Problema ha sido el foco del Día de la Astronomía, ya que el exceso de iluminación artificial merma los cielos nocturnos, afectando a la ciencia y también a la vida humana y silvestre.
“Chile mira tu cielo” es la consigna con la que este 2021 se celebra el Día de la Astronomía. La iniciativa, cuya coordinación está a cargo del programa Ciencia Pública del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (Ctci), nació en 2014 tras la firma de un acuerdo entre el Programa Explora, la Fundación Planetario de la Universidad de Santiago de Chile y la Sociedad Chilena de Astronomía (Sochias) para conmemorarse el día del equinoccio de otoño en nuestro hemisferio, que este año ocurrió ayer 20 de marzo y en otros es el 21.
Distintas entidades se suman al evento organizando actividades no sólo para la fecha puntual, sino para realizarse las semanas previa y posterior, y en https://diadelaastronomia.cl está disponible la parrilla de iniciativas que quedan de una fiesta cuyo foco es cuidar el firmamento combatiendo la contaminación lumínica para proteger nuestro patrimonio natural que nos hace “capital mundial de la Astronomía”.
“Chile es privilegiado por la calidad de sus cielos para la observación astronómica (particularmente en las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo)”, resalta el doctor Rodrigo Reeves, director del Centro para la Instrumentación Astronómica (CePIA) y académico del Departamento de Astronomía de la Universidad de Concepción (UdeC). La posición geográfica y factores ambientales hacen del norte el mejor lugar del planeta para observar el Universo, razón por la cual allí están emplazados observatorios de distintos países y se construyen e instalarán los telescopios más grandes del mundo, proyectándose que en próximos años se concentre 70% de la capacidad astronómica mundial, mientras que ahora se posee 40%.
Pero, “si la contaminación lumínica aumenta vamos a poner en riesgo este capital que tenemos como laboratorio natural por la calidad de nuestro cielo”, advierte, ya que el exceso de iluminación artificial nocturna en sectores próximos a los observatorios astronómicos profesionales dificulta y hasta imposibilita la capacidad de observar y con ello de avanzar en astronomía, lo que “podría implicar que los observatorios comiencen a irse y eso ha pasado en otras naciones como Estados Unidos. Está la evidencia histórica de que podemos dejar de ser atractivos y tenemos la oportunidad de reaccionar a eso”, enfatiza.
Es que es un peligro inminente que es posible mitigar haciendo cambios y mejorando las regulaciones sobre iluminación artificial junto con reforzar la fiscalización, y el doctor Reeves ha aportado a avanzar al ser uno de los seis investigadores nacionales convocados en 2020 por el Ministerio de Ctci para integrar la Comisión Asesora de Áreas de Interés Científico para la Observación Astronómica con la misión de definir y recomendar zonas que deban protegerse de la contaminación lumínica por su valor para la ciencia y astronomía. Al respecto, resalta que “lo que se aprecia, tanto por observación satelital como por datos de los observatorios, es que la contaminación lumínica ha ido aumentando progresivamente con el paso de los años”. Asevera que a la misma velocidad con la que crecen las ciudades incrementa la iluminación artificial y que el problema también se vincula a cambios tecnológicos para abaratar costos como la implementación de luces con tecnología LED, que define como nociva desde el punto de vista astronómico y también para la salud humana y de la vida silvestre, porque el impacto de la contaminación lumínica trasciende a la astronomía.
De ahí que con el reporte que los científicos ya entregaron y está en proceso de revisión para hacer la articulación con la Norma Lumínica del Ministerio de Medio Ambiente, se espera presentar dos documentos a la Presidencia de Chile en miras a que pudiera considerarse todo el país y no sólo las regiones de valor para la astronomía, ya que Reeves pone el acento en que el exceso de iluminación artificial nocturna es un problema generalizado.
Está documentando que exponerse a iluminación artificial, que incluye la que emiten las pantallas de dispositivos digitales, tiene efectos fisiológicos en las personas y uno es afectar el sueño, pudiendo alterar los patrones y provocar insomnio. De hecho, una recomendación para mantener una buena higiene del sueño y prevenir trastornos es no mirar el smartphone o televisión antes de dormir. En lo mediato, la falta de sueño se traduce en afectaciones como cansancio e irritabilidad, pero también repercute en el correcto funcionamiento del organismo porque hay hormonas que se secretan (como de la saciedad) y funciones que se ejecutan según la vigilia-reposo (ciclo circadiano o reloj biológico) y no dormir lo suficiente le altera, aumentando el riesgo de obesidad y patologías cardiovasculares, por ejemplo. De ahí que el Día Mundial del Sueño (19 de marzo) sensibilice sobre lo importante de tener un buen dormir.
Y cada ser vivo tiene su reloj biológico. Todos “en millones de años de evolución han adaptado sus ritmos biológicos a los ciclos de cambio de estaciones y alternancia entre día y noche (horas luz y oscuridad)”, aclara el doctor Luis Parra, director del Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la UdeC. Y, destaca, “esto está directamente relacionado con sus ciclos de vida, es decir, regulan sus funciones biológicas”, como alimentación o reproducción, habiendo especies de hábitos diurnos y otras nocturnas. Por ejemplo, las gallinas funcionan de día y descansan de noche, muchos tipos de polillas lo contrario.
Eso hace al exceso de iluminación artificial nocturna un severo problema ambiental, porque “por la contaminación lumínica muchas especies alteran sus ritmos naturales y esto genera condiciones de estrés, alterando procesos fisiológicos y potencialmente causando desorientación y finalmente la muerte”, advierte el doctor Iván Hinojosa, jefe de Programa de Magíster en Ecología Marina y académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc).
Es que iluminar el cielo nocturno elimina la noche, afectando el comportamiento y sobrevivencia de la flora y fauna con ciclos definidos por el día y la noche. “Por ejemplo, las plantas reaccionan a la cantidad de horas luz y oscuridad para germinar o producir flores”, cuenta el doctor Parra. Murciélagos y varias de especies de aves, anfibios y sobre 90% de los insectos son de hábitos nocturnos, por lo que necesitan de las condiciones de la noche para orientarse en sus vuelos o movimientos, alimentarse y reproducirse.
Sumergiéndose, aunque el doctor Hinojosa reconoce que hay menos estudios bajo el agua, recientemente participó de un trabajo en Rapa Nui donde hicieron varios buceos en el día y la noche en los mismos lugares, evidenciando que “en los peces se ve claramente un recambio de especies y en la noche aparecen varias especies de invertebrados que no se ven durante el día. Es muy probable que si hubiera un foco sobre el mar de Rapa Nui estos cambios comunitarios no se verían, alterando los procesos naturales de esta hermosa isla”, advierte.
El acento de los investigadores está en que si las especies tienen determinados hábitos es respuesta a la evolución para hallar las condiciones más favorables de supervivencia. Alterar sus ritmos les expone a más riesgos de ser depredados y afectar sus patrones de alimentación o reproducción, pudiendo mermarse las poblaciones lo que tendrá un efecto negativo a nivel de redes tróficas completas. Y no hay que olvidar que somos parte de una biodiversidad global compuesta por diferentes ecosistemas, en que cada una de las millones de especies existentes (quedan muchas por descubrir) cumple un rol clave para mantener las funciones ecosistémicas de un medio natural que nos provee desde el aire que respiramos hasta nuestros alimentos, por lo que de su bienestar depende el nuestro.
¿Qué hacer? Para el doctor Rodrigo Reeves la protección lumínica debe ser el paradigma. “No se trata de transformar las ciudades a una oscuridad total, sino de iluminar la noche bien y conscientemente”, dice, porque muchas veces se ilumina donde, cuando y como no es necesario. Usar luminarias que no sean nocivas y donde realmente se precise, en los momentos imprescindibles y con la luz hacia abajo son sus consejos.
Unos que no sólo atañen a grandes industrias o municipios, interpelan a todos a evitar tener exceso de luz artificial en los hogares e iluminar momentos o espacios innecesarios. Hacer cambios a toda escala, aportar desde las propias acciones y con responsabilidad contribuirá a reducir una contaminación lumínica que afecta a todos en una red con conexiones que parecen invisibles, pero son vitales. Hay que desenvolverse y crecer en armonía con el cuidado a la biodiversidad, tal como aspira el desarrollo sostenible. Proteger el cielo es un pilar que no puede faltar.