Hace 5 años entró en vigor esta política que incluye sellos “Alto en” para simplificar la información nutricional y que las personas elijan productos con menos, que son más saludables. Sin embargo, para cambiar los hábitos es necesario algo más que estas advertencias.
En Chile la Encuesta Nacional de Salud de 2010 advirtió que 64% de los adultos tenía algún grado de sobrepeso y el informe 2016-2017 reveló un aumento al 74%, con 31% de prevalencia de obesidad y 3% de obesidad mórbida, quedando el país como el más obeso de la Ocde. Lamentable, liderazgo frente a una problemática en cuyo combate Chile también se convirtió en pionero al ser la primera nación en desarrollar una política pública que ataca a su corazón: la malnutrición por exceso. Es la Ley 20.606, sobre la composición nutricional de los alimentos y su publicidad, conocida como “Ley de Etiquetado”, que entró en vigor a fines de junio de 2016 y como característica más popular tiene la incorporación en los envases de productos procesados sólidos y lácteos de sellos de advertencia “Alto en” azúcares, carbohidratos, sodio y grasas saturadas.
Son los “nutrientes críticos, porque pueden ser nocivos para la salud de la población en todas las etapas del curso vital”, explica la nutricionista experta en Salud Pública Claudia Troncoso, académica de la Facultad de Medicina e investigadora del Centro de Investigación en Educación y Desarrollo de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) y del grupo Elhoc (Epidemiology of Lifestyle and Health Outcomes in Chile). Es que su ingesta excesiva se asocia a mayor riesgo de sobrepeso, obesidad y de otras condiciones crónicas como diabetes, dislipidemias e hipertensión arterial. Todas de alta prevalencia en Chile y factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares, primera causa de muerte a nivel nacional y mundial.
El gran aporte
La ley se concibió como estrategia para simplificar la información nutricional de los alimentos para que los consumidores identifiquen si están frente a uno poco o más saludable, representado por la menor o nula presencia de sellos, para que escojan estos. Algo que para la académica es el gran aporte, pues cree que “esta recomendación es fácil de comprender” y puede instar a tener hábitos alimentarios más sanos. Y, a 5 años de su entrada en vigor, los resultados son favorables: según un estudio (Alaniz y Castillo) que apareció en la Revista Chilena de Nutrición en 2020 “97,4% de la población estudiada selecciona sus alimentos con menor cantidad de sellos y 91,3% disminuye la cantidad de alimentos comprados con presencia de sellos en comparación al periodo anterior a la implementación de la ley”, cuenta Troncoso, relevando que “los autores concluyeron que los sellos de advertencia son conocidos, entendidos y considerados en la selección de los alimentos”.
Destaca también la implementación gradual de la ley en cuatro fases (2016, 2018, 2019 y 2022) en cuanto a mayor exigencia en los límites de nutrientes críticos cada 100 gramos/ml para incorporar los sellos y la obligatoriedad para productos de pequeños productores (2019) y microproductores (2022), permitiendo que la industria se haya ido adaptando para mejorar la calidad nutricional de los productos. Lo publicitario es también relevante, sobre todo pensado para proteger a la infancia y adolescencia de los alimentos altos en nutrientes críticos y de la malnutrición por exceso, pues toda publicidad de productos con sellos debe incorporar un mensaje que inste a preferir los con menos advertencias y se han restringido los horarios de publicidad en televisión y cines.
Una mirada holística
Sin embargo, para la académica la ley como importante avance, reconocida en su potencial al ser replicada en otras naciones, no es la solución por sí sola y hay aspectos a trabajar fuerte y constantemente para fomentar hábitos más sanos y disminuir la prevalencia de exceso de peso y otros problemas: los sellos y entender lo que significan “no es un indicador de estilo de vida más saludable”, advierte, porque no necesariamente las personas optarán por el producto con menos sellos, aunque reconozcan que eso deberían hacer.
Allí el gran reto presente y futuro que vislumbra es “potenciar la educación alimentaria y nutricional en escenarios y etapas clave para la formación de hábitos alimentarios, como los ambientes alimentarios domésticos e institucionales, en especial escuelas de educación prebásica y básica”, y siempre bajo la comprensión de que “la alimentación debe ser concebida desde una mirada holística, biopsicosocial”, resalta, ya que las conductas alimentarias están influenciadas por factores biológicos, psicológicos y sociales. Por ello, toda acción de promoción debe ser tan integral como el fenómeno en sus abordajes para tener éxito.