Hay alarma nacional ante la aprobación del polémico proyecto minero-portuario y los científicos locales se suman con la evidencia de un trabajo que evidenció que ejemplares de la Reserva Nacional están menos expuestos a metales pesados versus otras poblaciones. Tener actividad minera en las cercanías de esta podría cambiar la realidad y amenazar la subsistencia de la emblemática ave.
En las últimas semanas llegó al punto álgido una polémica de varios años: se aprobó el proyecto minero-portuario Dominga, que extraerá tanto cobre como hierro y planea construirse en una zona cercana al Archipiélago Humboldt, ecosistema de rica y única biodiversidad donde está la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, que involucra las islas Choros y Damas en la Región de Coquimbo junto a la Chañaral en Atacama.
La aprobación no implica construcción definitiva, hay recursos legales interpuestos pendientes, pero la gran parte de la sociedad local, nacional y hasta mundial ve con preocupación el destino que podría correr la flora y fauna, en especial el pingüino de Humboldt, pues al archipiélago llega más del 80% de la población mundial del ave marina a ubicar sus nidos. Y se hacen parte con evidencia un grupo de investigadores de la Universidad de Concepción (UdeC) que evaluaron la presencia de metales en distintas poblaciones del animal y determinaron que las que habitan la reserva son las menos expuestas. La alarmante proyección es que la ejecución de Dominga con el aumento de la actividad minera de cara al tesoro natural podría modificar la realidad y, peor, dañar la vida marina.
El estudio de dos años de desarrollo fue dirigido por el doctor José Celis, académico de la Facultad de Ciencias Veterinarias y por el mismo estamento participó el doctor Winfred Espejo, además de los doctores Ricardo Barra y Solange Jara del Centro Eula y la Facultad de Ciencias Ambientales. Los resultados se publicaron en la revista Environmental Monitoring and Assessment y para obtenerlos analizaron las porfirinas presentes en excretas de pingüinos, sustancias químicas usadas como marcadores biológicos para evaluar efectos de contaminantes en organismos.
Según relata José Celis, el origen del estudio fue dilucidar si la merma en poblaciones de pingüinos de Humboldt evidenciada se debía a la contaminación por metales. En 2018, el académico chileno Alejandro Simeone realizó el último censo para la especie que reveló que la cantidad en las costas de Chile estaba disminuyendo significativamente en comparación al realizado a inicios de la década de 1980. Salvo en la Isla Choros, cercana a Punta de Choros y donde se emplazaría Dominga. Ante ello, se decidió evaluar las porfirinas en ejemplares de las islas Pan de Azúcar, Cachagua y Chañaral, la última también cercana a Punta de Choros. Afirma que son tres de los sitios de anidación más importantes del mundo para esta ave que habita a lo largo de la costa de Perú y Chile (hay poblaciones hasta Chiloé).
Las conclusiones no dan espacio a dudas. El artículo revela que los niveles de metales fueron más altos en individuos de Pan de Azúcar y Cachagua. La primera cercana a la bahía de Chañaral, área de contaminación minera histórica; la segunda a 20 kilómetros de la bahía Quintero-Puchuncaví, zona muy industrializada. En la Chañaral, a 100 kilómetros al norte de La Serena, los niveles fueron menores y es también “el único sitio libre de actividades industriales, por lo que un incremento de las actividades antropogénicas en la zona podría afectar considerablemente el estado de conservación de las especies con consecuencias negativas para el pingüino de Humboldt”, advierte Winfred Espejo.
La mayor exposición a contaminantes puede acarrear efectos biológicos negativos, pues José Celis pone el acento en que los altos niveles de porfirinas asociadas a metales pesados como cobre, arsénico o plomo pueden explicar mayor incidencia de intoxicaciones, hepatitis, cáncer al hígado y hasta trastornos genéticos en los animales. Y, trascendiendo de los hallazgos para abordar el impacto antrópico, resalta que “los pingüinos son sensibles a la contaminación, ruido y a presencia humana. Hay estudios que señalan que la mera presencia del hombre les produce estrés que incide en menor postura de huevos”.
Todo puede afectar la supervivencia y llevar a reducir las poblaciones de este emblemático pingüino, con repercusiones que podrían ser catastróficas: “si llegaran a desaparecer los pingüinos de una zona, se producirá una alteración con graves consecuencias para la conservación de la biodiversidad”, afirma. “El pingüino de Humboldt se alimenta de peces y en menor medida de calamares y jibias. Así ayudan al equilibrio de los ecosistemas marinos, lo que impide que unas especies predominen sobre otras”, detalla. En este sentido, releva que los pingüinos se alimentan en mar y reproducen en tierra, donde encuentran hábitat para nidificar y descansar, por lo que se les considera aves residentes de esos lugares.
Por lo anterior, una de sus sugerencias es crear un programa nacional de monitoreo de flujo de contaminantes químicos en especies silvestres, porque no existe uno y lo considera fundamental para llevar adelante un mejor plan de conservación de biodiversidad.