Saber qué complica la aplicación de la norma de entrega de placenta, cuyo entierro es una práctica mapuche ancestral, es el principal objetivo
“Protocolo de entrega de placenta para pueblo mapuche: hacia una visión intercultural de la atención del parto” es el proyecto UCO que un equipo de investigadores de la Universidad de Concepción (UdeC) se adjudicó, recientemente, a través del Programa de Interculturalidad desarrollado por la Vicerrectoría de Relaciones Institucionales y Vinculación con el Medio para ejecutarlo durante un año.
El objetivo principal es caracterizar las causas que han dificultado la implementación de la Norma General Técnica N°189 que regula la entrega de placenta, cuenta el doctor Marcelo González, director del Laboratorio Materno Fetal (Limaf) y académico del Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Facultad de Medicina e investigador principal del proyecto del que también participan la matrona Katia Sepúlveda, docente del mismo estamento; Consuelo Neipan, estudiante de Antropología UdeC; y Neftali Painequeo, facilitador intercultural del Hospital Penco-Lirquén. “La idea es saber qué motivos han complicado la implementación de esta norma en hospitales de nuestra región principalmente, tanto desde las visiones de los equipos de salud como de las comunidades y asociaciones mapuche”, afirma González.
La Norma N°169, aprobada por el Ministerio de Salud en 2017, regula la entrega de placenta para toda mujer que la solicite en Chile, pertenezca a un pueblo originario o no. Esta responde al incremento de la demanda en solicitar este órgano tras el alumbramiento para distintos fines como los rituales y a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud de atender la salud sexual y reproductiva en un sentido amplio, incorporando el componente emocional y afectivo, resalta Katia Sepúlveda.
Ahí lo crucial para el pueblo mapuche. Neftali Painequeo relata que una de las prácticas ancestrales es el ritual de entierro de la placenta, que tiene el sentido de proteger la vida de la persona que se gestó allí y se da en un contexto donde toda la gestación, parto y nacimiento se experimentan desde una concepción cultural que incluye uso de ciertos accesorios, músicas o ritos como que el padre corte el cordón umbilical que son trascendentales. Por ello, la aplicación de la norma debe darse desde una atención en salud con pertinencia cultural.
Con la Covid-19, mucho se vio interferido por las restricciones de los protocolos de seguridad sanitaria, aunque las dificultades antecedían la contingencia. “En general hay mucho desconocimiento en los equipos de salud del por qué se solicita la placenta y otras prácticas culturales de los pueblos originarios (en el parto) que van más allá de la entrega de placenta”, explica, y ello podría traducirse en negativas a la solicitud. A diferencia de recintos donde hay sensibilización constante a los profesionales, como en el Hospital Las Higueras donde se desempeñó antes y la entrega de placenta ha sido exitosa, asegura. Otra restricción que podría presentar el sistema es la falta de espacios apropiados para una atención del parto con pertinencia cultural.
Además, podría ser que “las personas mapuche desconozcan lo que pueden solicitar en el proceso del parto”, apunta Painequeo.
Para indagar en las visiones y experiencias sobre las dificultades en la entrega de la placenta, Marcelo González adelanta que se realizarán encuestas y entrevistas a los distintos grupos. Y los implicados en el trabajo saben que los resultados de los análisis de las respuestas deben trascender del papel para generar cambios en la práctica y la meta es difundirlos en distintas instancias académicas, sociales y educativas. Clave será impactar en los profesionales que trabajan en el sistema y podrían recibir estas solicitudes, y también en los que lo harán a futuro “para apoyar a que las generaciones nuevas que se forman en el área de salud traigan consigo la concepción de salud intercultural”, manifiesta el doctor González, lo que podría hacerse incorporando aspectos en mallas curriculares u otras instancias.
Por muchos años y hasta antes que existiera la norma 189, “en el sistema sanitario la placenta era un desecho biológico”, afirma la matrona Katia Sepúlveda.
Todo lo contrario para el pueblo mapuche, en que Neftali Painequeo explica que se entiende a este órgano como esencial en el desarrollo del ser humano al ser el primer mundo que albergó la vida y la conexión con lo que es el individuo es para siempre. Enterrarla, además de cerrar un ciclo, es honrarla para proteger el camino de esa persona en el nuevo mundo terrenal. Su significado emocional, afectivo y psicológico es determinante, por lo que su entierro debe ser en un lugar natural importante y de conexión permanente. Los mapuche, antes de enterrarla, también tratan de leer lo que las características de la placenta les diga.
Entendimiento ancestral que no dista del occidental. “La placenta cumple una función vital en la gestación”, afirma Marcelo González. Es la primera conexión entre el feto y la madre, da oxígeno y nutrientes, además “se puede ver alterada en ciertas condiciones y eso podemos asociarlo a problemas del niño o niña que se gestó allí o de la madre”, explica, razón por la cual sostiene que hay que cuidarla, estudiarla y entenderla en profundidad, tarea del Limaf UdeC.