Falta mucho por descubrir y entender, pero por lo visto con otros patógenos y el comportamiento del que hoy causa la pandemia es que tenderá a la estacionalidad. Así, aun cuando la crisis sanitaria se controle, la patología nos seguirá acompañando.
En diciembre de 2019 se confirmaron los primeros casos de una forma de neumonía causada por una, hasta entonces, desconocida cepa de coronavirus, en la ciudad china de Wuhan. Luego, empezaron a detectarse contagios del Sars-Cov-2, responsable de la enfermedad bautizada como Covid-19, en otros países y, en marzo de 2020, llegó a Chile, casi a la par con su categorización de pandemia por la Organización Mundial de la Salud.
Así, para evitar la propagación de un patógeno tan nuevo como letal, se implementaron medidas restrictivas como declaración de Estado de Excepción en Chile, suspensión nacional de clases presenciales, prohibición de actividades masivas, cuarentenas totales o parciales y un llamado a mantener confinamiento voluntario, haciendo parte de nuestra cotidianidad los conceptos de quedarse en casa, mantener distancia física y usar mascarilla al salir o exponerse a otras personas, además de educación y trabajo remoto. Al principio, parte de la población creyó que sería un tiempo acotado; pero, este 2021 la vida en pandemia nos sigue acompañando de manera implacable.
¿Cuándo va a terminar?, ¿nos tendremos que acostumbrar a vivir con la Covid-19?, ¿la vacuna va a terminar la enfermedad?, son preguntas que rondan nuestras cabezas y con más ímpetu al reconocer que la emergencia global no da tregua, con cifras que incrementan de forma alarmante a diario. En Chile, van casi mil víctimas fatales, mientras que ya se superan los 92 millones de contagios y casi 2 millones de muertes en el mundo.
La doctora Ana María Moraga, médico epidemióloga, jefa de carrera de Medicina de la Universidad de Concepción, miembro del equipo ICovid Chile y de la Sociedad Chilena de Epidemiología, reconoce que falta mucho por descubrir y entender sobre la Covid-19, por lo que hacer afirmaciones tajantes respecto a cómo será este nuevo año, el siguiente o el comportamiento del patógeno a más largo plazo es complejo, pero enfatiza que “nos queda largo tiempo, por ahora debemos hacer frente al 2021”, donde el foco es controlar la emergencia sanitaria con medidas de autocuidado y la vacuna que ya se está aplicando en la población.
Pero, hay experiencias que permiten proyectar el futuro de la Covid-19 y cree que el mejor ejemplo es la influenza, virus responsable de la pandemia previa (2009), una enfermedad estacional y cada año circulan cepas con nuevas mutaciones, por lo que la inoculación debe ser anual. Las variaciones genéticas también son parte del Sars-Cov-2, identificándose variantes de Reino Unido, África y más recientemente de viajeros que llegaron a Asia desde Brasil.
En efecto, aun cuando se termine la crisis sanitaria que lleva 10 meses en Chile, la Covid-19 nos seguirá acompañando y la tendencia a la estacionalidad es la que debería seguir y ha tenido, resalta la doctora Maritza Muñoz, epidemióloga y académica del Departamento de Salud Pública de la Universidad Católica de la Santísima Concepción. “Se ha visto, hasta ahora, que el Sars-Cov-2 aumenta su carga viral en invierno, porque tiene un tope de 23°C de temperatura. Si vemos qué ha pasado en países de Europa, en los meses fríos (2020) hubo mayor cantidad de personas contagiadas y en los calurosos un descenso; luego, vino nuevamente la temporada fría y empezaron a incrementar los casos, y los brotes que vemos ahora son producto del invierno”, explica.
Eso sí, advierte que “en Chile la situación es extraña. Hay calor, en muchas zonas más de 23°C, deberíamos tener un descenso, pero no lo estamos viendo y, sí que el problema es más de la población que de la estacionalidad. El comportamiento es el que no está permitiendo disminuir la propagación del virus”, por lo que el llamado enfático es concientizarse de que las medidas de protección como uso de mascarilla o la distancia física no se pueden descuidar ahora para, efectivamente, contener una enfermedad con la que, certeramente, debemos aprender a convivir de cara al futuro.
Tan pronto fueron apareciendo los conocimientos sobre el Sars-Cov-2 y la Covid-19, el mundo científico se puso de cabeza para desarrollar una vacuna contra el patógeno y se lograron en tiempo récord inoculaciones con 95% de efectividad, como la de Pfizer-Biontech, aprobadas para su aplicación a la población y que es una de las adquiridas por Chile, donde ya comenzó la vacunación, con un primer foco en el personal de los servicios de salud para seguir con los grupos de riesgo, como las personas mayores y enfermos crónicos, y avanzar hacia toda la población después.
La esperanza está puesta en estos desarrollos y con razón, ya que desde su descubrimiento han sido trascendentales para controlar patologías que antaño fueron devastadoras para la población, salvando millones de vidas en el mundo con las campañas de vacunación masivas, que se consideran una de las medidas de salud pública más costo-efectivas.
Pero, es justamente esa notable experiencia la que hace proyectar que la Covid-19 será estacional y aseverar que la vacuna no eliminará de la faz de la Tierra, si bien fue una inoculación la que logró erradicar la viruela en las últimas décadas del siglo XIX. “Sin embargo, se nos hace evidente que una experiencia entre tantas enfermedades nos demuestra que erradicar no es fácil”, sostiene la epidemióloga Ana María Moraga, académica de la Universidad de Concepción. Menos lo es erradicar una patología viral de contagio respiratorio persona a persona; como la influenza, como la Covid-19, afirma.
Por ello, pone el acento en que no es la erradicación a lo que apunta la vacunación, pues “lo que hacemos con este tipo de enfermedades es usar medidas de control y prevención, para que ojalá le dé a le menor cantidad posible de personas, diagnosticarla tempranamente y mantener protegidos a los grupos vulnerables”, resalta. Entonces, “la vacuna va a disminuir la cantidad de contagios y, por tanto, que el sistema sanitario no esté colapsado y, en caso de que haya gravedad, que haya una capacidad suficiente de dar atención”, añade la epidemióloga Maritza Muñoz, académica de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Desde allí aclara que la vacuna usándose contra la Covid-19, no tiene 100% de efectividad y tampoco es un desarrollo que incluye las mutaciones detectadas del patógeno, si bien se ha asegurado que protegería contra las nuevas variantes y el llamado claro es a vacunarse, “no evitará que las personas se infecten, sino que los cuadros graves de la enfermedad”, afirma, que se dan en gran medida en los grupos de riesgo, aunque también hay casos en que le da a personas jóvenes y sanas. Tal como sucede con la influenza.
Sensibilizar lo expuesto es clave para que no se genere una falsa de sensación de seguridad en la población por la existencia de la vacuna y su aplicación en ciertos grupos, que se crea que el peligro ya pasó y que ya no es necesario usar mascarilla o mantener la distancia física, porque no es nada más alejado de la realidad concuerdan con convicción las epidemiólogas.
“Durante todo este tiempo las medidas de protección no pueden descuidarse. Son fundamentales, son la mejor manera de evitar el contagio”, asevera Moraga, planteando que deberán continuar en tanto no se logre una vacunación que alcance a la mayor parte de la población y no sólo a quienes son más vulnerables, y no se sepa la duración de las inmunidades que causan la enfermedad (en quienes se han contagiado) y la vacuna, que son distintas. Ello permitirá reconocer, en el futuro, cuáles son las medidas sanitarias necesarias que deben tomarse y cuándo hacerlo para cuidar a la población.
En ese sentido, una situación más favorable sería tener una protección dada por la enfermedad o la vacuna que dure años, que permitiría mirar un 2022 más auspicioso. Por otra parte, Muñoz añade que, como sucede con la influenza y sus variantes, para evitar nuevos brotes se hace una campaña de vacunación anual desde hace varios años, con inoculaciones de cara a enfrentar los inviernos que cada temporada incluye la nueva cepa circulante y han ido contribuyendo, con el paso del tiempo, a que la población tenga un sistema inmunológico más preparado para responder mejor a la infección. Y dado lo que se ha evidenciado del comportamiento del Sars-Cov-2 ese sería el camino.
No obstante, para llegar a ese punto del conocimiento y, por tanto, de las decisiones adecuadas, falta al menos un año completo que permita tener una mirada más global sobre el patógeno y la duración de las inmunidades.