Parra y Lemebel ¡un embutido de Ángel y Bestia!

27 de Enero 2018 | Publicado por: Mauro Álvarez

La muerte es la única capaz de levantar un puente donde nadie transite.

El 23 de enero de 2015 muere Pedro Lemebel y el 23 de enero de 2018 Nicanor Parra.

Un puente salva un accidente geográfico y el accidente geográfico entre ambos  es la pobreza rural y la marginalidad urbana.

Pedro Lemebel resuelve su libertad artística no cruzando a ninguna militancia activa como Parra tampoco. La prosa de cronista implacable de Lemebel, le resultaba bandera a muchas causas de injusticia social. Parra por su parte, desata el verso de su esclavitud formalista y libera la ironía y el humor de los salones clichés y los adentra en las bodegas populares del lenguaje, donde Lemebel muchas se emborrachó.

Lo oculto del lenguaje, en ambos, es contrariamente un diálogo con lo cotidiano y marginal de la realidad. La crónica de Lemebel contiene una expresión poética de calibre callejero y los versos de Parra bucean las posibilidades del decir poético en el lenguaje escuchado, mundano y terrenal, esquinero como el de Lemebel, no canónico.

Ambos torean. Ambos no se domestican. Ambos escupen. Ambos resuelven la ecuación material del lenguaje traspasando una frontera y observando el puente social para no cruzarlo.

Nicanor Parra logra derribar los cimientos de la academia y la antipoesía se pasea de manera más universal. Parra logró darle a la lírica una condición especial, única. La dimensión de lo cómico, de la paradoja y el sinsentido corren la cerca de la poesía contemporánea. El influjo y prestigio fue generalizado. Corresponde a un momento y contexto que no se le dio a Lemebel porque nunca lo buscó, en cambio Parra sí.

La resonancia y el resplandor de la Crónica de Pedro Lemebel seducía a la academia y logró penetrar en el blindaje heteropatriarcal de una audiencia popular, excluida, que lo leía como himno o lo escuchaba como bolero transgresor. Por supuesto que Pedro Lemebel fue mucho más que escritor, su escritura está atravesada por su arte visual, donde el soporte era el cuerpo, y sin embargo, Parra lo siguió, sus obras visuales son sus artefactos, cotidianos, pop, son fragmentos usados  como dispositivos.

Conocí a Pedro Lemebel a fines de los ochenta junto a Francisco Casas. Eran las Yeguas del Apocalipsis. Nos hicimos grandes amigos. Recuerdo una noche bohemia en su casa-cité de Bellavista, a mediados de los noventa. Hablábamos de libros y autores. Le pregunté sobre Rivera Leterier y sobre Parra. Guardó silencio. Pedro era varios. Como todos nosotros. Frágil, demonio y amoroso. Luego desfilamos a otros temas. Pasó mucho tiempo para responderme. “Marito, Leterier está bien, pero es otra senda y  Parra es oficialidad y yo marginalidad”.

La dimensión política de su respuesta jerarquiza. Pedro leyó a Parra, pero toda la concepción del arte para él era política activa y comprometida. Respetaba su obra pero era otra “senda”. Para Pedro la poesía pasaba por Néstor Perlongher porque militaba en su territorio y cuerpo social.

Los genios no necesitan explicaciones. Pedro Lemebel y Nicanor Parra sostienen una geografía propia, son la materia prima de un arte literario que cambió los cimientos de este puente donde nadie transitará.

 

Mario Cabrera Delgado

Presidente Directorio Corporación Cultural Teatro Regional del Bío Bío