Este órgano vital que controla la actividad cognitiva, motora y muchos procesos físicos o fisiológicos, sigue siendo un misterio y científicos de la UdeC avanzan para comprender más su función; un reto global para mejorar la salud y calidad de vida.
Representa el 2% del peso corporal, gasta cerca del 20% de la energía y oxígeno que consume el organismo, transporta la información a más de 430 kilómetros por hora y controla actividades cognitivas, motoras y comportamientos, y muchos procesos físicos o fisiológicos. Eso y más es el cerebro, cuyo papel se releva cada 22 de julio con su Día Mundial.
No en vano esta estructura biológica es uno de los órganos vitales, rotunda verdad que no quita que para los expertos el cerebro siga siendo menos certezas y más misterios que están desafiados a desvelar para entender en profundidad su funcionamiento de la mano de la neurociencia, disciplina interdisciplinaria que involucra diversos campos para estudiar todos los aspectos del sistema nervioso, desde su estructura y procesos hasta comportamientos.
Su desarrollo ha permitido avanzar en nuevos conocimientos, vertiginosamente en las últimas décadas, pero seguir respondiendo preguntas sobre la función cerebral es un reto constante y global. Y desde la Universidad de Concepción (UdeC) se trabaja para revelar enigmas desde un interés que trasciende a la curiosidad científica y lo guía la convicción de que comprender este órgano puede y debe impactar en mejorar la calidad de vida de las personas y la sociedad, coinciden Mabel Urrutia y Luis Aguayo, académicos de la Facultad de Educación y Ciencias Biológicas respectivamente, quienes desde sus distintas experticias y junto a sus grupos llevan años desarrollando líneas de estudio centradas en la neurociencia para contribuir a esa mejora.
Entendiendo más cómo funciona el cerebro se podrían hallar causas y/o mejores terapias o cura a patologías neurológicas o mentales (13% de las causas de enfermedades en el mundo) hasta hoy incurables como adicciones (son crónicas), el Parkinson, la esquizofrenia y el Alzheimer (principal causa de demencia) o saber si se puede prevenir alguna.
Luis Aguayo, doctor en Ciencias y director del Laboratorio de Neurofisiología y del Programa de Neurociencia, Psicología y Salud Mental (Nepsam), destaca que allí hay importantes incógnitas que se busca y deben responder con la neurociencia y espera aportar con su grupo. En Nepsam, el foco de estudio son mecanismos celulares y moleculares para comprender la función cerebral en distintos procesos y Aguayo trabaja “para entender cómo la alteración de ciertas proteínas en el cerebro incide en la adicción al alcohol y en la demencia de la enfermedad de Alzheimer”, precisa.
También se ha podido y podrían mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje y la educación de los estudiantes en distintas etapas o las relaciones sociales, pudiendo reducirse brechas tan patentes en Chile.
La doctora en Psicología y Lingüística Mabel Urrutia, líder del Grupo de Investigación en Neurociencia Cognitiva y Educación, usando tecnologías como la electrofisiología se ha dedicado, hoy mediante un Proyecto Fondecyt Regular que lidera, a estudiar las bases neurales de la comprensión lectora (en Chile menos del 1% de los adultos con educación media completa y 5% con educación superior tiene nivel alto), en miras a que sus hallazgos permitan diseñar estrategias para mejorar la comprensión lectora que define como una habilidad crucial cuyo nivel permea toda dimensión de la vida en el transcurso vital, desde una evaluación académica y ejecución de un trabajo hasta la adecuada o errónea toma de decisiones al firmar un contrato, por ejemplo. Además, estudió la exclusión social con experimentos con estimulación magnética transcraneal (EMT) que arrojaron que se vincula al dolor físico, es decir, el dolor emocional “activa” la misma zona cerebral que el físico : “ha sido interesante hallar que lo que podemos inferir con dichos como que la ‘puñalada por la espalda’ tienen un sustrato neural”, resalta.
Trabajos que evidencian por qué el incesante interés de estudiar la función cerebral, de saber cómo son realmente los procesos cognitivos, las emociones o la experiencia consciente y cómo se enferma el cerebro.
Progresos futuros y una comprensión más profunda que, además del potencial expuesto, podrían contribuir a estrategias para que “el cerebro de toda persona funcione mejor”, anhela la doctora Urrutia, y así potenciarse el crecimiento personal y la movilidad social, mejorar las relaciones y equiparar las desigualdades. El doctor Aguayo agrega que “conocer del cerebro ayudará a tener una sociedad más satisfecha, con menos estrés, más feliz y con más bienestar”, pues podría haber datos que se transformen en acciones que favorezcan la toma de decisiones y la salud mental o protejan al cerebro para tener uno más sano, con un envejecimiento más saludable y menos patologías. Son posibilidades tan diversas como la función del cerebro y su ruta de acceso: la neurociencia.
Lo que se sabe del cerebro, que controla lo que pensamos, decimos y hacemos de forma consciente o inconsciente, voluntaria e involuntaria, como tomar decisiones, movernos, respirar o los latidos del corazón, están en lo que para el doctor Luis Aguayo “es un conocimiento básico”, que hoy permiten tener algunas certezas o nociones de la naturaleza de procesos como la memoria, la atención, los aprendizajes o las emociones.
Pero, como el concepto indica es una base, destaca, y ha sido posible construirla desde el progreso en los estudios del cerebro y la neurociencia. La doctora Mabel Urrutia enfatiza que son siglos de desarrollo y sustanciales en tiempos más recientes por la aparición de tecnologías que permiten acceder, analizar e intervenir el cerebro sin invadirlo y en tiempo real como la EMT, electrofisiología y resonancia magnética funcional que ha empleado y sobre las que destaca que “su uso no genera efectos secundarios”. Antaño, la posibilidad de llegar al cerebro era hacer trepanación o lobotomía y estudiar al órgano post mortem para saber qué área estaba afectada en quien padeció algún mal.
Evolución palpable en los cambios de paradigmas que han impulsado los avances en neurociencia al refutar evidencias que fueron la verdad absoluta por siglos. O deberían, ya que muchas se han transformado en neuromitos difíciles y necesarios de derribar porque “pueden tener consecuencias en las conductas, salud o aprendizaje”, advierte.
El primero que menciona es que “en 1800 se creía que el tamaño del cerebro se relaciona con su función”, lo que está comprobado como falso y se asocia al que plantea que hay diferencias en la función cerebral y capacidades por género , balanza por años inclinada en favor de los varones: “el cerebro de hombres y mujeres tienen la misma función y pese a que el del hombre es de mayor tamaño no significa menor funcionamiento cognitivo de la mujer”, asevera Urrutia.
Que las mujeres son multitareas o hay personas con la capacidad de prestar atención a múltiples aspectos y ejecutar bien varias labores al mismo tiempo es otro neuromito a destruir. “Las personas somos capaces de hacer bien dos cosas a la vez y si son de dos canales cerebrales distintos: puedo caminar y escuchar música, pero no conducir y consultar el celular”, destaca. Y es claro al ser motivo de trágicos accidentes.
Añade que “otro es que usamos el 10% de nuestro cerebro”, temática de populares películas, series y un libro devenido en best seller (“Aprenda a usar el otro 90%”), “usamos el 100% del cerebro”.
Y por su impacto en la educación, Mabel Urrutia se detiene en que “es un neuromito que las personas tienen diferentes estilos de aprendizaje y ha generado prácticas erróneas en que se interviene a estudiantes en base a etiquetas que no existen. Ello está acompañado del decreto 83, que solicita a los profesores que realicen actividades diferenciadas, pero la neurociencia plantea que el cerebro es multimodal y no tenemos preferencia por un canal”.
Y hasta hace un tiempo la evidencia decía que no nacían nuevas neuronas, que sólo se perdían y nuevas evidencias plantean algo diferente: “distintos estudios han encontrado nuevas neuronas en el hipocampo”, sostiene.
Lo expuesto está muy relacionado con la neuroplasticidad, capacidad de las neuronas y redes neuronales de cambiar sus conexiones y función en respuesta a nueva información, el desarrollo, estimulación o daños en el cerebro, pudiendo remodelarse el comportamiento o pensamientos. O sea, aprender. La neurociencia han mostrado que el cerebro es plástico toda la vida y siempre se puede aprender, a diferencia de lo que se creía, si bien hay periodos como la primera infancia cuando la plasticidad cerebral está en su máximo esplendor.
“Hay un neuromito que plantea que después de los 3 años es muy difícil aprender y se deriva de que en la vida tenemos tres podas sinápticas: 3, 10 y 15 años, y se asocia a que es necesario que algunas neuronas y conexiones se pierdan cuando no se utilizan para ciertos fines”, explica Urrutia. Ello implica que hay etapas sensibles, como los 3 primeros años y si un infante se expone simultáneamente a 3 idiomas los aprenderá fácilmente y como si fuera nativo. Pero, no significa que después, llegada la juventud o adultez, no se pueda adquirir nuevas lenguas o aprender.
“Lo interesante de la plasticidad cerebral es que si tenemos estímulos desafiantes somos capaces de adquirir un nuevo idioma o ciertas habilidades y conocimientos que antes se creía que sólo se podía hasta cierta edad”, releva como un nuevo paradigma que considera más democrático y alentador, ya que pensando en adultos y personas mayores suena a desahucio y comprobadamente falso que no aprenderán nada nuevo. Sólo como ejemplo actual, miles se han alfabetizado digitalmente para usar dispositivos tecnológicos y plataformas virtuales para adaptarse a los nuevos tiempos.
Por la evidencia, la académica hace énfasis en el papel de la estimulación, que debe ser sistemática en la vida y acorde a la motivación de estudiantes y de las personas en general. Y cree que si las políticas públicas y acciones consideran el concepto de plasticidad cerebral se podría promover un mayor bienestar social y un envejecimiento más tardío y saludable.
Para esta estimulación dice que hay que mantener entrenado al cerebro y que es posible con actividades simples como leer, desarrollar crucigramas y practicar ajedrez. “Y también hay que estar estimulado afectiva y socialmente, hay que estar con personas, mantener las relaciones sociales”, afirma.
Y el doctor Luis Aguayo resalta el concepto de higiene cerebral para cuidar y mantener sano al cerebro, basado en el autocuidado: meditar y procurar reducir el estrés, dormir y descansar lo suficiente, comer adecuadamente, tener una vida activa y ejercitarse regularmente son medidas básicas para tener una mente sana para un cuerpo sano y un cuerpo sano para una mente sana.