Suele no pedirse la receta al comprar estos fármacos que sí requieren prescripción. Pero, exigirla no combate la automedicación ni concientiza riesgos del mal uso. Su consumo sin evaluación ni supervisión profesional puede tener consecuencias graves.
A inicios de esta semana, tras circular por redes sociales el testimonio de mujeres que reportaron la exigencia de receta médica para adquirir anticonceptivos de manera online, el tema se transformó en el centro de una discusión para la que alzaron las voces usuarias de estos fármacos, profesionales de la salud y algunas autoridades. Una polémica mediada por la confusión, ya que muchas le asumieron como un cambio en la normativa vigente y parte de las presiones apuntaban a revertirlo, pero rápidamente el Instituto de Salud Pública (ISP) aclaró que no hubo ninguna modificación, llamando al criterio para vender medicamentos y no entorpecer el acceso en medio de una situación de emergencia sanitaria que está en sus momentos más críticos desde que hace más de un año se declaró la pandemia y más de 14 de millones de personas están en comunas con confinamiento en Chile.
En cuestión de días se recuperó el status quo conocido y por eso se hace necesario informar la realidad sobre adquisición y uso de anticonceptivos. Es que “históricamente en Chile no se pide receta médica cuando una mujer acude a una farmacia a comprar sus anticonceptivos hormonales”, plantea la matrona Carolina Bascur, directora del Departamento de Obstetricia y Puericultura de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC). No obstante, “por tratarse de productos que requieren evaluación, diagnóstico y supervisión profesional, su condición de venta siempre ha sido y es bajo receta médica simple (con excepción de la llamada ‘pastilla del día después’ que no requiere receta desde el año 2015)”, ha declarado públicamente el Colegio de Químicos Farmacéuticos y Bioquímicos de Chile. Médicos, médicas, matrones y matronas están autorizados para prescribir anticonceptivos, resalta Bascur.
Las razones de ello, explica la matrona, es que estos fármacos que regulan la fertilidad y contribuyen a evitar embarazos no planificados y también se emplean en el tratamiento de patologías ginecológicas como síndrome de ovario poliquístico o endometriosis, por ser compuestos hormonales tienen contraindicaciones y si no están bien indicados pueden asociarse a efectos adversos con consecuencias fisiológicas de leves a de riesgo vital, como el desarrollo de trombosis. Por ello, “cuando una mujer inicia por primera vez el uso de un método anticonceptivo o lo cambia siempre debe consultar con un especialista porque hay que tener en cuenta ciertas condiciones y perfiles individuales para indicar el producto más adecuado”, aclara Bascur. Lo que a una funciona bien no necesariamente lo hará en otra y factores como estado fisiopatológico o hábitos son determinantes en la prescripción.
Con la indicación profesional respecto al empleo de anticonceptivos y regularidad de controles, tal como debe ser en todo tipo de medicamentos para evitar usos inadecuados, Carolina Bascur reconoce que las mujeres pueden seguir con tranquilidad su tratamiento y la adquisición de anticonceptivos puede ser más libre, porque saben qué pueden consumir. Y es una convencida de que la gran mayoría de las usuarias los emplean responsablemente y que son menos las que suscriben a este tipo de tratamientos sin consultar y toman un medicamento porque leyeron recomendaciones en la web o a una mujer conocida le dio buenos resultados.
Algo que no deja de ser preocupante, pero para la especialista direccionar el esfuerzo hacia una mayor fiscalización y exigir que se cumpla la norma no es el camino correcto, menos ahora, sino que le define como “muy contraproducente, en el fondo vulneraría la salud y derechos sexuales y reproductivos de las mujeres de Chile”, asociándose a sensación de desprotección, a aumento de dificultades y riesgos como discontinuar los tratamientos indicados con eventuales consecuencias u optar por comprar a través del mercado negro de ventas en línea, grave problema sanitario al no asegurarse la buena calidad de los fármacos. No hay que olvidar el colapso del sistema de salud en infraestructura y capital humano abocado en afrentar la Covid-19 y el llamado a no acudir si no es necesario, sumado al temor por exponerse a la Covid-19, que han influido en disminuir las atenciones en salud en general y ginecológicas en particular.
Lo claro es que exigir receta no es lo que combate un mal uso ni la automedicación, no concientiza los riesgos aparejados, por lo que cree que, ante la contingencia y siempre, la clave debe estar en “mejorar la cobertura en atención en salud ginecológica y consejerías, y sobre todo de la educación sexual”, desde la infancia en mujeres y hombres y de manera permanente. Educar es el pilar para que el empleo de métodos anticonceptivos en particular y la sexualidad en general sea responsable y segura.