Varios acuerdos multilaterales son avances de este relevante evento, pero también hay materias que quedaron al debe.
Entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre se realizó, en Escocia, la XXVI Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático o COP26. Y ni Chile ni la Región del Biobío son ajenos a este evento global, contexto en el cual tres destacados investigadores de la Universidad de Concepción (UdeC) sienten el llamado a hacer análisis sobre los avances que suponen los distintos acuerdos multilaterales logrados y también aquello en que se quedó al debe.
“Uno de los avances es que se unieron actores que son claves en términos de emisión de gases de efecto invernadero y también que se considere el metano como gas de efecto invernadero, teniendo en cuenta que el metano es 23 veces más contaminante que el dióxido de carbono, es decir, cada kilogramo de metano calienta la Tierra 23 veces más que la misma cantidad de dióxido de carbono”, afirma la doctora Gladys Vidal, directora del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (Crhiam) y académica de la Facultad de Ciencias Ambientales.
Pero, también advierte que “falta concretar los compromisos de los Estados en cuanto a cuándo rebajarían sus emisiones, sobre todo las naciones con mayores emisiones. Por ejemplo, se esbozaron medidas específicas para que el mundo reduzca a la mitad los gases que causan el efecto invernadero hacia 2030 y se establecieron reglas para sancionar a los países que no avancen en ese rumbo”. En este sentido, la investigadora recuerda que “Chile es un emisor pequeño que ha comprometido neutralidad al año 2050” y que “Chile no puede prescindir de la producción de energía entregada por las termoeléctricas en forma instantánea. Aunque hay muchos proyectos de energía limpia como paneles solares o parques eólicos, la necesidad energética del país es aún mayor que la energía renovable no convencional generada a la fecha. Todos los países del planeta se han desarrollado teniendo como bases combustibles fósiles, ese es el gran desafío que tenemos que revertir”.
Otro aspecto que aborda es el gran impacto del cambio climático sobre la escasez de agua y la necesidad de ser capaces de adaptarse a un nuevo escenario que no se podrá revertir a escala humana.
De hecho, “se habló por primera vez con mucha fuerza sobre el rol que cumple la ciencia en estos temas y, también, otra novedad es que se puso un foco especial en adaptación, no sólo en mitigación como en las COP anteriores”, destaca la doctora Alejandra Stehr, de la misma facultad e investigadora del Centro Eula-Chile, quien asistió presencialmente a la COP26 y fue coordinadora de la mesa de agua en la COP25 que tuvo como país anfitrión oficial a Chile, si bien por el estallido social de octubre de 2019 se debió trasladar a España.
Al respecto, cuenta que “los Estados comprometieron a financiar medidas en ese sentido, que tiene que ver con acciones como restaurar un bosque nativo, cambiar las prácticas agrícolas, que nos permiten adaptarnos a las condiciones actuales sin empeorar las futuras y acá juegan un rol importante las soluciones basadas en la naturaleza, que, sin embargo, no quedaron específicamente mencionadas”.
La doctora Stehr también se detiene en el rol de Chile, que entregó la presidencia al inicio del encuentro, y la concreción del Acuerdo de Marrakech, gestionado por el champion chileno Gonzalo Muñoz, que la científica explica “trabaja más con la sociedad civil, especialmente con las empresas, para que se unan a estos compromisos y no todo dependa sólo de los gobiernos, y se avanzó mucho en la recolección de fondos para dos importantes programa relacionados con la carbono-neutralidad de las empresas y con la resiliencia y adaptación”.
El doctor Aníbal Pauchard, director del Laboratorio de Invasiones Biológicas de la Facultad de Ciencias Forestales, releva los avances en concientización global sobre el cambio climático, expresado a nivel gubernamental y ciudadano, lo que para él demuestra que “el cambio climático ya no se ve como un tema de expertos, de una minoría o una elite, sino que se ve como un tema que nos afecta a todos”.
Entre los factores a la base de ello menciona que la evidencia científica es lapidaria, que ha habido activismo de base y, quizá como lo más importante, que las personas estén viendo los efectos del fenómeno en sus vidas directamente, empeorando su calidad y las expectativas para los hijos o futuras generaciones.
En esta materia, resalta que la alineación de las metas entre países como Estados Unidos y China antes no estaba y que ahora el reto es que las metas sean cada vez más exigentes. Sobre esto, reconoce que “el compromiso de deforestación 0 al 2030,es una meta que puede ser bastante vaga” y también que “de todas formas, incluye restaurar y recuperar los bosques que hemos perdido. Esto es importante si realmente queremos detener el cambio climático, la degradación y la pérdida de biodiversidad”.
En este sentido, el experto indica que la coexistencia de este tipo de compromisos de los países, por un lado, con la industria forestal que en nuestro país es de gran relevancia económica, implica “una discusión que ya se está teniendo y está bien que se tenga, porque no es algo que esté zanjado. Se debe proveer la evidencia y preocuparnos de nuestro bosque nativo y, considerando que estamos en una emergencia ambiental, debemos apostar por bosque naturales que son más resilientes al cambio climático, que proveen más servicios ecosistémicos como más agua en las cuencas, que un monocultivo forestal”.
En cuanto al rol que puede jugar nuestro país en estos temas en el concierto mundial, Pauchard afirma que las economías pequeñas pueden alzarse como verdaderos laboratorios de experiencias que pueden ser, luego, replicadas por los Estados más grandes.
Por último, el director de Investigación y Creación Artística de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la UdeC, doctor Ronald Mennickent, concluye que “este tipo de encuentros internacionales muestra el camino que debieran seguir los gobiernos para tomar decisiones de alcance global basadas en resultados científicos. La COP26, en particular, ha traído mensajes auspiciosos, aunque todavía hay mucho por hacer en relación a transformaciones energéticas y compromisos medioambientales”.