Científicos proyectan con temor que la contaminación, que ya era de una grave magnitud, empeore en cifras e impacto si no se toman medidas desde la política pública y conductas.
No fue hace tantas décadas que el plástico comenzó a ser fabricado en masa, transformándose en un material que revolucionó la vida y cotidianeidad del ser humano al estar presente en los más diversos formatos. Y, lamentablemente, también impactó en todos los lugares y formas de vida que habitan el planeta, volviendo a esta materia prima de innumerables productos en uno de los más grandes problemas ambientales globales del siglo XXI.
Los principales enemigos son los “plásticos de un solo uso”, es decir insumos desechables como vasos, cubiertos, botellas y bolsas, que una vez usados terminan en vertederos y más probablemente el mar. En esos se ha puesto el acento de los esfuerzos para reducir nuestra “huella de plástico”, lográndose importantes avances de los que Chile ha sido líder y Concepción pionero: en 2014 una ordenanza del municipio penquista limitó el uso de bolsas plásticas en el comercio y en 2018 la iniciativa se transformó en una ley que convirtió a nuestro país en el primero de Latinoamérica en tener una de este tipo. El 3 de agosto de 2020 la legislación entró en total vigencia y prohibió por completo la entrega de estos elementos.
Así se ha evitado el uso de más de 16 mil toneladas de plástico en un año, estima el Ministerio de Medio Ambiente. Ahora, el foco es regular otros plásticos desechables, porque es necesario y urgente.
Más aún cuando, hoy, quienes han celebrado los avances ven con certero temor cómo uno de los efectos colaterales de la crisis sanitaria mundial provocada por la pandemia de la Covid-19 sea retroceder y agravar el ya grave problema del plástico, coinciden en advertir los doctores Camila Fernández, académica del Departamento de Oceanografía de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción (UdeC), y Juan Placencia, profesor del Departamento de Química Ambiental de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc).
¿La razón? El aumento explosivo en la producción y uso de mascarillas, guantes, delantales y otros elementos de protección sanitaria desechables y/o que tienen al plástico como materia prima en su confección. El incremento en el empleo de servicios de delivery de comida y compras que poco escatiman en el uso de productos desechables para entregar los pedidos también se añade a la compleja ecuación, afirman ambos expertos.
En el mundo el 70% de los plásticos no se reciclan (en Chile sólo 8% se recicla) y según la FAO hay más de 5 billones de fragmentos de este material navegando en el océano e incluso sabido fue de una magna isla de plástico flotando en el mar. Números e impactos en tiempos de normalidad. Ahora hay que sumar lo que ocurre en la actual realidad, donde se estima que el 75% del plástico generado por la pandemia se desechará y terminará en vertederos o el mar, y una encuesta reciente reveló que sólo en Singapur (con 5,7 millones de habitantes) y tras un confinamiento de 8 semanas se desecharon 1470 toneladas de envases plásticos de comida para llevar. Además, las ventas globales de mascarillas desechables se han incrementado en millones y millones de dólares.
Gran parte de las estadísticas previas y, sobre todo, de los impactos de la pandemia son internacionales y no de Chile, pero ni la situación sanitaria ni la ambiental dejan ajeno a algún sitio o persona.
Juan Placencia, doctor en Oceanografía, investiga sobre contaminantes orgánicos persistentes en el océano y afirma que “los he encontrado en la Patagonia”, ambiente prístino. De hecho, “hoy no hay un sistema que se pueda considerar prístino: todo está contaminado con plástico, donde se ha buscado se ha encontrado”, asevera Camila Fernández, especialista en Biogeoquímica Marina e investigadora asociada al Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, Copas Sur-Austral e Incar. Lamenta que han hallado fibras en hielos en medio del Ártico o bolsas al descender a la Fosa de Las Marianas, punto más profundo del océano.
Es que ni las corrientes atmosféricas ni las marinas conocen límites, el viento y las energías que mueven las aguas pueden transportar por miles de kilómetros al plástico, por largo tiempo, hasta que se degrade o, peor, la ingiera algún organismo en su forma macro o micro, advierte. Y no faltan las imágenes de tortugas que consumieron una botella ni estudios hallando este material en diminutos organismos.
En efecto, es claro que el plástico interfiere en la cadena trófica al ser consumido por animales, peces, crustáceos o larvas, entre otras especies, alerta Fernández. Lo terrible es que las probabilidades de que ocurra y afecte a grandes poblaciones son altas, pues resalta que “estimaciones dicen que al 2050 habrá más partículas de plástico que plancton en el océano”, organismos capaces de moverse con las corrientes y alimento de otros. La proyección, que podría acelerarse con el actual escenario, plantea que “hay especies con más chances de hallar plástico en el ambiente que cualquier otra cosa”.
Uno de los énfasis de los científicos es tener políticas públicas de gestión de residuos como mascarillas y guantes desechables, principalmente en lo doméstico, donde creen que está el gran problema, porque se hace uso inadecuado y excesivo, a diferencia del ámbito de la atención en salud, que tiene protocolos y del que Placencia y Fernández coinciden que es donde estos elementos son infaltables y vitales.
Juan Placencia apunta a tener sitios de acopio de estos residuos, pues permitiría un manejo más seguro y óptimo para la salud humana y del planeta. Pero, aún más clave es tener conductas responsables y conscientes de que, además, la pandemia y medidas físicas para evitar riesgos una vez controlada seguirán por tiempo indeterminado.
La población general “siempre debemos preferir lo reutilizable, como mascarillas de género o protectores faciales lavables”, afirma Camila Fernández, pues eso junto a las recomendaciones de la autoridad sanitaria es seguro. Aconseja que el empleo de guantes desechables se restrinja a lo estrictamente necesario y al pedir deliveries dar nuevos usos a recipientes que reciban e idealmente solicitar que los pedidos no incluyan lo prescindible, como cubiertos o envoltorios plásticos en vegetales, por ejemplo.
Todo con el gran propósito de no descartar continuamente elementos que, claro está, están lejos de ser inocuos o amigables para la naturaleza que habita y permite el equilibrio en la vida del único hogar que conocemos: la Tierra.
Camila Fernández precisa que un microplástico “es una partícula de cualquier tipo de plástico menor a 5 milímetros”. Existen hechos en ese tamaño (en productos cosméticos o de higiene) o los que se convierten tras la degradación de un macroplástico, como una bolsa o botella. Pueden ser confundidos por alimento por parte de organismos y además de malnutrirse y afectar su desarrollo o viabilidad por el plástico en sí, a este material pueden adherirse a otros contaminantes que también son asimilados. Y podría llegar al humano como consumidor final, con impactos en la salud aún en estudio.