A 11 años del 27/F: 11 años de aprendizaje para seguir creciendo
27 de Febrero 2021 | Publicado por: Natalia Quiero
Desarrollo de recursos personales para afrontar eventos estresantes como la pandemia, saber actuar en emergencias y gestión del riesgo institucionalizada son avances destacados.
Madrugada de sábado, muchos dormían, cuando la Tierra estremeció gran parte de Chile. A las 3.34 horas del 27 de febrero de 2010 un sismo de magnitud 8.8 con epicentro en el mar frente a Cobquecura, en ese entonces Región del Biobío y hoy de Ñuble, afectó de Valparaíso a La Araucanía con distinta intensidad y su mayor devastación fue del Maule al Biobío. Lo mismo con el posterior maremoto que en pocos minutos arrasó con hogares y vidas en zonas costeras como Talcahuano y Dichato a nivel regional.
Destrucción total o parcial de miles de viviendas, escuelas y hospitales; más de 2 de millones de damnificados, 525 fallecidos y 23 desaparecidos (número de víctimas cuestionado por muchos) son las cifras oficiales del segundo terremoto más magno registrado en el país. A 11 años de ese día desolador que se impregnó en el discurso colectivo como el 27/F, sus huellas son imborrables. Aunque no todas negativas: generó desafíos e impactos que perduran y también experiencia que construyó un camino de aprendizaje y crecimiento que hacen tener más recursos para enfrentar nuevas situaciones tan estresantes, desde terremotos a una pandemia.
Resiliencia
Felipe García, doctor en Psicología y académico del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC), que ha desarrollado una línea de investigación sobre efectos psicológicos de eventos estresantes y estudió los del 27/F en su tesis doctoral, sabe que muchos vieron muy afectada su salud mental, con sintomatología aguda o que se configuró en trastornos como el de estrés postraumático -manifestación física, emocional y cognitiva que genera gran malestar- y que al exponerse a otras situaciones amenazantes lo “re experimentan”, pero cree firmemente que “la población, en su mayoría, es resiliente y logra adaptarse a situaciones nuevas por lo aprendido en una anterior. A eso lo llamamos crecimiento postraumático”. “Por ejemplo, a quienes habían tenido que adaptarse a cambios por el 27/F, probablemente, les costó menos adaptarse a abruptos cambios como los ocurridos tras el estallido social (18 de octubre de 2019) o la pandemia, porque desarrollaron estrategias para afrontar situaciones de cambio drástico en los estilos de vida”, sostiene.
Avances
Los recursos personales-emocionales tienen un correlato en lo práctico. “Se ha aprendido y, principalmente en cuanto a terremotos y maremotos, la gente sabe qué debe hacer”, afirma María Teresa Bull, doctora en Ingeniería Industrial y directora del Observatorio de Gestión en Desastre de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc), y añade que “se ha avanzado en el principal cambio: evolucionar de ser reactivo a proactivo. De a poco, es una transformación cultural y son lentas, pero estamos mucho mejor que hace 11 años”.
Eso materializa el propósito de llevar a la acción el concepto de gestión de riesgo de desastre, que apunta a estar preparados para enfrentar de la mejor forma lo que eventualmente puede ser un desastre, y tiene una dimensión comunitaria y también institucional. Y releva los avances en eso último por la capacitación e integración para mejorar la acción de organismos como Onemi o municipios que han incorporado encargados u oficinas de gestión de riesgo, y menciona a Talcahuano como uno de los que lleva la delantera a nivel local.
Por su parte, el doctor en Ciencias Ambientales Octavio Rojas, académico de la Facultad de Ciencias Ambientales e investigador del Centro Eula-Chile de la UdeC, resalta “la incorporación de tecnología para el monitoreo (24 horas) que realiza el Centro Sismológico Nacional”, antes de 2010 Servicio Sismológico de Chile, el cambio implicó tener mayor dotación de personal.
Agrega como valiosa la creación post 27/F del Sistema de Alerta de Emergencia (SAE), que envía mensajes que alertan ante distintos riesgos. Si bien ha tenido fallas, como hace poco tras el terremoto en la Antártica que alertó a todo Chile, y debe seguir mejorando “es importante, porque es automático y no se interfiere por colapso de señales (teléfono o Internet)”, asegura.
Añade la creación del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (Cigiden) financiado por la Anid y, aunque pareciera no tener relación directa, también resalta la Ley de Humedales Urbanos (vigente desde 2020) que permitirá proteger a parte de este tipo de ecosistemas en el país y así los servicios que brindan para nuestro bienestar, como “ser importantes para la mitigación de peligros como inundaciones en las ciudades”, precisa, que son desastres cuyo riesgo podría ir al alza como manifestación del cambio climático en ciertas zonas.
Gestión del riesgo es estar preparados, saber actuar y así prevenir los desastres
Saber afrontar adecuadamente las situaciones estresantes o emergencias que pueden volverse catástrofe, aun si ha sido impulsado por eventos como el 27/F, es fundamental: las amenazas siempre están presentes, sean naturales o antrópicas (generadas por el hombre).
En Chile vivimos en un territorio de geografía compleja y “multiamenaza”. Está en la zona más sísmica del mundo, los terremotos han sido frecuentes y determinantes en la organización sociocultural, y con una costa que baña lo largo del país el riesgo de maremotos es inminente. Hay 92 volcanes considerados de peligro y 2 de los más activos del planeta, por lo que las erupciones son otra amenaza. Se suman aludes, inundaciones e incendios forestales de los vastos bosques que existen como peligros conocidos. Además, los eventos sociales pueden ser igual de impactantes como el 18-0 y la crisis sanitaria de Covid-19.
Gestión del riesgo
Ahí lo trascendental de la gestión del riesgo de desastre asevera la doctora María Teresa Bull. Su primer propósito es salvar vidas y es un ciclo que atiende el antes, durante y después; preparación, respuesta, reconstrucción y mitigación. Enfoque con el que deben definir sus planes y actuar las instituciones, pero releva el rol personal y comunitario, ya que en una emergencia serán los primeros en responder.
Dice que la base es reconocer y estar consciente de las amenazas del territorio, porque no es lo mismo en la costa que en la cordillera, por ejemplo. Y los territorios se deben planificar así. Informarse de planes de las comunas, si se está en zona de inundación y vías de evacuación son algunos de los consejos que da.
La gestión del riesgo es también “estar preparado para 72 horas de subsistencia”, afirma, que es tener los insumos necesarios para afrontar una emergencia (detalles de kit de emergencia más abajo).
Esta preparación disminuye la vulnerabilidad ante amenazas y asegura que “si estamos más preparados tendremos menos riesgo de desastre”, por tanto, se previene. Así, gestión del riesgo y cultura de la prevención tienen un vínculo indisoluble, y fortalecerles para mejorarles constantemente es la meta de un camino que cree que se está recorriendo y a lo que ha contribuido la academia con diversas iniciativas capacitación a la comunidad o formación de con cursos, diplomados o posgrados. La UdeC y Ucsc ejecutan distintas iniciativas.
Los desafíos
En ello el doctor Rojas establece que uno de los desafíos es la falta personal capacitado y puntualmente en los municipios, donde se debería mejorar las capacidades y recursos, porque es el nivel administrativo de relación más directa con las comunidades y hay disparidades en desmedro de las comunas más rezagadas. No todas han podido definir oficinas o encargados de gestión de riesgo y cree que tener una política podría disminuir la brecha.
También advierte que “se realizan estudios de riesgo y no se incorporan en los instrumentos de planificación territorial”, por tanto, muchas ciudades crecen sin gestión del riesgo. Además, plantea que falta avanzar en investigación para atender las necesidades particulares de los distintos territorios de Chile y en incorporar la perspectiva de cambio climático, resaltando que “estamos haciendo estudios de riesgo mirando al pasado, por ejemplo, analizando qué zonas se inundaron. Pero, ¿qué va a ocurrir a futuro en el escenario de cambio climático?”. Pregunta imperante de responder para estar preparados y prevenir, porque este fenómeno, cuyas manifestaciones son una realidad, se añade como riesgo y exacerba la ocurrencia de otros como los desastres hidrológicos.
Desde todo lo anterior, siempre será un reto actual educar a la población para concientizar, capacitarla y nunca olviden su preparación, resalta Bull. Rojas enfatiza que la educación debe iniciarse desde la escuela para que en las nuevas generaciones se construya una sólida cultura de preparación y prevención. Finalmente, niños, niñas y adolescentes de hoy tomarán las decisiones y se desenvolverán en la sociedad del futuro que, además de lidiar con las amenazas que tradicionalmente han estado presentes, vivirá los efectos más críticos del cambio climático.
El Kit de emergencia que siempre debe estar listo:
María Teresa Bull afirma que en el hogar e instituciones como hospitales se debe estar preparado para sobrevivir 3 días y siempre estar listo el kit de emergencia cuyos esenciales son:
– Dos litros de agua diarios por persona,
– Víveres no perecibles (comida lista para su consumo como productos enlatados que no requiera agua para su preparación),
– Linterna y radio a pilas junto a baterías de repuesto,
– Medicamentos de tratamientos crónicos y/o botiquín con fármacos y productos básicos,
– Copia de las llaves de la casa y de documentos como carné de identidad, libretas de matrimonio o escrituras de propiedades.
-Kit puede ser mochila o bolso, fácil de transportar y guardado en lugar sencillo de acceder.
*Los 8.8 grados de magnitud del 27/F le hacen uno de los 8 más fuertes terremotos del mundo y el segundo de Chile. El de 1960 en Valdivia es el más grande del país y el planeta desde que se registra con sismógrafo.