Ya inició la primavera y así llegan los cuadros alérgicos propios de la época. Usar mascarilla puede ayudar a quienes les sufren, pero hay otras variables a considerar frente al contexto sanitario como la sintomatología asociada.
El 22 de septiembre fue el equinoccio de primavera en el hemisferio sur, llegando la época en que el clima se vuelve más agradable y el entorno más colorido al florecer plantas, árboles y arbustos. Así, hay más pólenes en el ambiente, entre otros reconocidos alérgenos que generan que esta estación también tenga otra característica: aumentan las alergias. Enrojecimiento, picor o lagrimeo de ojos, goteo nasal, estornudos y comezón de garganta son propios de estos cuadros que por segundo año coinciden con la Covid-19; contexto sanitario de pros y contras que deben saberse.
El médico Nicolás Saá, jefe del Servicio de Medicina del Hospital de Coronel y académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) se detiene en los síntomas, particularmente en nariz y garganta propios de las alergias estacionales y también pueden darse en la patología que causa el Sars-CoV-2, si bien suele acompañarse con fiebre, cefalea, diarrea y en casos más severos con dificultad respiratoria.
El punto es que la vacuna tiene como efecto el desarrollo de cuadros asintomáticos o leves y con el avance nacional en vacunación puede ser frecuente que la sospecha de alergia lleve a “confundir síntomas de Covid-19”, cree el profesional, retrasando la detección e inicio de tratamiento y medidas de contención para evitar que el patógeno se propague. Por ello, su recomendación es clara: “ante la duda, los pacientes deben concurrir al médico”, porque permitirá descartar o confirmar y sumar a la búsqueda activa de casos Covid-19 positivos, contribuyendo a mantener la situación actual en miras a su control efectivo.
Por eso también llama a no abusar de medicamentos antialérgicos en cuadros que parecen no mejorar, porque podría estarse enmascarando síntomas de Covid-19, en un contexto en que nunca se deben emplear fármacos de forma descontrolada ni sin prescripción médica, pues todos tienen efectos secundarios y riesgos asociados. Por ejemplo, varios antihistamínicos usados para controlar alergias, vendidos sin receta, producen somnolencia y visión borrosa, lo que podría interferir con las reacciones e incrementar peligro de accidentes domésticos o viales.
Lo favorable de vivir tiempos de Covid-19 para las personas alérgicas es usar mascarilla, parte del estilo habitual por ser básica para prevenir riesgo de contagio al estar con otros. “Pueden aportar a que los pacientes alérgicos manifiesten menos síntomas al exponerse menos a alérgenos ambientales”, afirma Saá, ya que al cubrir nariz y boca se cubren vías de ingreso de los alérgenos.
Y de la exposición hay más relevante. El confinamiento, obligatorio o voluntario, que predominó en 2020 en muchas comunas de Chile y varios meses de este año se tradujo en menos salidas y contacto con el ambiente, realidad hoy opuesta al flexibilizarse las medidas restrictivas. Puede que la repentina mayor exposición al ambiente y alérgenos lleve a producir más alergias o exacerbarlas, pero el principal acento está en infantes; muchos se han expuesto poco o nada a factores ambientales como pasto, polvo y tierra en su vida, pero lejos de ser favorable Nicolás Saá releva que “la exposición permite que el sistema inmune se eduque y entrene para responder mejor a los estímulos”.
De hecho, destaca que la tendencia global es el aumento de las alergias de todo tipo como cutáneas, rinitis o asma y sobre todo en países desarrollados y el gran factor asociado es la “teoría de la higiene” que plantea que la excesiva limpieza y desinfección de hogares y entornos ha gatillado que en la infancia disminuya el contacto con gérmenes, y “ahí el sistema inmune pierde la capacidad de entrenarse y reacciona frente a todo lo que se exponga”, advierte el médico, haciendo hincapié en que, sin o con pandemia, “es importante que niños y niñas se expongan al ambiente tempranamente”.