Este 17 de mayo se conmemoró el día mundial para sensibilizar sobre esta patología que tiene a las dietas altas en sodio como factor de riesgo y reducir su consumo como pilar de la terapia. La ciencia revela que el éxito de la privación depende del fenotipo de la persona.
Es tan alta la prevalencia de hipertensión arterial y severo su impacto que es un problema de salud pública global y nacional del que cada 17 de mayo, con un día mundial, se sensibiliza acerca de la importancia de su prevención, diagnóstico y control. En Chile, según la última Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2016-2017, 27,3% de las personas adultas padece esta patología crónica que en palabras sencillas es tener la presión arterial elevada y cuya compleja realidad es ser uno de los principales factores de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares graves y potencialmente mortales, incluyendo accidentes cerebrovasculares, infarto agudo al miocardio, insuficiencia cardiaca e insuficiencia renal. En efecto, esta condición sería responsable de la pérdida de 7.7% del total de años de vida saludables por mortalidad prematura o discapacidad en el país.
Según la Organización Mundial de la Salud “la tensión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de los vasos (arterias) al ser bombeada por el corazón. Cuanto más alta es la tensión, más esfuerzo tiene que realizar el corazón para bombear”. Mientras que una medición normal es de 120/80 milímetros de mercurio (mm Hg) diastólica y sistólica, respectivamente, la hipertensión se eleva por rangos superiores a 130/80 mm Hg. La buena noticia es que “estudios internacionales estiman que disminuciones de sólo 10 y 5 mm Hg en la presión arterial sistólica y diastólica, respectivamente, se asocian a reducciones de 32% de accidentes cardiovasculares”, afirma el doctor Marcelo Villagrán, especialista en Nutrigenética y Nutrigenómica, jefe del Magíster en Ciencias Biomédicas y académico de la Facultad de Medicina Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) e investigador del grupo Elhoc (Epidemiology of Lifestyle and Health Outcomes in Chile).
Una buena noticia que le hace destacar como “importante la búsqueda de nuevas estrategias para el control de la hipertensión”. Es que la evidencia está directamente relacionada con los tratamientos que incluyen medicamentos y se basan en estilos de vida que incluyan aspectos como ejercicio físico regular y, sobre todo, la dieta, pues asevera que “reducir el consumo de sal (sodio) constituye una terapia de primera línea para el manejo de la hipertensión, especialmente en adultos con una moderada y sin diagnóstico de hipertensión previo”. Pero, estudios internacionales e información disponible desde hace algunos años estarían llamando a cambiar los paradigmas terapéuticos. Al menos para algunos grupos.
La dieta alta en sodio se considera un factor de riesgo de hipertensión e incompatible con el control del cuadro. Pero, según Villagrán se ha “mostrado que disminuir 70% el consumo de sal logra, en promedio, una reducción modesta de 5,5/2,9 mm Hg en la presión y que hay gran variabilidad en la respuesta interindividual a la restricción de sal”. Se ha visto que un grupo de personas bajará de manera considerable su presión arterial si reduce el consumo de sodio, según la recomendación, y otro no presentará una baja importante, aunque siga estrictamente privaciones indicadas. Algo que ha hecho que se defina que hay personas que presentan un “fenotipo sensible a la sal” y se estima que estaría presente en cerca de 50% de los hipertensos, para quienes sería exitoso el pilar terapéutico de restricción de consumo de sal; para el resto, los esfuerzos serían infructuosos.
Hoy se puede determinar si alguien posee fenotipo sensible a la sal, pero es complejo, ya que el proceso “involucra intervenciones en las que hay que exponer a las personas a consumos de 20 gramos diarios de sal durante 5 días (más de 4 veces del máximo recomendado)”, advierte Marcelo Villagrán.
Uno de los retos científicos es identificar marcadores asociados al fenotipo de sensibilidad a la sal o predisposición a este para desarrollar pruebas de detección óptimas. “Se sabe que este fenotipo está determinado por aspectos como alimentación y estado nutricional, pues personas con sobrepeso tienden a tener mayor sensibilidad a la sal. Y la genética, como factor que acompaña durante toda la vida, es importante y se han identificado variantes en el genoma como marcadores que predisponen la hipersensibilidad, pero falta más validación de estudios clínicos”, explica.
Aumentar los conocimientos y mejorar la capacidad diagnóstica es crucial para el investigador, pues permitirá orientar tratamientos antihipertensivos más personalizados y efectivos y ve como una real posibilidad aportar a ello, y espera se pueda concretar un proyecto en un futuro no tan lejano, desde su expertise junto a la de su grupo de investigación, pues llevan años desarrollando una línea de estudios sobre variantes genéticas asociadas al riesgo de patologías crónicas como diabetes y obesidad, contribuyendo a la medicina y bienestar de las personas desde Concepción.