, y permeada por creencias erróneas, vocablos e imaginarios que interfieren en su comprensión, reconocimiento y abordaje oportuno y que urge erradicar.

La realidad, de cara a afrontar los retos sociales, hace cada vez más necesario al Día Mundial de Lucha contra la Depresión, que se conmemora cada 13 de enero para promover la sensibilización y educación a la sociedad sobre la patología. Propósitos a los que desde su experticia aportan los médicos psiquiatras Benjamín Vicente y Patricia Rubi, académicos del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina y también investigadores del Programa de Neurociencia, Psiquiatría y Salud Mental (Nepsam) de la Universidad de Concepción (UdeC).

¿Qué es?

El reto de luchar contra la depresión, individual y colectivamente, debe partir en entender qué es.

Así, los especialistas explican que la depresión es una enfermedad mental crónica porque se manifiesta con episodios depresivos que tienden a ser recurrentes, mas no permanentes durante muchísimos años Además, se considera como un síndrome, ya que que conlleva síntomas que se dan a nivel emocional, cognitivo y físico, es decir, salud integral.

Como la depresión está dentro de los trastornos del ánimo, lo primordial son las alteraciones en la esfera emocional, pero Patricia Rubi, doctora en Salud Mental Comunitaria, destaca que el cuadro suele conllevar alteraciones al pensamiento, ritmos circadianos donde con frecuentes las afecciones al sueño como insomnio y/o al apetito (aumentar o reducir), motivación y conductas, entre un amplio abanico. Aclara que las manifestaciones son diversas y varían entre individuos, edad y momentos vitales, pero no varía que pueden afectar enormemente el bienestar y calidad de vida del paciente y su entorno, pudiendo mermar los vínculos y relaciones sociales.

En este sentido, advierte que los episodios depresivos con su baja de ánimo y manifestaciones, “pueden ser leves, moderados o severos, llegando a ser muy incapacitante e, incluso, con riesgo suicida”. Por eso la OMS considera a la depresión como una de las causas de discapacidad primordiales en el mundo, con tasas de incidencia de morbilidad y mortalidad notables. También destaca que en tanto se repiten los episodios depresivos se incrementa el riesgo de que se hagan más recurrentes.

Es desde allí que Benjamín Vicente, subdirector de Nepsam UdeC y doctorado en Filosofía con mención en Epidemiología y Psiquiatría Social, resalta que “la enfermedad depresiva es un cuadro importante que requiere un tratamiento que tiene que ser multidisciplinario, considerar apoyo psicoterapéutico y farmacológico, y normalmente en un primer episodio tiene una duración mínima de 6 meses a 1 año”.

Labilidad, causa y efecto

Ante la depresión existen grupos más vulnerables y uno que enfatiza el psiquiatra “son los adolescentes, donde adquiere características de gravedad y riesgo muy alto”. También se vuelve frecuente en la vejez.

En la labilidad también inciden los recursos personales y sociales para afrontar las experiencias.

Y la doctora Patricia Rubi no deja de poner el acento en la relación causa-efecto entre depresión y otras condiciones. Al respecto, cuenta que “la depresión tiene alta comorbilidad con otras patologías psiquiátricas” como consumo problemático de drogas y adicciones o trastornos ansiosos, del sueño o de la conducta alimentaria, pudiendo un episodio depresivo llevar a esos comportamientos y cuadros o estos conducir a depresión. “Y en patologías severas médicas como las oncológicas, Sida o etapas finales de enfermedades graves, hay cerca de 80% de incidencia de depresión, es decir, 8 de 10 pacientes terminan deprimiéndose”, advierte.

Etapas o situaciones en que se debe poner especial atención, pero no significa desatender otras que estén más protegidas o preocupen menos, pues la académica recalca que la depresión no surge espontáneamente, se desarrolla a lo largo de un periodo y que el riesgo está patente en cualquier persona según sus vivencias.

 

 

 

 

Una enfermedad que siempre debe preocupar y nunca caricaturizar

Cuando se entiende qué y cómo es la depresión se hace evidente que siempre debe preocupar. Y una aseveración en la que hace hincapié Benjamín Vicente es que no existe un caso en el que se deba despreciar su impacto o necesidad de diagnóstico y tratamiento. Siempre se debe atender en la consulta de un médico especialista, por leve que se perciba el caso, pues no atender puede llevar a uno más severo y riesgoso. “Por eso, hablamos de episodios depresivos y se diferencian en severidad, pero ya no se habla de una depresión ‘mayor’ o ‘menor’”, añade Patricia Rubi.

Lo que se dice

Es que dichos conceptos transmiten el mensaje de que hay cuadros de mayor o menor relevancia y por eso la psiquiatra afirma que en lo clínico-disciplinar se ha dejado de usar y mucha de la consciencia social, para luchar con todas las fuerzas contra la depresión, debe apuntar a erradicar una aún cimentada realidad creada por el lenguaje y que provoca minimización. Pero, lo que se dice ha derivado en más constructos sociales vigentes y cotidianos que reducen e invisibilizan a la depresión. Es el mal efecto de “haber medicalizado la vida, donde todas las reacciones o emociones habituales de las personas están siendo etiquetadas con términos médicos”, sostiene Vicente.

Se refiere a esa facilidad para llamar “bipolar”, grave trastorno del ánimo, a quien cambió de humor porque se enojó o de manifestar dichos como “estoy con depresión”, “ando depre” o “me da depresión” determinada situación cuando se siente tristeza, frustración y ese tipo de emociones representadas como negativas por la mayoría de las personas. Ese traslado de conceptos desde el mundo de la disciplina al lenguaje coloquial para el especialista “ha naturalizado a la depresión y se usa en cualquier situación en que se experimenten emociones de perfil negativo” y advierte que ello acarrea que una persona que padece depresión o su entorno no reconozca, no consulte ni se busque una solución.

Un cambio urgente que debe partir desde el lenguaje y acción de todos. Sobre esto, el académico explica que pena, tristeza, angustia, frustración o agobio son emociones esperables como reacción ante situaciones como un fracaso, un problema personal o laboral, una pérdida importante como un quiebre amoroso o el fallecimiento de un familiar y el duelo. Son situaciones puntuales, en que las emociones tienden a menguar en tanto se solucionan o pasa el tiempo, pero recalca que “no son una depresión, una enfermedad con un conjunto de síntomas y que produce una cantidad importante de dificultades en el ser humano, con características de intensidad y duración que no son comparables con sentir las emociones”. En sencillo, las emociones, por intensas que sean en un momento, son naturales y normales, mientras que la depresión es un estado patológico que se extiende y si bien afecta a un porcentaje no despreciable de la población, no es al 100%, mientras que toda persona vive a lo largo de su vida situaciones “negativas” y experimenta muchas veces ese “bajón” en el ánimo.

Eso sí, como la depresión se desarrolla, cuando los problemas se extienden y las experiencias o emociones no se afrontan correctamente sí es una posibilidad que las personas lleguen a deprimirse, aclara.

Más que pena y llanto

La fácil asociación de situaciones que derivan estados de tristeza o angustia con la depresión no se puede desvincular con la representación de esta enfermedad que hay en el imaginario colectivo, que evoca la imagen de una persona siempre apenada y llorando.

¿Así debe lucir quien padece depresión? Puede verse así dentro de un variopinto de manifestaciones, afirma la doctora Rubi. “La labilidad emocional, pena y llanto, es un síntoma más. Pero, los síntomas cardinales como baja de ánimo o falta de energía puede no asociarse a pena, sino a irritabilidad, tendencia al aislamiento, cansancio o pérdida de las ganas por disfrutar la vida”, asevera. Y destaca que hay varias manifestaciones, como la desmotivación, que se experimentan de forma muy interna y otros difícilmente pueden identificarlo e, incluso, puede ser difícil detectarlo por la persona. Por lo que tener depresión no significa estar triste y llorar todo el día por meses ni existe una imagen exacta sobre cómo luce alguien deprimido.

Este imaginario contribuye a caricaturizar, estereotipar o estigmatizar la depresión, urgiendo deconstruirlo. Según lo planteado por los expertos, puede impedir reconocer la depresión por y para quien no la vive como se supone debe ser y dificulta buscar ayuda y solución a tiempo. Además, se da un extraño fenómeno en que mientras se ha naturalizado la enfermedad y usa para etiquetar estados emocionales, cuando realmente se padece opera el estigma o prejuicios, habiendo muchas personas que piensan que relacionarse con alguien deprimido es sinónimo de problemas y que quien sufra esta patología tema asumirlo, hablar y/o buscar ayuda.

En definitiva, la lucha contra la depresión tiene varios retos sociales que superar y debe dar ímpetu que la comunidad sepa que con apoyo del entorno junto a un diagnóstico y tratamiento tan oportunos como adecuados se puede lograr y mantener la estabilidad emocional y resguardar la salud, bienestar y calidad de vida integral.

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