Mañana 1 de marzo inicia el año escolar en Chile. Retomar las clases presenciales este 2021 es la postura del Mineduc y lo ideal para la enseñanza, pero la situación sanitaria no da luces para vivirlo con normalidad.
Este 1 de marzo, mañana, estableció el Ministerio de Educación (Mineduc) como fecha de inicio del año escolar en Chile y con la postura de hacer esfuerzos para que este 2021 se retomen las clases presenciales, suspendidas el 16 de marzo de 2020, y se solicitó a los establecimientos que definieran planes de retorno seguro, cumpliendo protocolos sanitarios según sus condiciones. Los planes de funcionamiento 2021 incluyen jornadas más acotadas y flexibles, además de aforos reducidos en recintos que asuman la presencialidad, por lo que muchos han definido formatos híbridos que combinan clase presencial con la virtual, alternando distintos grupos de estudiantes, aunque con criterio de voluntariedad en la asistencia.
Al perdurar la situación sanitaria y epidemiológica crítica, la preocupación y negativas a la presencialidad no cesan por parte de distintos actores como profesores y apoderados, aunque aspirar a esta es algo que los expertos comprenden y anhelan retomar. “Creo que el aula y clases presenciales son irremplazables. La escuela, la educación y el cerebro son sociales, por tanto, necesitamos de la interacción y esa siempre es más rica cuando tenemos al estudiante presente”, sostiene Mabel Urrutia, doctora en Psicología y en Lingüística especialista en Neurociencia, académica de la Facultad de Educación e integrante del Grupo de Psicolingüística de la Universidad de Concepción (UdeC).
Algo tan básico como que el profesor puede observar las expresiones del alumno mientras explica un contenido para identificar si está comprendiendo o ver su actitud para evaluar la atención o motivación es trascendental para guiar una clase o actividad y con el formato en línea fue difícil, aun usando plataformas de videoconferencia porque, por ejemplo, gran cantidad de los conectados estaban con cámaras apagadas y ni siquiera encendían sus micrófonos para opinar en clases, cuenta como su experiencia y se repite con docente que se hable, de todo nivel educativo.
Eso no es desconocer el aporte de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) en la educación, porque la doctora Urrutia reconoce su rol en un aula presencial y también una virtual, con ventajas que se demostraron para dar cara a la educación durante un año en pandemia, pero también que el formato 100% en línea fue un desafío para las comunidades educativas. Se montó de manera abrupta y era desconocido para gran parte de los establecimientos, educadores y estudiantes; el sistema educativo no estaba preparado ni en infraestructura tecnológica, partiendo por la brecha digital que develó la crisis y dificultó el acceso a la educación para miles, y había claras falencias en las competencias tecnológicas para usar efectivamente las TICs en la enseñanza y menos enseñar de forma 100% virtual.
Es que, primero, el docente “no sólo debe conocer y manejar los recursos tecnológicos, sino saber cómo integrarlos en el aula y clase”, resalta Pedro Salcedo, doctor en Inteligencia Artificial (IA) y director del Magíster de Informática Educacional para la Docencia y académico de la Facultad de Educación UdeC. Esto está en estrecho vínculo con que la forma de planificar una clase es la clave y con que “las prácticas pedagógicas, metodologías y actividades, y las formas de evaluar son y deben ser distintas en presencialidad y virtualidad”, resalta Marcelo Careaga, doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación especialista en Informática Educativa, académico de la Facultad de Educación e investigador del Centro de Investigación en Educación y Desarrollo (Ciede) de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc). El punto es que la gran expertise de los educadores chilenos es presencial, por lo que un error es replicar una clase presencial en una en línea. Y pudo ser un problema frecuente, sobre todo al inicio.
Aun así, los tres académicos concuerdan en que se hicieron todos los esfuerzos para hacerlo lo mejor posible y que se puede decir que se superó un desafiante 2020 ganando experiencia para enfrentar mejor la educación en línea que está lejos de irse de un 2021 que trae nuevos retos, un formato híbrido también desconocido para la generalidad del sistema. Sobre ello, Salcedo cree que “vamos a sortear nuevos problemas”, porque las dinámicas de virtualidad y presencialidad son muy distintas y habrá que hacer planificaciones que den respuestas a ambas simultáneamente. Y Careaga lo confirma, relevando que “sin duda que el tema tiene implicancias de gestión e implica cambiar el paradigma educativo”, nueva y necesariamente, porque la conclusión es que las TICs en educación llegaron para quedarse.
En el sistema educativo chileno fue un cambio abrupto, quizá demasiado radical, pero las TICs aplicadas, la enseñanza en línea o los formatos híbridos no son nuevos. En estos últimos, las principales experiencias en Chile se dan a nivel de la educación superior como cursos, diplomados o posgrados, si bien también había algunos colegios más avanzados.
Pero, sumando y restando, el resultado es que “las transformaciones tecnológicas, sociales y culturales están ocurriendo y la educación estaba quedando retrasada en Chile”, sostiene Marcelo Careaga y que “la pandemia aceleró una demanda circunscrita a un proceso de disrupción tecnológica y transformación digital tanto en educación como en trabajo, medicina y salud”, que otras naciones están muy avanzadas.
Por lo mismo, su convicción y la de los expertos en general es que lo ocurrido en pandemia marcó un antes y después, que quedarán -y así debe ser- instalados procesos, porque el pasado 2020 demostró el potencial de las tecnologías para la educación.
No se trata de que reemplacen al profesor ni que las clases sólo deben ser online, hay mucho que no se puede emular en el ciberespacio ni en una tecnología, sino que “son un medio, una herramienta”, resalta. “Las tecnologías tienen ventajas que, si el profesor sabe integrar y aprovechar en su clase, en un aula física o virtual, permitirían mejorar la educación”, asegura Pedro Salcedo. Eso, sin duda, beneficia a los estudiantes de hoy que construirán la sociedad del mañana.
Por lo mismo, se hace tan imperante la formación y preparación de los profesores para que tengan las competencias que les permitan aprovechar las TICs. Una es conocerlas, pero también está la dimensión pedagógica. Sobre ello, resalta que lo básico es que “al planificar una clase primero se determine el contenido a enseñar, la estrategia-actividad de enseñanza y en tercer lugar la tecnología”.
Es una multiplicidad de recursos que existen para apoyar los procesos de enseñanza-aprendizaje, partiendo por la orientación de una clase hasta la entrega de un contenido. Por ejemplo, cuenta que hay sistemas de IA que, aplicando un test, permiten identificar estilos de aprendizaje, tipo de inteligencia del estudiante o sus intereses, lo que ayudaría a definir estrategias de enseñanza más personalizadas. Mabel Urrutia añade que el uso del smartphone, videos, GIFs, redes sociales o blogs, que ha usado en sus clases de distintas formas, son recursos comunes para las nuevas generaciones por lo que les motivan, fomentan su creatividad y muchas veces añaden una cuota de humor a los procesos.
Lo expuesto es de impacto emocional crucial en tiempos tan complejos como el 2020 y las emociones siempre son determinantes. “En un proyecto de investigación sobre salud mental a estudiantes de pregrado hallamos una relación entre el estado emocional y el aprendizaje. Afecta, necesaria y lamentablemente, el aprendizaje”, afirma.
La disrupción tecnológica, la transformación digital en educación se dan en un contexto que tiene que ver con lo necesario de construir una nueva pedagogía, nuevas formas de enseñar y aprender, resalta Careaga. Se necesita innovar, salir de lo tradicional, porque no se pueden seguir haciendo clases igual que hace un siglo, niños y jóvenes de hoy son de características y necesidades muy distintas a las generaciones pasadas, el mundo en que nacieron es otro.
Uno de los grandes cambios que se necesitan, en su opinión, “es que el profesor deje de ser un filtro cognitivo a tener un rol de acompañamiento en los procesos de aprendizaje de los sujetos como individuo y como sujetos colectivos, que puedan gestionar su conocimiento y no sólo para consumo individual”.
En efecto, el gran objetivo de la educación debe ser el desarrollo de competencias en los estudiantes, de habilidades y capacidades que les permitan desenvolverse en el siglo XXI. Autonomía, autorregulación y colaboración son parte de las que menciona Salcedo. Pero, también competencias tecnológicas básicas como enseñanza en el uso concreto de las TICs como de la ética en la ciberconvivencia, en aspectos como el resguardo a la información privada, respeto a la propiedad intelectual, cuidar qué o cómo se escribe en redes sociales o blogs y evitar compartir imágenes en que salgan otros sin pedir autorización.
Desde allí, Mabel Urrutia pone el acento en desmitificar el concepto de nativos digitales, usado para referirse a las generaciones que nacieron con el uso de las avanzadas TICs y redes sociales, como los escolares y universitarios de hoy. El término hace creer que se trata de usuarios avanzados y preparados en todas las habilidades tecnológicas necesarias, por lo que no se les debe enseñar: un error que puede ser peligroso. No por saber usar redes sociales saben cómo hacerlo adecuadamente, tampoco tienen vasto conocimiento de todas las herramientas tecnológicas e incluso hay universitarios que no saben emplear todos los recursos de Office y hay grandes brechas en saber buscar y filtrar la información a la que acceden en Internet para que sea confiable y usarla adecuadamente. Todos ellos son aspectos que deben abordarse desde la nueva educación, para lo que los profesores deben estar preparados y con sus habilidades tecnológicas desarrolladas.
*3.300 establecimientos estarán operativos (para clases presenciales) desde este lunes, según el Mineduc. Número es el 40% de todos los que entregaron su plan de funcionamiento 2021.