Educación ambiental: conocer el entorno para proteger su valor

30 de Enero 2021 | Publicado por: Natalia Quiero
Fotografía: Andrés Oreña

En el marco del Día Mundial de este ámbito de acción, la premisa es que si no se sabe el valor del medioambiente difícilmente se cuidará. Al enseñar sobre el rol de la naturaleza se concientiza su estado y las acciones para resguardarla.

Aire, agua, luz, tierra, flora y fauna; sin lo que provee la naturaleza no tendríamos dónde ni cómo vivir. Y, sin embargo, largos años de actividad humana industrializada en una sociedad con una cultura de sobreconsumo y de lo desechable han impactado tanto que tienen al planeta sumido en una serie de problemas ambientales que afectan su bienestar y, así, el de todos los ecosistemas y seres vivos, incluyéndonos.

Contaminación (terrestre, acuática y del aire), sobreexplotación de recursos naturales, especies invasoras, cambio en el uso de suelo, degradación de bosques nativos y deforestación, pérdida de biodiversidad, calentamiento global y cambio climático, están entre los graves daños al medioambiente y amenazas para la vida de la Tierra. Impactos ambientales de índole global con manifestaciones locales que pueden ser diversas, a las que ni Chile ni la Región del Biobío se escapan, por lo que todos podemos estar contribuyendo al daño y vernos afectados por las consecuencias, pero también cada uno puede aportar positivamente, “por lo tanto, es fundamental replantearnos nuestra relación con el entorno, con nuestro medioambiente”, sostiene Erasmo Macaya, profesor asociado e investigador del Laboratorio de Estudios Algales (AlgaLab) del Departamento de Oceanografía de la Universidad de Concepción (UdeC).

Vínculo y protección

Un vínculo que debe tener como base el respeto y resguardo al medio natural del que somos parte, pero, “lo que no se conoce no se cuida”, asevera Mario Delannays, seremi de Medio Ambiente de la Región del Biobío. Y por ello resalta la relevancia de la educación ambiental, que este 26 de enero conmemoró su Día Mundial, para transmitir información a la población y dejar enseñanzas que promuevan una cultura consciente de la importancia de los ecosistemas y la naturaleza, de los problemas que les afectan, del impacto de las acciones humanas, y cómo aportar en protección y conservación.

De ahí que, al pensar en la educación ambiental y sus propósitos, primero es clave “visualizar y crear conciencia respecto al espacio y tiempo donde estamos inmersos; entender y conocer la utilidad de los diferentes tipos de servicios ambientales que existen en nuestro entorno, como acceso a luz sol, la tierra, el agua, el aire limpio, el clima, etcétera, por los que no pagamos y son esenciales para mantener nuestra calidad de vida”, resalta Mauricio Troncoso, presidente de la Comisión de Medio ambiente del Consejo de la Sociedad Civil de Concepción y secretario de la Fundación Organización para el Desarrollo y la Sustentabilidad (ODyS).

De hecho, destaca que “está demostrado que a menor acceso a la información del valor intrínseco de los ecosistemas o del medio ambiente mayores son los impactos generados a la naturaleza, y a su vez menor es la calidad de vida de sus habitantes”. En la otra favorable vereda “la importancia que tiene la comprensión del ambiente para la población está asociada con fortalecer las competencias que le permitan a la sociedad, en su conjunto, tomar decisiones informadas y proyectarlas en el tiempo de manera sostenible”, plantea Rodrigo Cea, especialista en Educación Ambiental de la UdeC.

En efecto, es desde la transmisión de conocimientos y la concienciación del rol del medioambiente que se hace posible sensibilizar sobre las problemáticas ambientales y las soluciones que permitirían afrontarlas, plantea Paula Ruiz, magíster en Ecología Marina de la Universidad Católica de la Santísima Concepción e investigadora principal en Chile del proyecto internacional “Nuestro Océano en Covid-19”. Todo “en pos de un desarrollo sostenible, donde el bienestar de los seres humanos, la biodiversidad y los ecosistemas se lleven a cabo de manera equitativa”, manifiesta, pues ese, tal como establecen los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas, es el gran desafío a trabajar hoy de cara al futuro para lograr la prosperidad de toda la humanidad protegiendo al planeta.

 

Llegar a todos para que la sociedad avance cuidando la naturaleza

La educación ambiental tiene como horizonte hacer transformaciones socioculturales cambiando paradigmas como que la naturaleza es una fuente de recursos inagotables.

Por ello, la educación ambiental no debe ser para unos pocos: “se debe dirigir a todo público, ya que es necesario que todos sepamos lo que está sucediendo en nuestro entorno, cuáles son las causas del deterioro en los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad y cómo podemos aportar como en la mitigación y la solución de problemas ambientales”, enfatiza Paula Ruiz. Tampoco puede ser una acción aislada, sino “un eje que se proyecta en ámbitos tanto público como privados de nuestra sociedad, así como también en los distintos niveles de educación”, resalta por su parte Rodrigo Cea. Menos puede ser un mero traspaso de información, sino un abordaje con datos que se entiendan y tengan sentido, de ejemplos concretos y tangibles que incentive la exploración del entorno, la participación y responda las inquietudes atingentes para generar sentido y pertenencia. Por lo mismo, la educación también “debe tener un relato consistente con las distintas realidades e historias de las comunidades, por ejemplo, no vas a conversar sobre el smog y restricciones vehiculares en zonas rurales donde esas problemáticas no están presentes”, advierte Erasmo Macaya.

Nuevas generaciones

De ahí que, como se concuerda en lo primordial de no dejar a nadie fuera, también en que mientras más tempranamente se aborde la temática medioambiental como algo estructural, más sólida será la formación y más son las posibilidades de que la ciudadanía del futuro sea crítica y participativa. Por tanto, poner el foco en las nuevas generaciones y que la educación ambiental se incorpore en la escuela es clave. Sobre ello, el seremi de Medio Ambiente Mario Delannays releva que “niños, niñas y jóvenes son los agentes de cambio”. No sólo se trata de que sea más fácil que modifiquen sus comportamientos, sino que son los futuros profesionales, científicos, tomadores de decisiones; son quienes heredarán las consecuencias de los problemas ambientales actuales y los encargados de construir la sociedad del futuro. Ojalá, una mejor.

Y creerlo quizá no sea tan utópico. Al menos, existe voluntad y soplan vientos de cambio en Chile y particularmente en la Región del Biobío, ya que hay 369 colegios con certificación ambiental (el 25% del total regional): “la mayor cantidad de establecimientos certificados del país”, asevera. Se trata de un sistema del Ministerio de Medio Ambiente que, a nivel escolar, aborda la educación ambiental desde distintos ámbitos, como el curricular o las relaciones con el entorno al instalar puntos limpios, paneles fotovoltaicos o invernaderos. Para obtenerla y mantenerla es toda la comunidad educativa la que asume un compromiso y, por tanto, son miles de escolares y familias que se hacen parte de la solución.

Inclusión y otros retos

Que más establecimientos se certifiquen ambientalmente, y por tanto más individuos y núcleos se vean impactados con acciones concretas, es siempre un anhelo. Pero, pese a los avances, la educación ambiental en Chile está permeada por varios retos y uno clave es que evolucione de ser una voluntad particular a una convicción social dentro de una estructura que implemente acciones tan diversas en su forma como los espacios que tiene que ocupar. “Debe estar presente en las ferias, mercados y supermercados, en los medios de comunicación, en el discurso político, en los diferentes ministerios y de manera trasversal en los programas educativos del Ministerio de Educación (educación básica, media o superior)”, manifiesta Mauricio Troncoso.

Es en este mismo sentido que otro desafío tiene que ver con el lenguaje en el que se hablan los temas, que muchas veces es muy técnico o descontextualizado, que genera una barrera para llegar efectivamente a todos y/o dificulta el entendimiento de la implicancia real del problema como el significado del aumento de la temperatura en 1 grado del planeta si vivimos esa variación de manera habitual entre días o estaciones, pero Troncoso pone especial acento en las escasas instancias de educación ambiental que hay para personas con discapacidad auditiva y/o visual, con trastorno del espectro autista u otras condiciones, aislándolos. Realidad que urge cambiar, con inclusión, tanto como el cuidado al medioambiente, porque se está dejando a parte de la población fuera.

Otro reto es reconocer que, tal como a todos debe apuntar porque todos pueden aportar, a la hora de asumir la responsabilidad de educar ambientalmente a la población, “todos estamos llamados a hacer algo”, afirma Fabiola Lara, coordinadora de la Iniciativa Conservación de Especies Amenazadas para la Zona Macro Sur, ejecutada por el MMA, implementada por la FAO en Chile y con financiamiento del Fondo Mundial para el Medio Ambiente. Es lo que hacen en este proyecto, abordando la educación ambiental en los territorios a nivel local para conservar especies emblemáticas y en estado de vulnerabilidad: el queule (Cordillera de la Costa), el huemul (Cordillera de Los Andes Central), y el zorro de Darwin (cordillera de Nahuelbuta), y así muchas otras organizaciones que trabajan junto a las comunidades. No obstante, cree que es clave que “quienes tienen el poder y toman decisiones trabajen para que existan más políticas públicas que regulen nuestra coexistencia con el entorno, siempre pensando en el bien común con respeto a la naturaleza”.