La actividad física favorece el bienestar integral, se haga en espacios cerrados o abiertos, pero en los últimos, hábito que aumenta en el verano, hay más ventilación, síntesis de vitamina D, desafíos y condiciones para el relajo.
El sol se deja ver, aumentan las temperaturas y horas de luz en el día. Pocos pueden negar que las características de la temporada primavera-verano funcionan como inyección de energía que motiva a hacer más actividades e idealmente al aire libre, lo que también se facilita por el mayor tiempo que dan las vacaciones que parte importante de la población toma estos meses.
Entre estas se encuentra ejercitarse, pues si bien hay muchas personas que tienen este hábito todo el año, un grupo importante lo adopta en esta época. Motivos pueden existir varios, desde reducir el peso y cuidado estético hasta prevenir enfermedades o liberar tensiones, pero cualquiera sea la razón que impulse hacer cambios, sumándose recién a la vida activa o saliendo del encierro, siempre es bueno para la salud al haber multiplicidad de efectos positivos de la práctica de actividad física y ejercicio reportados por la evidencia científica, que también indica que “realizar ejercicio al aire libre puede traer muchos beneficios respecto a hacerlo en lugares cerrados”, afirma Alex Garrido, doctor en Actividad Física, Educación Física y Deporte y académico de la Facultad de Educación de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc).
La actividad física y ejercicio, resalta, conllevan beneficios en las dimensiones física, mental y social, debido a los distintos efectos a nivel orgánico que produce, como estimular el gasto energético, el metabolismo, secreción de diversas hormonas y trabajo del sistema músculo-esquelético, entre otros.
Impactos favorables que son palpables de una práctica en un lugar cerrado o abierto, pero de estos últimos el doctor Garrido destaca que “puede ayudar a contar con un aire más limpio y tener mayor ventilación”; algo aún más crucial en tiempos de Covid-19, donde aglomeraciones, contacto cercano con otros, falta de ventilación y contaminación de ambientes cerrados, como podría suceder en un gimnasio, pueden transformarse en caldo de cultivo para la presencia y programación del patógeno que se transmite fundamentalmente por gotículas respiratorias que ingresan por las vías respiratorias y se expelen al respirar, hablar, toser o estornudar y podrían traspasar las mascarillas si no están bien utilizadas, húmedas o no son las adecuadas, por ejemplo.
Y no es lo único, porque el académico también asevera que ejercitarse al aire libre contribuye a la mayor síntesis de vitamina D. Es que fundamentalmente es a través de la piel gracias a la exposición a la luz ultravioleta del sol que se sintetiza este elemento que el cuerpo no es capaz de producir y cumple funciones como cuidar la salud ósea y el sistema inmune. Así, una vida activa al aire libre puede contribuir a combatir el déficit de esta vitamina que puede traducirse en síntomas y gatillar enfermedades. De la mano de ello, en el aire libre, en un parque u otro entorno, se puede disfrutar paisajes naturales como árboles, lagunas, playa o ríos y sostiene que “puede hacer la experiencia más agradable a la vista y a la vez ser un desafío y posteriormente ayudar a la relajación con sus sonidos y aromas”.
Lo que puede ser una creencia errónea en relación con la práctica de actividad física o ejercicio al aire libre, con sol y calor, es que en sí misma lleva a un mayor gasto energético o calórico. “El gasto energético depende principalmente de la intensidad de la actividad y del tiempo que se realiza, por lo que no necesariamente realizarla al aire libre o bajo el sol implica mayor gasto”, aclara al respecto Alex Garrido. Y ello se encadena con otro punto relevante: para gozar de los beneficios de la actividad física y ejercicio, sea en espacio cerrado o abierto, y que se mantengan, la práctica debe cumplir distintos requisitos en tiempo, intensidad y frecuencia, siendo regular. Es decir, un hábito parte del estilo de vida. De otro modo, los efectos no se producirán o serán inviables.
El académico también se detiene en advertir que ejercitarse siempre conlleva riesgos como lesiones o descompensaciones cuando no se toman las precauciones necesarias, no se usa la indumentaria adecuada o no hay correcta hidratación, y que los potenciales peligros pueden aumentar con el ejercicio al aire libre y en condiciones de calor. Emplear zapatillas inapropiadas o gastadas, andar en bicicleta en mal estado o no usar casco, no conocer las características del entorno, no usar protector solar ni sombrero, no llevar o beber agua constantemente o no considerar las capacidades físicas individuales y sobreexigirse son parte de las acciones que pueden traer peligros como caídas, golpes, quemaduras solares e insolación o deshidratación, que podrían llegar a consecuencias severas, por lo que en evitar todo ello llama a poner el foco del cuidado para tener una experiencia de actividad física al aire libre segura y favorable de principio a fin. En estos tiempos también siguiendo al pie de la letra las recomendaciones de la autoridad sanitaria respecto a la Covid-19.
Nunca es tarde para incorporar la actividad física y siempre será favorable pasar del sedentarismo a la vida activa.
Eso sí, Alex Garrido recalca que el paso de un estilo a otro debe darse como una transición que vaya de menos a más en tiempo e intensidad, evitándose grandes esfuerzos. “Es muy deseable realicen un programa de ejercicios para acondicionar el organismo”, afirma. Algo que debe ser guiado por un profesional. También es ideal la visita previa al médico para evaluar el estado de salud y saber cuáles son los condiciones para orientar los planes de actividad o ejercicio. Para aumentar la exigencia también se aconseja un chequeo médico.
*150 minutos de actividad física semanales es lo mínimo que se recomienda a adultos para obtener los beneficios.