Académico UdeC participó de trabajo que desarrolló escala para medir este cuadro gatillado por miedo a exponerse y contagiarse de Covid-19 de cara a flexibilizarse las medidas.
Preocupación, nerviosismo, tensión y temor frente a la posibilidad de salir del hogar y/o entrar en contacto e infectarse de Sars-Cov-2 que causa la Covid-19 y contagiar a seres queridos. Se ha documentado que estas sensaciones han sido y están siendo experimentadas por muchas personas durante la pandemia de Covid-19, como ha pasado en otras, en miras a la flexibilización de las medidas restrictivas como las prolongadas cuarentenas implementadas para contener la propagación del patógeno que llegó hace 16 meses a Chile y provocó una emergencia sanitaria que aún no se controla efectivamente.
Por eso, en ciertos niveles la inquietud y miedo a la exposición son respuestas normales de cara a una situación incierta o un peligro patente, pero muchas veces su magnitud supera lo manejable e impacta en la salud mental, calidad de vida y bienestar presentes y futuros al trascender al riesgo emergente, advierte el doctor en Psicología Felipe García, director del Doctorado en Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC) y codirector general del Centro de Estudios Sistémicos Cesist Chile. Es la ansiedad ante el desconfinamiento, que afirma que mal llamada se ha difundido como “Síndrome de la Cabaña” en Chile, pues este término se acuñó hace varios para describir a un gran cuadro de agobio que provoca el encierro o aislamiento prolongado, para la que junto a académicos de la Universidad Central construyeron y validaron una escala para medirla que publican en la Revista Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación/e Avaliação Psicológica (https://doi.org/10.21865/RIDEP60.3.12).
Nueva herramienta
El trabajo suma un relevante aporte enmarcado en estudios sobre salud mental en los chilenos durante la pandemia de Covid-19 que García ha desarrollado junto a otros investigadores, ya que aunque existen escalas que miden la ansiedad y se han usado, ninguna es específica a la ansiedad por desconfinamiento y los resultados ofrecen una herramienta confiable para evaluarla y detectar personas vulnerables a problemas de salud mental durante o post pandemia.
Para llegar a ello, Felipe García cuenta que la Escala de Ansiedad ante el Desconfinamiento que construyeron se aplicó a 417 hombres y mujeres de 18 años o más residentes en zonas de Chile en las distintas fases del Plan Paso a Paso. Al responder, 6% había padecido Covid-19, 51.8% estaba con ser querido contagiado y 16.8% perdió a uno a causa de la enfermedad.
Las conclusiones
Entre las conclusiones, el académico destaca que “afecta más a mujeres que a hombres” y que a mayor ansiedad ante el desconfinamiento las personas presentan más altos niveles de malestar emocional con efectos como angustia, desagrado, irritabilidad, estrés o problemas para dormir, y menos satisfacción con la vida. Además, la ansiedad fue más alta en personas que estaban en zonas de cuarentena total versus quienes residían en una sin restricción. Y según las evidencias disponibles, en el trabajo exponen que hay ambivalencia: las personas se sienten agobiadas por el encierro y desean salir de la cuarentena y a la vez experimentan severa preocupación o temor anticipados de hacerlo; contradicción de malestares cuyos efectos se potencian entre sí.
Otro aspecto que releva es que la ansiedad ante el desconfinamiento se asocia a conductas evitativas como no salir del hogar ni estar en el mismo ambiente con otras personas o lavado e higienización de manos, artículos o espacios en extremo repetitivo. En efecto, el psicólogo hace énfasis en que en malestar emocional y conductas evitativas están los indicadores que harán sospechar que alguien está sufriendo esta ansiedad y buscar ayuda para abordarla de manera oportuna y preventiva, disminuyendo el riesgo que tengan mayores repercusiones presentes o futuras si se cronifican, perduren y se patologicen.
En salud mental, diagnóstico temprano es identificar y abordar un cuadro agudo; llegar tarde es cuando se volvió crónico, trascendió al evento que lo gatilló y derivó en una patología o problema que requiere intervenciones complejas y largas. Por ello “si más allá del riesgo persisten el malestar emocional y evitación afectarán más la calidad de vida y bienestar de las personas”, sostiene el doctor Felipe García sobre el impacto de la ansiedad por el desconfinamiento que puede ser a corto, mediano y largo plazo si no se maneja a tiempo.
Con ello se refiere a no retomar una vida más normal, pese a poder hacerlo, teniendo los resguardos necesarios como vacunarse, usar mascarilla o mantener cierta distancia y evitar aglomeraciones, en cuanto a actividades sociales, trabajo presencial o acudir al médico. Si alguien se niega a volver a su empleo podría perderlo y la soledad repercutirá en su estado psicológico si se aísla permanentemente, por ejemplo. Y también pone alarma en que las conductas podrían perdurar después de controlada la emergencia y tener otras consecuencias, sobre todo en grupos vulnerables. “En pandemias anteriores, sobre todo del Sars que afectó a diversos países, se observó que el personal de salud, que estuvo más expuesto, más allá de terminada la emergencia no iba al trabajo, se lavaba mucho las manos, guardaba demasiada distancia y no había contacto físico con otros”, afirma el psicólogo y que “el personal sanitario que tuvo este comportamiento, además, tuvo más alta prevalencia de estrés postraumático en comparación a otras poblaciones”. Y más allá de terminada la pandemia no son meses: los efectos fueron evaluados años después, asegura.
La ansiedad
La ansiedad ante el desconfinamiento y sus manifestaciones no son tan distintas a las de otros trastornos de ansiedad entre los que García menciona “fobias, trastorno de pánico o ansiedad generalizada”. Todos unidos por desencadenarse desde una reacción natural frente a un riesgo o evento intimidante, como pasa con el estrés y otras emociones, que en justa medida ayudan, se necesitan y hasta cumplen rol supervivencia. Sobre esto, explica que “la ansiedad es una excesiva preocupación por un futuro incierto, improbable y/o amenazante”, por lo que aumenta en situaciones de incertezas y falta de control como la pandemia o eventos relevantes como un examen universitario o una entrevista laboral, siendo favorable que “puede permitir anteponerse, planificar, prepararse y tomar acciones”, dice.
Pero, la ansiedad es un problema cuando se vuelve inmanejable y termina por dominar la vida e impacta su calidad. Puede ser aguda o crónica, provocada por un evento específico o ser inespecífica (ansiedad generalizada) y se caracteriza por nerviosismo y rumiación (pensamiento constante) sobre el futuro y que algo malo suceda, conductas como comer sin hambre fisiológica o las evitativas y malestar emocional, siendo uno de los principales indicadores de problemas o enfermedades mentales los cambios en hábitos de sueño como dificultades para conciliarlo y/o dormir poco y mal, aclara García. La ansiedad aguda o crónica “genera que muchas personas se paralicen, porque el excesivo pensamiento o preocupación por el futuro no permite centrarse en el presente”, advierte, lo que impide reaccionar y afecta el bienestar, y también que “hace fácilmente comorbilidad con trastorno de estrés postraumático, síntomas depresivos y consumo problemático de sustancias nocivas”.
Realidad y futuro
Eso sí, por su experiencia, García es de los optimistas sobre el futuro de la salud mental en Chile y cree que serán menos los que desarrollen cuadros psicopatológicos crónicos y más los que superen los agudos, a diferencia de quienes prevén una epidemia de salud mental. Sabe en primera persona que está muy desgastada la salud mental, ya alicaída previo a la pandemia, pues hace clínica y es uno de los impulsores de un voluntariado para apoyar y dar contención emocional con horas copadas hace más de un año (ver más abajo), y también que “las personas tienen la capacidad de resistir y recuperarse, son resilientes”.
La convicción se la da su carrera académica enfocada al estudio de efectos psicológicos de eventos estresantes, como el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, y reconoce que tras una vivencia traumática que requirió un estado de hiper alerta o cambios en la vida y conductas la población tiene más incidencia de crecimiento postraumático (aprendizaje y desarrollo de estrategias) que de estrés postraumático, cuadro en que la hiper alerta y conductas perduran y se reexperimentan cesado el riesgo por el temor de volver a exponerse, con serios impactos a nivel emocional, cognitivo y físico. Por ello plantea que “las personas están reaccionando de forma aguda, porque la pandemia sigue y también el riesgo”, pero cuando termine la pandemia la mayoría podrá “volver a un estado emocional más adecuado o estable”, cree.
Para acrecentar esas chances de prevenir problemas mentales crónicos y favorecer el bienestar hoy en quienes sufren un cuadro que está interfiriendo con su desenvolvimiento y calidad de vida define como crucial el diagnóstico y recibir apoyo especializado oportunos, por lo que se llama a identificar el problema y buscar ayuda a tiempo. Y también hace hincapié en que el sistema sanitario y sociedad debe estar preparado hoy y mañana para atender adecuadamente a la población en situaciones de salud mental más complejas y crónicas, como quienes ya padecieron o estaban en tratamiento de una enfermedad, personas con menos redes de apoyo social o más afectadas y/o expuestas a riesgos durante la pandemia, y los que no alcancen a recibir atención a tiempo.
Cesist Chile, atendiendo la realidad de la salud mental, rápidamente implementó una estrategia con el objetivo de dar, vía remota, contención y una primera ayuda psicoemocional gratuita durante 2020 para contribuir con la población local. Felipe García destaca que la iniciativa perdura hasta hoy gracias al trabajo voluntario de más de 80 profesionales de distintas áreas de Chile y también del extranjero, y que ha beneficiado a más de 600 personas y también se ha trabajado con grupos, pues el equipo está colaborando con instituciones como el Servicio de Salud de Talcahuano y el Hogar de Cristo.
Como la necesidad de apoyo sigue latente, siempre están recibiendo a nuevos voluntarios (voluntarios@cesist.cl) y las personas que necesiten de este beneficio pueden solicitarlo (salud.mental@cesist.cl).