Cada 4 de enero es el Día Mundial de este sistema de lectoescritura. Aunque este alfabeto fue creado hace casi dos siglos y es la principal herramienta para leer y escribir de personas ciegas, aún no está incorporado según lo necesario en todo ámbito.
En 1825, un adolescente Louis Braille, que quedó ciego de niño, ideó un sistema de puntos en relieve para representar letras, signos de puntuación, números, símbolos matemáticos y la música, entre otros, cambiando su vida y la de las personas ciegas del mundo que, en adelante, le han tenido como su herramienta para leer y escribir.
Pero, pese al paso del tiempo, a los avances sociales, las barreras siguen existiendo. Por ello, desde 2019, cada 4 de enero en honor al natalicio de su creador, se celebra el Día Mundial del Braille para crear más consciencia sobre la importancia de este sistema de lectoescritura como medio de comunicación para la plena realización de los derechos humanos de las personas ciegas o con discapacidad visual.
Es que si bien María José Vergara, educadora diferencial y presidenta de la Corporación de Mujeres Ciegas y Baja Visión de Chile, afirma que “principalmente, para quienes han nacido ciegos, el braille es la única forma de alfabetizarse”, resalta que “la realidad es que se utiliza poco y cuando se usa no es efectivo”. Y ella, profesora en Coalivi y docente universitaria, como persona ciega lo sabe desde sus vivencias más habituales.
Así, por ejemplo, cuenta que puede que en un parque natural haya un letrero con información sobre el lugar, pero en lo cotidiano se experimentan las brechas, cuando en algo tan simple como ir al supermercado o farmacia hay pocos productos que incorporan el braille y la implementación es deficiente. “Algunos medicamentos traen su nombre escrito en braille, pero no la fecha de vencimiento o su prospecto. En los alimentos puede que diga qué tipo de producto es o sólo la marca, pero no más información, ni su fecha de caducidad ni los sellos, por lo que tampoco podemos acceder a la ley de etiquetado”, advierte. Y así un largo etcétera de dificultades de acceso por escribirse en braille, desde la carta de un restaurante hasta catálogos de productos (belleza, supermercado, farmacia o ropa).
Todo tiene implicancias que, en opinión de María José Vergara, “atentan en el ejercicio de los derechos humanos y a la base está el de acceso a la información. Además, coarta la autonomía e independencia, porque necesitas o dependes de que alguien te acompañe o vaya a comprar por ti, para ir comer a un restaurante o tomar un fármaco”.
Sin lo anterior, las personas que como ella viven solas y/o que no tienen redes de apoyo, incluso, pueden correr riesgos de salud y bienestar integral; desde lo frustrante de depender de otro o de equivocarse de producto al existir varios de envases similares (como los alimentos en conserva) hasta el peligro de consumir un alimento o fármaco caduco o ingerir el incorrecto. Y le ha pasado, aunque favorablemente sin efectos que lamentar.
Y su experiencia es la de tantos, pero los quehaceres cotidianos no deberían ser retos y Vergara es clara al afirmar que acortar las brechas de acceso a la información y todo lo que implica es tan necesario como posible.
Cuenta que hay servicios de impresión en braille, como en la Biblioteca Municipal de Concepción, pero lo que más destaca son las posibilidades que da la tecnología y que para ella “ha sido aliada fundamental”, afirma, y donde el sistema con las tecnologías pueden y deben usarse como complemento, porque no todas las personas ciegas logran o quieren aprender braille o no siempre es lo más óptimo, dice: “por ejemplo, para acceder a libros, porque es complejo imprimir uno en braille, ya que una hoja escrita son tres en braille”. Así, menciona que “la información puede entregarse en otros formatos accesibles como audios, contenido digital que lean los lectores de pantalla de dispositivos digitales o códigos QR”, que permitan ampliar lo escrito en braille en un producto, por ejemplo. Además, hay aparatos que transforman lo que leen los lectores de pantalla a braille, especialmente trascendentales para personas sordociegas.
Así, clave es que en el plano virtual se empleen las herramientas que hay para hacerlo accesible, como los textos alternativos, sostiene, ya que las imágenes no son legibles por los lectores de pantalla ni tampoco recursos como los “GIFs” o textos que no son generados por caracteres. Aclara que los textos alternativos sólo son visibles para los lectores de pantalla y no cambian la publicación original, mientras sí marcan la diferencia al contribuir a una real inclusión y universalidad en el acceso a la información.