Señora Directora:
Desde los años 70 se celebra anualmente el Día Mundial de la Educación Ambiental, definido por la Carta de Belgrado que surgió desde el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Ahí se realza la importancia de la educación para construir conocimientos y compromisos que permitan reconocer, enfrentar y prevenir problemas ambientales.
Más de cincuenta años han pasado y los datos muestran que seguimos aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero. El último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) presenta datos alarmantes, indicando que el ritmo y la escala de las medidas adoptadas hasta el momento son insuficientes para hacer frente al cambio climático de manera efectiva. ¿A qué se debe la insuficiencia de las medidas adoptadas en las últimas cinco décadas?
Este complejo escenario implica un análisis de las causas de fondo que producen los problemas ambientales. Diversas comunidades originarias y tradicionales llevan generaciones reivindicando transformaciones de las cosmovisiones coloniales, es decir, un profundo cuestionamiento sobre qué es ser humano y qué es habitar la Tierra/tierra.
Desde la cultura colonial-patriarcal, habitamos un excepcionalismo humano. Esto significa suponer que ser un humano es identificarse como una especie protagonista que se caracteriza por una incesante hambre de autosuficiencia, acumulación, dominación y domesticación de la naturaleza. Una especie que habita la Tierra/tierra a partir de relaciones miopes, distraídas y negligentes del entramado complejo
y sensible del cual todos los seres somos pertenecientes.
Laís Pinto de Carvalho