Señora Directora:
Según constata un informe de Naciones Unidas, algunos de los principales acuíferos del mundo están sometidos a un creciente estrés e, incluso, el 30% de los mayores sistemas de aguas subterráneas se están agotando. La crisis climática y la acción humana han hecho del agua un recurso cada vez más escaso y valioso, pero, pese a ello su uso sigue aumentando. Es conocido que la extracción de agua para regadío es la primera causa del agotamiento de las aguas subterráneas en el mundo y, según datos de la FAO, la agricultura es responsable del uso del 69% del agua extraída, la que es utilizada para el regadío, el ganado y la acuicultura.
La agricultura es una de las industrias más importantes para la sobrevivencia humana y en el funcionamiento de las economías nacionales, pero algo estamos haciendo mal en la cadena de producción alimentaria: acorde al Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), durante 2022 el mundo desperdició 1.050 millones de toneladas de alimentos (una quinta parte de los alimentos disponibles para los consumidores) a lo que, además, se debe sumar que un 13% de los alimentos producidos se pierden en el período comprendido entre después de la cosecha y la venta al por menor, según estimaciones de la FAO.
Todo esto ocurre en un escenario de escasez hídrica, como ya se mencionaba, pero también en un momento donde la inseguridad alimentaria ha aumentado en el mundo, afectando a millones de familias que no pueden acceder a la comida que necesitan.
Cuando sabemos que una sóla manzana necesita 125 litros de agua para ser producida, el desperdicio de este tipo de alimentos toma un nuevo cariz. En el marco de la celebración del Día Mundial de la Agricultura, creo que es importante preguntarnos cómo las empresas que participamos de la industria alimentaria podemos colaborar para contribuir a la mitigación de este problema y cómo debemos ser capaces de generar innovaciones que permitan valorizar los alimentos, en vez de perderlos y/o desperdiciarlos.
Elena López, cofundadora y COO de Cheaf