Ciencia y Sociedad

Detección precoz y prevención: clave para reducir el impacto de los ACV

El accidente cerebrovascular es la primera causa de muerte en Chile y también de discapacidad. El abordaje temprano salva vidas y más evitar los factores de riesgo como obesidad, hipertensión, diabetes y tabaquismo.

Por: Natalia Quiero 30 de Octubre 2021
Fotografía: Archivo

En Chile a diario se registran 69 casos de accidente cerebrovascular (ACV) y cada hora una persona fallece por este, lo que le ubica como principal causa de muerte y primera causa específica de años de vida saludables perdidos por discapacidad y muerte prematura, según el Ministerio de Salud.

Lamentable realidad compartida a nivel internacional y por ello la Organización Mundial de la Salud lo declara un problema de salud pública global por su enorme impacto, pero la diferencia entre morir o vivir y la calidad de vida en la sobrevida la puede marcar tanto la prevención como la detección oportuna. Eso busca sensibilizar el Día Mundial del Accidente Cerebrovascular cada 29 de octubre.

La enfermedad

El ACV, también conocido como ataque cerebral, se produce por una alteración del flujo sanguíneo hacia o en el cerebro, explica el doctor Sergio Juica, médico neurólogo académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC) y especialista del Hospital Clínico Regional Guillermo Grant Benavente y Clínica Biobío de Concepción. Hay dos tipos, siendo el isquémico el más frecuente, con cerca del 80% de los casos: “ocurre cuando se tapa un vaso sanguíneo, principalmente arteria, y se produce un infarto cerebral”, advierte. Otros son los ACV hemorrágicos, cuando se rompe el vaso sanguíneo y se produce un derrame cerebral.

Las evidencias muestran que las hemorragias, aunque más infrecuentes, son más mortales que los infartos, pero recalca que ambos pueden ser letales o dejar secuelas en quienes sobreviven.

Al respecto, pone el acento en que los avances científicos y médicos han posibilitado el desarrollo de fármacos e intervenciones que dan vital soporte para controlar los ACV y salvar a los pacientes, pero que el impacto de las secuelas es elevado. “La gran mayoría de los pacientes que sufren un ACV terminan con secuelas, algunas más leves y otras severas”, afirma Juica. Estas pueden ser físicas y/o cognitivas, permanentes y capaces de mermar en demasía las capacidades, autonomía y bienestar integral de quienes han sufrido un ACV.

Llegada temprana

El neurólogo destaca que la mortalidad y pronóstico dependen mucho de la localización del cuadro y su tamaño, pero también el momento de la atención es relevante: pacientes con un ACV que llegan precozmente a un centro asistencial pueden cambiar su pronóstico (hacia uno mejor) al someterse a técnicas y manejos que evitan que progrese el cuadro y su daño, limitando el área cerebral afectada y la exposición del cerebro a la alteración del flujo sanguíneo.

¿Qué es una llegada precoz? El académico asegura que ser atendido en las primeras horas (idealmente máximo 4 horas). Para lograrlo se deben identificar las señales de un ACV, entre las que menciona “cualquier alteración brusca en la movilidad como dificultad para mover piernas o brazos o para desplazarse, debilidad o parálisis en el rostro (se ve extraño), dificultad para hablar o que otros entiendan y/o alteraciones a la consciencia asociada a estos síntomas”. También son comunes los problemas en la visión y se podrían presentar asociados síntomas más inespecíficos como mareos, vértigos o cefaleas.

Eso sí, Juica enfatiza que “los ACV no producen dolor en la extremidad que no se puede mover y muchas veces no hay dolor de cabeza. El problema es que muchos pacientes se dejan estar porque no les duele y esperan que espontáneamente pasen los síntomas”. Así pasan las horas y se corre el riesgo de llegar tarde, exponiendo la vida y su calidad, por lo que si se notan estos signos, por la propia persona o un cercano, no se puede esperar y se debe acudir rápido a un recinto asistencial para detectar si se trata de un ACV y recibir una atención oportuna para abordarlo cuanto antes. “La consulta idealmente debe ser en un centro de alta complejidad como hospital o clínica en vez de Sapu o consultorio”, afirma, pues en los primeros es donde existen los recursos e infraestructura para hacer las intervenciones necesarias ante un infarto o hemorragia cerebral.

Evitar los ACV

Personas de toda raza, grupo etario y sexo pueden sufrir un ACV, pero Sergio Juica resalta que “está muy relacionada con factores de riesgo”. Uno es la edad y mientras esta aumenta también la incidencia de la enfermedad que es más frecuente en hombres. La genética también podría influir al predisponer a ciertas afecciones. Son características inmodificables, pero afirma que hay otros posibles de modificar y hasta evitar como la obesidad, diabetes, hipertensión, colesterol elevado, sedentarismo y tabaquismo; condiciones vinculadas a los estilos de vida, de una alta prevalencia y desde etapas jóvenes, lo que se asocia al aumento de 40% en incidencia de ACV en menores de 45 años desde 1990 a nivel mundial, según publicación de la revista Lancet Neurology.

Ello explica que 80% de los ACV sean prevenibles y que pese a los avances sea tan incidente con su gran morbimortalidad. Por eso, el neurólogo declara que “lo ideal es que nadie sufra un ACV, por lo que el principal enfoque debe ser la prevención”, con hábitos saludables para evitar o reducir los factores de riesgo, ojalá promovidos desde la infancia y juventud para que se mantengan en la adultez o se cambien las conductas, junto con mantener controladas las afecciones de riesgo si se presentaron, pues su descompensación juega un rol crucial en el peligro de sufrir un ACV.

Covid-19 y ACV

En tiempos pandémicos hay una preocupación particular respecto a los ACV, pues se ha visto que “la Covid-19 aumenta el riesgo de ACV isquémico y trombosis venosas”, advierte Sergio Juica. Parte de esto se explica por el daño multisistémico asociado a esta patología que también afecta a nivel vascular, según las evidencias.

Sobre esto, aclara que la gran incidencia de ACV en pacientes Covid-19 es en aquellos con cuadros graves y conectados a ventilación mecánica, lo que no puede dejar de asociarse que la población más vulnerable es la que presenta factores de riesgo como mayor edad y comorbilidades.

 

Rehabilitar secuelas de ACV es posible con terapias oportunas

Como el cerebro comanda funciones fisiológicas, el movimiento, la cognición, el lenguaje, el habla, las emociones y la conducta es que en cualquiera de estas dimensiones podrían darse las consecuencias de un ACV y, por ende, las secuelas que deje en los pacientes que sobreviven y la magnitud de estas dependen del área cerebral dañada, explica el neurólogo Sergio Juica. Ahí la razón de que las repercusiones en la calidad de vida de las personas que han sufrido este evento y el impacto para su entorno pueden ser tan complejas hasta llegar a situaciones de discapacidad que imposibiliten el normal desenvolvimiento y actividades cotidianas como trabajar, vestirse, ir al baño o comer y necesiten asistencia para ello.

Al respecto, cuenta que entre las secuelas frecuentes por la población están las motoras, en las que puede ocurrir una hemiplejia, debilidad o parálisis de un lado del cuerpo, los pacientes pueden perder la movilidad en sus extremidades e incluso llegar a la pérdida de la capacidad de caminar o a la postración en casos muy severos. También puede ocurrir una alteración en la deglución, paso de los alimentos u otras sustancias como fármacos desde la boca al estómago. En la esfera física también puede producirse un deterioro en la visión.

Todo lo anterior puede ser muy discapacitante y afectar mucho el bienestar integral, pero no lo son menos las secuelas cognitivas. “Se pueden producir secuelas en el habla, lenguaje y comunicación, lo que muchas veces es más complicado para pacientes y sus familias”, advierte. También puede haber consecuencias en funciones como la memoria y atención. Además, destaca que “los ACV son la segunda causa de demencia en el mundo después del Alzheimer”. Se conocen como demencias vasculares.

Las intervenciones

Como el tiempo apremia en el abordaje de un ACV y mejores pronósticos, la premisa aplica en las intervenciones para que la recuperación y rehabilitación de las funciones afectadas sea lo más exitosa posible. Esta dimensión suele requerir un abordaje de múltiples disciplinas, más o menos complejo según la severidad y diversidad de las secuelas.

El trabajo kinesiológico es uno de los relevantes en el ámbito físico. “La terapia kinésica es fundamental para la recuperación del control motor afectado posterior al evento vascular”, sostiene Eduardo Reinoso, kinesiólogo y académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc). Esta intervención se enfoca en rehabilitar el hemicuerpo afectado y la autonomía en las actividades cotidianas de la persona.

Al respecto, el profesional afirma que “la recuperación sin secuelas en la funcionalidad de un usuario afectado de ACV es posible”. Este resultado depende de muchos factores como edad, sitio de lesión o deterioro motor inicial, sobre el que destaca que “es el más influyente y marca el pronóstico del usuario”, pero no deja de resaltar el rol del “tratamiento temprano, oportuno y multidisciplinar que se reciba”. En este sentido, cuenta que “la mayor evidencia con resultados positivos se enfoca en periodos agudos, idealmente dentro de los primeros 90 días (post evento vascular)”. Eso sí, también aclara que “no se descarta que posterior a este periodo también se puedan identificar progresos motores o somatosensoriales, aunque no sean estadísticamente significativos en la literatura y se deba indagar más sobre el tema”.

La terapia fonoaudiológica es también relevante. La fonoaudióloga Valeria Espejo, directora del Departamento de Fonoaudiología de la Facultad de Medicina UdeC, explica que entre las secuelas que desde su disciplina pueden intervenir están las alteraciones en el lenguaje o afasia, trastorno que dificulta la expresión y comprensión. “También están los trastornos del habla, con dificultades para pronunciar algunos sonidos, alteraciones en la voz, debilidad o lentitud al hablar e incluso descoordinación del movimiento que se realiza con la cara”, detalla. “Ambos trastornos comprometen la comunicación de las personas, sea en su medio familiar, social o laboral”. Desde la terapia fonoaudiológica también se abordan los trastornos de deglución.

Lo que se busca con estas intervenciones es que las personas logren una comunicación lo más adecuada en su medio o alimentarse de manera segura y eficaz”, resalta Valeria Espejo y para los mejores resultados sostiene que “es súper importante iniciar la intervención lo antes posible una vez que la persona esté estable”. La razón es que “el cerebro es súper plástico y mientras antes se llegue más se aprovecha esa plasticidad”, asevera. En efecto, más posibilidades de una mejor rehabilitación e impacto favorable en la calidad de vida. Eso sí, como sucede en lo kinésico, en lo fonoaudiológico también se pueden abordar y lograrse buenas rehabilitaciones en pacientes que lleguen en tiempos más posteriores al ACV, asegura. “Aunque los avances de la terapia pueden ser distintos, sí lograremos que pueda comunicarse más adecuadamente, por ejemplo”, afirma.

Mantención

Un aspecto en que Eduardo Reinoso y Valeria Espejo coinciden es en que el inicio temprano de las intervenciones debe darse de la mano con el cumplimiento de las sesiones según lo requerido, si bien plazos y objetivos pueden variar entre pacientes, siempre al comienzo son más seguidas e intensas y de acuerdo a los progresos logrados y/o esperados se pueden ir espaciando.

Pero, no deberían dejarse de lado al llegar a una meta y siempre será importante tener intervenciones de mantención para promover y asegurar que las funciones permanezcan estimuladas y no se deterioren.

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