Señor Director:
El pasado 6 de noviembre se cumplió un año del incendio en el campamento “Los Pirquenes”, en Coronel, que cobró la vida de 14 personas migrantes, incluyendo 8 niños y niñas. Esta tragedia no solo fue el resultado de las condiciones precarias en las que vivían, sino de una profunda vulneración a su dignidad, la que no solo se evidenció en el hecho mismo, sino en todo el proceso posterior. La espera interminable por la repatriación de los cuerpos y la burocracia que retrasó el cierre de este doloroso capítulo, son una prueba de la falta de respuesta adecuada del Estado frente a las necesidades de las personas migrantes y refugiadas.
La conmoción por esta tragedia fue tan grande que incluso el presidente de la República señaló: “sería bueno preguntarse en nuestros mismos discursos, en nuestras acciones, cómo tratamos a esa gente que falleció, y cómo las propuestas de norma también se hacen cargo de estas realidades”. A un año de distancia, ese dolor parece haber sido desplazado por el olvido. Hoy, miles de personas migrantes siguen viviendo en condiciones similares: sin la posibilidad de regularizarse, sin acceso a una vida mejor, sin que se reconozcan sus derechos.
Como Servicio Jesuita a Migrantes creemos importante recordar y honrar a las víctimas. Pero más que eso, debemos humanizarlas, ponerle rostro y nombre a esas personas que buscaban un futuro mejor, como lo haríamos cualquiera de nosotros.
Carolina Peña Gutiérrez
Coordinadora Oficina Región del Biobío, Servicio Jesuita a Migrantes