Un mensaje clave el Día Mundial de la Vida Silvestre, que se celebra cada 3 de marzo, es que muchos beneficios brinda la naturaleza y de ellos depende nuestra subsistencia, pero somos también responsables de los daños que han puesto en peligro su diversidad de funciones con repercusiones para nuestra calidad de vida.
Crear consciencia sobre lo importante de conservar todas las formas de vida de flora y fauna que habitan los múltiples ecosistemas del planeta, y así generar acciones para su protección, es el gran propósito del Día Mundial de la Vida Silvestre que se celebra cada 3 de marzo. “Toda especie está en un lugar determinado porque está cumpliendo un rol determinado”, resalta el doctor Juan Carlos Ortiz, académico y director del Laboratorio de Conservación y Sistemática de Herpetozoos y de la Estación de Reproducción Ex Situ de la Ranita de Darwin del Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción (UdeC). No es cualquier papel, sino uno que define como “fundamental para el desarrollo y mantención de las dinámicas del ecosistema que habita una especie”, cuyo funcionamiento tiene repercusiones que le trascienden hasta relacionarse directamente con el bienestar humano.
No somos simples observadores del paisaje: somos parte de un medio natural que habitamos e incide en nuestra calidad de vida y subsistencia con beneficios que, resalta, van más allá de lo tangible y vuelven vital resguardar la vida silvestre sin alterar sus funciones, desde los insectos y aves polinizadoras cuya función posibilita que crezcan plantas y árboles que dan frutos y comienzan una extensa lista de razones. Así, desde la naturaleza que, por ejemplo, se obtienen recursos alimentarios o principios bioactivos para desarrollar fármacos para tratar o curar enfermedades con un potencial aún inexplorado, pues plantea que “no se conoce ni el 10% que existe en el mundo. Entonces, se podría suponer que en alguna especie que no conoce podría hallar un principio bioactivo para tratar una enfermedad o ser alimento o entender sus mecanismos bioquímicos podrían ser, el día de mañana, de aporte significativo para dar solución de alguna problemática que aún no se ha logrado”. Además, la naturaleza provee el agua que consumimos, regula el clima y la temperatura, produce el oxígeno que respiramos. En resumen, todas las condiciones que necesitamos para vivir y de las que depende el desarrollo y economías de muchas comunidades.
Si hay ecosistemas en los que se materializa la multiplicidad de beneficios son los bosques y son el foco del Día Mundial de la Vida Silvestre 2021 con la consigna “Los bosques y los medios de subsistencia: sustentar a las personas y preservar el planeta”. Al respecto, Cristian Echeverría, académico y director Laboratorio de Ecología de Paisaje y de la iniciativa Foresta Nativa de la Facultad de Ciencias Forestales UdeC, aclara que “hay una diferencia importante en el impacto y relación con las personas entre un bosque establecido por el ser humano con especies exóticas con uno nativo cuyo origen es por procesos naturales”, siendo en nuestros bosques o terrenos boscosos nativos, por su biodiversidad, donde afirma que se da la mayor complejidad y magnitud de beneficios a nivel local, regional e, incluso mayor, entre los que destaca “regulación hídrica y control de inundaciones, captura de carbono y regulación de la temperatura”.
Pero, son tantos beneficios y a tan diversas escalas los que proveen los bosques en particular y la naturaleza en general que muchos no son percibidos, entendidos o conocidos. Y sensibilizarlos es clave para cuidar al medioambiente. Es que “el poco entendimiento de la relación que tenemos con la naturaleza da paso a que la destruyamos. Como sociedad tenemos que mejorar el entendimiento sobre esa relación”, sostiene el doctor Aníbal Pauchard, académico y director del Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB) de la Facultad de Ciencias Forestales UdeC.
En efecto, aunque la situación particular varía en la especie o zona que se mire, el consenso de los expertos no tiene matices: la biodiversidad está tan dañada como en peligro y la acción humana es la principal responsable de una crisis de la ni Chile ni la Región del Biobío se escapan, que amenaza la subsistencia de las distintas formas de vida que interactúan en los ecosistemas para que funcionen y, entonces, pone en riesgo los beneficios que brindan.
Conservar la flora y la fauna es proteger el bienestar del planeta y ello es resguardar el propio bienestar es el mensaje básico que debe interpelar a generar cambios.
Hoy se vive un escenario de cambio global, proceso que alude a todas las transformaciones en el planeta que ha generado la actividad humana, incluyendo el calentamiento y sus repercusiones en el sistema climático, fenómenos cuya magnitud de impacto -algunos latentes en Chile- es aún desconocida, pero son grandes amenazas a la biodiversidad advertidas hoy y que pueden exacerbar otros riesgos que transforman los paisajes y hábitats como las sequías e incendios forestales. Se suman la contaminación por químicos o plásticos y también acústica y lumínica, la sobreexplotación de recursos naturales, las invasiones biológicas y la destrucción de hábitats. Y cualquier afectación al medio natural influye en las especies que le habitan, pudiéndose producir extinciones locales (poblaciones) o masivas (una especie).
De ahí que el estado de los bosques nativos, que habitan tantas especies de flora y fauna, sea especialmente alarmante, primordialmente a nivel local, pues el doctor Aníbal Pauchard reconoce que “en centro sur de Chile los bosques nativos están en un estado bastante degradado, se han ido destruyendo fuertemente”. Y ese es el “hotspot” chileno, el territorio donde se concentra la mayor parte de la biodiversidad endémica.
Una consecuencia de procesos de varios siglos de actividad desde la colonización hasta ahora, pues incluso cuando la destrucción de bosques nativos está prohibida por ley, su superficie se sigue reduciendo por cuestiones como que en un predio privado donde hay árboles nativos ocurre un incendio y luego el propietario decide poner cultivos agrícolas o forestales al ser actividades de “mayor valor” económico. Y eso ocurre a gran escala. Tanta, que es el cambio de uso de suelo la principal razón de fragmentación y deforestación, con dichos motivos como principal causa, además de la urbanización, apunta el doctor Cristian Echeverría.
Según distintos trabajos de investigación en que ha participado, el más reciente un proyecto Fondecyt que dirige y está actualmente en ejecución, puede afirmar que “en las últimas 4 décadas hemos registrado tasas alarmantes de pérdida de bosque nativo en el centro y sur de Chile” y advierte que “en la Región del Biobío, entre 1986 y 2017 se perdieron 179 mil hectáreas y el 60% fue por reemplazo con plantaciones forestales” y el segundo motivo fue la expansión agrícola.
La situación de los bosques nativos es sólo un triste ejemplo de cómo la falta de información o poco entendimiento sobre el rol de la flora y fauna, de la importancia de la vida silvestre para nuestra propia vida, se traduce en una invisibilidad de su valor que termina desprotegiéndole. En este sentido, el doctor Juan Carlos Ortiz afirma que “en Chile existen medidas de protección, pero son relativas”. Es que existen normativas que resultan no ser adecuadas o 100% efectivas al plantearse desde una visión sectorizada, cuando se requiere una integral.
Plantea que no sirve proteger a una especie si no se protege su hábitat, por ejemplo, y ello caracteriza al marco jurídico nacional, añade la doctora Verónica Delgado, profesora de Derecho Ambiental y directora del Programa de Derecho, Ambiente y Cambio Climático de la UdeC.
La abogada cuenta que las regulaciones en Chile se sustentan en un marco internacional en que Chile ha ratificado diversos tratados como convenios para evitar la sobreexplotación de especies por comercio internacional, conservación de especies migratorias o de protección de ballenas o focas marinas. Se suman, las leyes de bosque nativo que prohíbe su tala y destrucción; la ley de pesca para regular y evitar la sobreexplotación de recursos marinos; y la ley de caza que protege a la fauna en estado vulnerable o en peligro de extinción como pumas, huemules, murciélagos y zorro de Darwin. En el mismo sentido, está la declaración de monumentos naturales y de áreas silvestres protegidas con figuras de santuario o reservas. En efecto, además de que las medidas son sectoriales, “la protección está fragmentada en una serie de autoridades, como el SAG, Conaf o el Consejo de Monumentos Nacionales”, apunta.
“En Chile estamos al debe”, advierte, y uno de los grandes desafíos y logros será aprobar el proyecto de ley que crearía el Servicio de Biodiversidad para tener una nueva institucionalidad que trabaje desde una mirada especializada y por tanto adecuada, pero que hace años se tramita en el Congreso. Una ley que define como lo mínimo que se debería tener.
Otra falencia -y reto- que menciona es que “la legislación es muy permisiva cuando se trata de proyectos de inversión que deben ingresar al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental”. Recalca que también se debe avanzar en materia de delitos ambientales y responsabilidad penal, ya que además de que falta mayor especialización, en las leyes que existen se contienen sanciones que son más bien administrativas y en pocos casos hay delitos que se sancionan con multas o presidio, “pero cuesta mucho que se apliquen”, lamenta. Por último, “falta avanzar en muchos instrumentos que están a disposición en otros países para proteger la biodiversidad no sólo en áreas públicas, sino también privadas, como crear un sistema de pago por servicios ambientales. Hoy tenemos bonificaciones o subsidios a actividades productivas, pero aquella persona que preserva no tiene ningún estímulo, hoy sólo tenemos unas pequeñas bonificaciones en la ley de bosque nativo de poca monta, que en realidad no han significado un cambio sustancial. Y cuando una persona cuida la biodiversidad y contribuye al bienestar de todos debería recibir un incentivo que le permita mantener ese esfuerzo en el tiempo”, concluye.