Es el bioresiduo más abundante del mundo, sus usos no bastan para que desaparezca y así sus problemas, pero su potencial químico se desaprovecha: podría reemplazar a la vaselina, de origen fósil. Daniel Sandoval lidera estudio que busca caracterizar extractos cerosos para aprovechar al biorecurso.
Probar que un extracto ceroso obtenido desde la corteza de pino radiata, residuo forestal, una de las principales actividades económicas en la Región del Biobío, puede utilizarse para elaborar productos de uso cosmético como cremas, ungüentos o jabones busca Daniel Sandoval, investigador doctoral del Doctorado en Ciencias con mención en Biodiversidad y Biorecursos de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc).
Con su proyecto, el ingeniero civil en Biotecnología espera aportar con una alternativa orgánica y potencial reemplazo de la vaselina, base de la mayoría de los productos cosméticos y que advierte “es una fracción pesada de la destilación del petróleo, es decir, estamos echando hidrocarburos a nuestras pieles”.
“Para desarrollar cremas y emulsiones es necesario contar con materias grasas o sustancias aceitosas”, aclara, por lo que se ha centrado en estudiar técnicas para extraer la cera desde la corteza de manera óptima, caracterizar químicamente al extracto ceroso para determinar qué grupos funcionales y ácidos grasos se presentan y analizar sus propiedades físicas para hallar características similares a las ceras generadas desde hidrocarburos. Un último crucial factor es que la cera no sea tóxica, para lo que ha hecho ensayos in vitro que generan gran expectativa, pues sostiene que “la cera de pino extraída con nuestras técnicas muestra menos toxicidad en células humanas que la vaselina. Es un gran resultado y continuaremos con otros tipos de células para estar 100% seguros de la no toxicidad de estos compuestos cerosos”.
Uno de los prototipos obtenidos como resultado del proyecto ha sido un ungüento complementario al tratamiento de la psoriasis.
Desarrollar este estudio surge desde varios problemas que Daniel Sandoval ha identificado desde su experiencia personal y profesional.
Hace cerca de 7 años su hijo mayor fue diagnosticado con dermatitis alérgica y al ver que la dermatología tradicional no fue suficiente para mejorar el problema, además de ser de alto costo, buscó opciones de origen natural que no halló. Así, decidió usar sus conocimientos profesionales para desarrollar formulaciones que sí fueron una solución. Pensar en que más personas y familias pudieran estar en la misma situación decidió crecer y emprender, fundando El Avellano, donde se dedican a elaborar productos cosméticos en base a compuestos naturales con propiedades ampliamente evidenciadas. El interés por tener más expertise lo llevó a ingresar al doctorado en el que cursa su último año.
Sobre esto, explica que “la vaselina es tóxica, produce dermatitis alérgica por contacto y síndrome por hipersensibilidad química”. Un gran problema sanitario si se atiende que la piel es un órgano fundamental, el más extenso y principal barrera protectora, por lo que su sanidad es vital. Añade la dimensión social, pues advierte que “las alternativas buenas son caras y las que son accesibles son tóxicas”, por lo que muchos no pueden adquirir los mejores productos o tratamientos.
Pero, los elaborados con materias primas naturales podrían ser de una gran calidad y a menor costo. Más si es la corteza de pino que “es uno de los bioresiduos más abundantes del planeta”, advierte el investigador, en particular el pino radiata en Chile. Y si bien es un residuo que tiene ciertos usos, lo define como un aprovechamiento pobre del potencial químico del biorecurso, porque su composición se puede traducir en diversas propiedades que han sido estudiadas y algunas aún inexploradas, e insuficiente de un bioresiduo cuya presencia genera graves impactos ambientales muy documentados y que podrían ser nefastos para los ecosistemas nativos y/o comunidades aledañas.
Entre los problemas explica que, tras procedimientos en las plantaciones forestales, cuando la corteza queda en contacto con el suelo comienza a interactuar y en el proceso va generando cambios en el pH, conductividad y presencia de ciertas sustancias que alteran las características del terreno. “Ello implica que no puedan crecer plantas endémicas, lo que produce desertificación que hace que el suelo se erosione, que el agua no quede retenida y el suelo se seque”. Ello gatilla otra compleja situación: “ambientes secos, propicios para incendios forestales”, afirma. En efecto, hay un riesgo inminente de incendios forestales y que es exacerbado al ser el pino una especie pirogénica, es decir, que autocombustionan cuando se enfrentan a ciertas condiciones ambientales.
Por ello, manifiesta, “hay que utilizar y sacar el máximo partido a la corteza para hacerla desaparecer”. Y a eso quiere aportar con su investigación y los desarrollos o aplicaciones que se hagan a partir de esta.