Cada agosto se celebra el “Mes del Corazón” para concienciar que las patologías cardiovasculares son primera causa de muerte y 80% de las enfermedades podrían prevenirse al seguir estilos saludables. Y la alimentación es un pilar.
Cada 20 minutos en Chile fallece una persona por una patología cardiovascular, primera causa de muerte a nivel nacional y global con cerca del 30% del total cada año, afirman el Ministerio de Salud y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo tan alarmante como auspicioso es que, según la OMS, 80% de esas enfermedades, y muchísimas muertes, podrían evitarse o retrasarse si en la población protagonizaran los estilos de vida saludable. Ese mensaje se busca transmitir cada agosto con el “Mes del Corazón” en el mundo.
Diabetes, hipertensión y obesidad, de alta prevalencia en adultos del país según la última Encuesta Nacional de Salud 2016-2017, son condiciones crónicas principales factores de riesgo cardiovascular y su gran incidencia se asocia al sedentarismo y dietas malsanas que también impactan en la salud cardiaca y, a diferencia de la genética que podría predisponer al riesgo de ciertas afecciones, son conductas posibles de modificar para cuidar la vida, resalta Claudia Troncoso, nutricionista experta en Salud Pública e investigadora de la Facultad de Medicina y el Centro de Investigación en Educación y Desarrollo de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
A la vista queda que un cambio crucial es aumentar el nivel de actividad física para incorporarla de manera regular a la vida. La OMS aconseja que los adultos realicen mínimo 150 minutos semanales para obtener beneficios a la salud.
¿Cómo debe ser la alimentación para proteger al corazón? La también investigadora del grupo Epidemiology of Lifestyle and Health Outcomes in Chile (Elhoc) afirma que la base es una saludable: variada, equilibrada, en la que predominen alimentos naturales y comidas caseras. Es la cualidad de la dieta mediterránea, que asegura que “en innumerables estudios se ha identificado como cardioprotectora”.
La caracteriza el consumo de aceite de oliva, semillas oleaginosas y pescados, fuente de ácidos grasos saludables y esenciales como los Omega 3 y 6. También incluye frutas, verduras, legumbres y cereales que, entre otros nutrientes necesarios y compuestos bioactivos, aportan fibra. Estos componentes “son vasodilatadores, lo que permite un mejor flujo sanguíneo por la mejor dilatación de las arterias”, precisa.
“Los huevos, carnes y lácteos se pueden incluir en la dieta de manera reducida y poco frecuente”, añade Claudia Troncoso. Y se deben evitar grasas saturadas y colesterol (presentes en alimentos de origen animal como queso, mantequilla y carnes rojas) y ácidos grasos trans (aceites vegetales hidrogenados). “El colesterol se adhiere a las arterias disminuyendo su diámetro, incrementado el riesgo de angina o infarto cardiaco. Los ácidos grasos trans incrementan el colesterol LDL (malo) y reducen el HDL (bueno), lo que produce un efecto negativo a la salud cardiovascular”, advierte.
También releva que una dieta saludable evita productos ultraprocesados y frituras por su alto aporte de nutrientes críticos que advierte la Ley de Etiquetado con sellos “Alto en” azúcares, sodio, grasas saturadas y calorías en envases y publicidad.
Algo que enfatiza es que “los efectos negativos de una alimentación y estilos poco saludables son acumulables”. Consumir tabaco y exceso de alcohol y el estrés desfavorecen la salud cardiaca, advierte. Pero, los riesgos y daños se pueden detener o revertir en ciertos casos y controlarse las patologías cuando existen si las conductas evolucionan hacia unas saludables. Por eso, nunca es tarde para cambiar.
Por eso, cree que el reto constante es reforzar la educación, sensibilización y promoción de hábitos sanos en la población, empezando en las primeras etapas de la vida en el hogar al ser el núcleo primario para adquirir costumbres y con acciones pensadas para todos los grupos etarios y espacios de desenvolvimiento, poniendo ahínco en los adultos. Esto, porque reconoce que la salud cardiovascular está presente en las políticas públicas, pero también que los adultos son más reticentes a los cambios y ello podría explicar que, lamentablemente, los esfuerzos que se hacen no sean suficientes al no condecirse con la prevalencia de patologías cardiovasculares y muertes causadas por estas en Chile.