Señora Directora:
Con la llegada de la Navidad, no solo reaparecen las tradicionales decoraciones en tonos rojo, verde, dorado o las luces de colores que iluminan todo a nuestro alrededor. Esta festividad trae consigo el regreso de los clásicos villancicos, que se escuchan en los centros comerciales, en las calles, en los hogares y también en las escuelas.
El origen de los villancicos se remonta a la época medieval, donde las personas de clase humilde, que vivían en las villas (de ahí el nombre), interpretaban canciones para relatar hechos o situaciones de la vida rural. Con el tiempo, la iglesia adoptó estas melodías para transmitir su mensaje evangelizador, incorporando letras alusivas a Jesús y a la Virgen María. Así, la celebración de la Navidad, como una de las mayores festividades religiosas, permitió que estas composiciones musicales se hicieron cada vez más populares, interpretándose no solo por coros, sino también en las familias.
Hoy en día, los villancicos forman parte de la identidad cultural de las sociedades. Sus letras y melodías contagiosas han quedado grabadas en nuestra memoria colectiva, por lo que no es de asombrarse que, en esta época del año, tanto adultos como niños canten o tarareen villancicos de manera espontánea y natural.
Por esta razón, los villancicos son herramientas valiosas para desarrollar en los niños y niñas sus habilidades lingüísticas.
Entre estas habilidades, destaca la adquisición de nuevo vocabulario y el aprendizaje de palabras en contextos significativos, como lo es la celebración de la Navidad. También favorecen el conocimiento de la secuencia narrativa, ya que los villancicos cuentan, de manera simple, hechos relativos al nacimiento de Jesús. Además, potencian el desarrollo fonológico, al permitir que los niños reconozcan los sonidos de su lengua y las rimas. Por último, cantarlos con personas significativas como las familias, añade un componente afectivo, que convierte esta actividad en una experiencia placentera que se almacena en la memoria de recuerdos, formando parte de la biografía que nos construye como seres humanos.
Pamela Cataldo/Udla