Si bien la vía exacta de la primera transmisión del nuevo coronavirus es aún tema de estudio, misión de la OMS, que en febrero investigó en China, corroboró que el Sars-Cov-2 saltó de animal a humano. Tal como gran parte de las enfermedades y epidemias.
Que se fugó desde un laboratorio y hasta que fue creado para propagarlo han sido teorías sobre el origen del Sars-CoV-2, cepa de coronavirus causante de la Covid-19, que se han leído u oído desde que se confirmaron los primeros casos en la ciudad china de Wuhan, considerada epicentro de la pandemia, en diciembre de 2019 y se descubrió el patógeno. Pero, aunque perduran muchas interrogantes, esas alternativas han sido desechadas por expertos desde el inicio y más hoy.
Este febrero una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyo jefe es Peter Ben Embarek, llegó a Wuhan a investigar los orígenes de la patología que ha cobrado más de 2 millones 450 mil vidas en el mundo. La indagación ha resultado en distintas hipótesis, entre las que están el salto directo del patógeno desde un animal al humano o que un murciélago infectó a otras especies animales intermediarias potencialmente más cercanas a los humanos, siendo esta “la más probable y la que requerirá estudios más específicos”, ha declarado Embarek, enfatizando que no existe certeza de cómo fue el salto, pero sí de que la cepa es de origen animal.
Es decir, patología de origen zoonótico que “son enfermedades de origen infeccioso transmitidas entre animales y el humano, y puede ser en ambas direcciones: desde animales al humano o viceversa”, precisa la doctora Lucila Moreno, académica del Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción (UdeC), añadiendo que “comprenden la transmisión de virus, bacterias, hongos, ectoparásitos y endoparásitos”. “Pueden ser transmitidas por contacto directo con animales, a través de alimentos o agua contaminados y también por el medioambiente”, apunta la doctora Alejandra Latorre, académica del Departamento de Patología y Medicina Preventiva de la Facultad de Ciencias Veterinarias UdeC, sede Chillán.
Por ser la Covid-19 nueva o el concepto sea desconocido se puede creer que las zoonosis o enfermedades de origen zoonótico son infrecuentes. La respuesta es no. “Se estima que alrededor de 2/3 de los patógenos causantes de enfermedades en humanos pueden ser zoonóticos”, afirma Latorre. “75% de los patógenos infecciosos emergentes son considerados zoonóticos”, dice Moreno.
Los números no son extraños, pues los patógenos han existido siempre de forma natural y desde tiempos primigenios el humano ha estado en contacto con animales para alimentarse, movilizarse o desplazar cargas, cuidar territorios y compañía; además, especies como ratas y ratones viven a expensas del humano. En efecto, muchas epidemias, incluyendo las más devastadoras a lo largo de la historia de la humanidad, tiene origen en la zoonosis si bien luego se transmiten persona a persona. Como la Covid-19 está la influenza y el VIH/Sida en una larga lista de la que Chile tiene mucho que decir. Y no sólo por lo ya expuesto.
Latorre afirma que hay varias zoonosis frecuentes, algunas enfermedades notificables y sujetas a vigilancia epidemiológica por su impacto en la salud pública, quizá no por su incidencia, sino por sus posibles su afectación al bienestar de los pacientes. Destaca a “la Triquinosis (por consumo de carne de cerdo o jabalí que contiene el parásito); la Hidatidosis (por ingestión de huevos de un parásito eliminado por los perros); la Toxocariasis (parásito eliminado por perros y gatos a través de sus heces); la Toxoplasmosis (contacto con heces de gatos, consumo de carne cruda o mal cocida, verduras mal lavadas o incluso actividades de jardinería) y especialmente compleja en embarazadas; el Síndrome Cardiopulmonar por Hantavirus (contacto con virus eliminado en orina y heces del ratón colilargo); la Leptospirosis (contacto con orina de roedores, bovinos y perros); la Fiebre Q (puede ser transmitida por rumiantes, otros animales domésticos, picaduras de garrapatas e incluso por el aire ya que se adhiere al polvo u otras partículas)”. La salmonelosis, la rabia y la enfermedad de Chagas también forman parte de una nómina para nada favorable.
La evidencia no sólo muestra la gran incidencia de las zoonosis en el origen de enfermedades, sino también que su presentación ha ido en alza en las últimas décadas y también las epidemias. Un artículo de investigadores de la Universidad de Brown (Estados Unidos) publicado en el Journal of The Royal Society Interface, que analizó datos de epidemias registradas entre 1980 y 2013 en 219 países, estableció que en el periodo se registraron más de 12 mil brotes de 215 enfermedades infecciosas y 65% eran zoonosis, como el ébola y la influenza. El estudio evidenció que entre 1980 y 1985 hubo menos de mil brotes y entre 2005 a 2010 llegaron a casi 3 mil.
Y un ser humano que puede ser víctima, sería también victimario. Las doctoras Lucila Moreno y Alejandra Latorre concuerdan en que la responsabilidad es ineludible, que es el comportamiento una gran causa de las zoonosis, de su aumento e incluso, de que eventualmente surjan nuevas epidemias o pandemias.
Entre los factores que “cobran mayor relevancia están los asociados al rápido incremento de la urbanización a nivel global”, apunta Moreno. Por un lado, el crecimiento poblacional y la expansión de zonas urbanas han generado que el humano cada vez se acerque más al hábitat de especies animales que son reservorios de patógenos, incrementándose el riesgo de infección. Por otro lado, por la urbanización y cambios en el uso de suelo para fines agrícolas o forestales e incendios existe gran destrucción de bosques nativos u otras áreas naturales que han generado pérdida de biodiversidad, modificado el hábitat de especies silvestres y provocado que se acerquen a lugares donde residen humanos o estén en contacto con animales domésticos.
El cambio climático provocado por el calentamiento global causado por la contaminación atmosférica de la actividad humana es otro factor. “El aumento de temperatura en algunas áreas ha llevado a que exista un clima más favorable para la reproducción y sobrevivencia de ciertos agentes infecciosos y sus hospedadores, permitiendo su expansión a otras áreas”, añade.
La globalización y el rápido movimiento de personas, por migración o turismo, entre distintos lugares del mundo son otros fenómenos atribuidos a la mayor dispersión de patógenos y aumento en el riesgo de zoonosis, advierte Latorre. Se suman el tráfico de especies exóticas con fines comerciales y actividades recreativas en el medio natural.
Cuenta que prácticas agrícolas como abono con estiércol o riego con agua contaminada son origen común de brotes de zoonosis transmitidas por alimentos. Algo de directa relación con las conductas alimentarias que también tienen un rol clave. El doctor Carlos Landaeta, académico del Departamento de Patología y Medicina Preventiva de la Facultad de Ciencias Veterinarias UdeC, afirma que “buena parte, al menos en zoonosis parasitarias, es por consumo de alimentos”, ya sea porque la contiene y no fue evaluado para asegurar la inocuidad de su consumo o por estar mal higienizados o preparados. Y para ejemplificar lo latente y cotidiano que puede ser el peligro se detiene en la tradición de preparar carne asada con el centro rojo, es decir, no muy cocida: “una conducta de riesgo”, asevera.
Además, considerando que muchas transmisiones se vinculan con animales domésticos, el experto hace hincapié en el peligro que supone la tenencia irresponsable.
Es claro: si en el riesgo hay responsabilidad en la prevención también. Es cierto que dependiendo del patógeno las medidas precisas pueden diferir, por ejemplo, porque las vías de transmisión son distintas, pero hay otras transversales y los investigadores coinciden en que la base es mantener -y cambiar- las conductas hacia una forma de vivir y de vincularse con la naturaleza y lo que provee de forma responsable, respetuosa, consciente y sustentable. Cuidar el bienestar del planeta y de la vida que le habita es cuidar el propio bienestar.
Ante ello, educar a la población es clave para evitar riesgos y zoonosis, declara la doctora Moreno, para prevenir que se transmitan patógenos se debe transmitir conocimiento. También cree importante reforzar los programas de monitoreo que hay en Chile y el mundo.
En todo, manifiesta, “la ciencia juega un rol muy importante”, para saber cómo afrontar problemas existentes o que podrían venir. “Muchos agentes infecciosos aún no se descubren, por tanto, realizar investigación en esta área es fundamental para, a futuro, estar preparados ante una emergencia de un nuevo patógeno”, destaca.
Hay diversas buenas prácticas en lo doméstico para prevenir el riesgo de zoonosis.
Alejandra Latorre enfatiza en el necesario lavado de manos con agua y jabón luego de tocar animales (incluyendo propias mascotas), alimentos de origen animal y la tierra o césped de espacios públicos. También hay que hacerlo antes de manipular alimentos. Precisa que los vegetales deben ser higienizados antes de consumir y no se deben comer crudos o mal cocidos carnes ni huevo ni leche sin pasteurizar (o productos elaborados con esta).
Además, es fundamental que las mascotas asistan siempre a sus controles veterinarios, que reciban sus vacunas y sean desparasitadas con la regularidad necesaria, releva Carlos Landaeta.
Sostiene que parte de la tenencia responsable es tener las condiciones para resguardar el bienestar del animal y así de quienes le rodean, y no sólo se trata de darle un hogar. “Si va a tener una debe tener los recursos para llevarla al veterinario, tenga sus vacunas al día, comprar medicamentos cuando sea necesario y proveer una buena alimentación, entre otros cuidados. Si no, la mascota va a sufrir y puede poner en riesgo de infección a sus dueños y otros”, advierte.
La Ley 21.020 de Tenencia Responsable de Mascotas y Animales de Compañía establece todos los deberes que los dueños tienen que cumplir y para leerla e informarse puede hacer click aquí.