Investigación halló que muerte neuronal en condiciones de ataque cerebral isquémico es inducida por una forma oxidada de vitamina C. Entender este proceso puede traducirse en el desarrollo de fármacos para prevenir la mortalidad de las células en estos eventos que son los ACV menos letales, pero más frecuentes y millones de sobrevivientes lidian con sus secuelas.
La isquemia o infarto cerebral es el ACV más frecuente y, en sencillo, es la muerte de una parte de la masa encefálica. Y, aunque menos letal que el hemorrágico, puede dejar severas secuelas en sus sobrevivientes, las que justamente tienen que ver con la zona afectada por la muerte de las células nerviosas.
Así, entender dicho proceso puede ser tan clave como lo es la detección precoz para tener un mejor pronóstico. Ese horizonte ha mirado un equipo de investigadores de la Universidad de Concepción (UdeC), que halló que la muerte neuronal en condiciones de un infarto cerebral es inducida por una forma oxidada de vitamina C, llamada ácido deshidroascórbico (DHA).
El descubrimiento fue publicado este año en la prestigiosa revista Redox Biology (órgano oficial de la Society for Redox Biology and Medicine de Estados Unidos) y se obtuvo durante la investigación que Luciano Ferrada realizó para su tesis doctoral, financiada por un proyecto Fondecyt Regular y con la que obtuvo su grado de doctor, y cuyo docente guía fue Francisco Nualart, profesor del Departamento de Biología Celular de la Facultad de Ciencias Biológicas, donde es director científico del Centro de Microscopía Avanzada (CMA Biobío) y director del Laboratorio de Neurobiología y Células Madre (NeuroCellT), donde se realizaron los experimentos del estudio.
Nualart, doctor en Biología Celular y Molecular, explica que los ataques cerebrales isquémicos ocurren cuando uno o más vasos sanguíneos son obstruidos, impidiendo el flujo sanguíneo normal hacia el cerebro. Esto produce falta de oxígeno y nutrientes, lo que es nocivo para la sobrevida de las neuronas, por lo que restituir la irrigación sanguínea, eliminando la oclusión usando fármacos y otros procedimientos, es vital en pacientes infartados. “Pero, cuando llega la sangre y el oxígeno de nuevo, se desencadena un estrés neuronal; las células se hiperactivan y generan una gran cantidad de sustancias derivadas del oxígeno, los radicales libres”, detalla. Eso desencadena la muerte de células nerviosas o neuronas. ¿Por qué?, es la pregunta y la respuesta la da el estudio UdeC al abordar perspectivas emergentes.
Es que la clasificación de muerte celular, históricamente, ha sido dividida en apoptosis y necrosis. La primera, afirma, “ha sido la más estudiada y en base a la cual se han probado muchos fármacos, pero sin éxito. Hasta ahora no hay un medicamento específico para combatir la muerte neuronal”. Esto, porque “en el cerebro adulto, la mayoría de las células no mueren por apoptosis, sino por necroptosis”, un tipo de necrosis especializada que se descubrió hace menos de una década, que fue la que los científicos UdeC analizaron y descubrieron que es inducida por el DHA.
Sobre ello, Francisco Nualart aclara que “las neuronas tienen altas concentraciones de vitamina C”. Así, cuando se restablece el flujo sanguíneo y de oxígeno, por el metabolismo de éste y la generación de radicales libres, se produce el DHA.
Más allá del hallazgo como un hito, lo que destaca el doctor Nualart es que entender el proceso “es muy relevante para buscar fármacos”, para desarrollar nuevos y efectivos tratamientos.
Por ello, han seguido desarrollando la línea de investigación. El descubrimiento se realizó en pruebas in vitro, pero durante este año han avanzado a la fase de estudio en modelos animales. Las restricciones impuestas por la situación sanitaria actual han gatillado que se enlentezcan los avances de un proceso que en tiempos normales son largos, pues requieren cumplir con rigurosos protocolos, pero no los desanima en seguir el trabajo. Les impulsa la certeza de que, finalmente, el progreso científico podría traducirse en desarrollos de alto impacto para la salud pública y bienestar de la sociedad, contribuyendo desde la UdeC a obtener soluciones para enfrentar mejor una emergencia médica que ha implicado que millones de personas en el mundo deban sobrevivir con las secuelas de un infarto cerebral: 80 millones de personas han sobrevivido a un ACV en el mundo y 50 millones padece algún tipo de secuela de estos eventos.