La iniciativa estará lista en los próximos dos o tres años y antes de cumplida una década deberían estar funcionando allí las primeras empresas que podrían cambiar los paradigmas del Bío Bío.
Recién en el segundo semestre de 2018 se iniciarán las obras de construcción del Parque Científico Tecnológico Pacyt, que promueve el Gobierno Regional en conjunto con la Universidad de Concepción, lo que implica que en 2021 podrán comenzar a instalarse las primeras empresas en el terreno ubicado en los predios La Cantera y El Guindo, contiguos al campus.
Serán 24 hectáreas, de un total de 91, las destinadas al uso de las firmas que estarán asociadas al proyecto que incluye la construcción de un edificio ancla donde se instalará la unidad administrativa y de gestión, además de espacios de coworking, auditorios y otros servicios requeridos por las 40 empresas que, se estima, funcionarán en el lugar.
El resto del terreno estará destinado a la conservación de bosque nativo, también áreas verdes y dos lagunas, además de espacios de circulación abiertos a la comunidad.
Trabajo en verde
Por estos días el Pacyt se encuentra en proceso de licitación para las obras de urbanización y, si bien no existe como espacio físico todavía, cuenta ya con un directorio intregrado por representantes del mundo académico, científico, empresarial y gubernamental y presidido por el rector Universidad de Concepción, Sergio Lavanchy.
Lavanchy adelanta que los 40 lotes a disposición de las empresas debieran estar ocupados en su totalidad en un plazo de diez años una vez instalada la primera firma.
Para el rector UdeC el Pacyt podría reproducir a nivel local un impacto similar al del parque de Bilbao en España, que contribuyó a reconvertir la actividad económica dejando atrás a una deprimida industria acerera y carbonífera. “En 25 o 30 años se produjo el cambio y hoy día es una de las regiones más ricas”, argumenta.
Si bien en su proceso de formación Pacyt habrá creado ya una serie de empleos en construcción, será en su consolidación cuando se produzca el primer gran impacto: la creación de 2 mil empleos de alta calidad.
Estadísticas mundiales muestran además que por cada puesto de trabajo creado dentro de un recinto de estas características surgen 3,5 fuera de él, lo que podría significar 7 mil nuevas plazas de distinto tipo.
Pero sin duda donde estará su mayor efecto será en el desarrollo de investigación que desde el Gobierno central miran con optimismo.
Mario Hamuy, presidente nacional de Conicyt y Premio Nacional de Ciencias apuesta a la creación de polos científicos tecnológicos. Para el astrónomo e impulsor del Ministerio de Ciencia y Tecnología, la aglomeración de la masa crítica en distintos centros favorece al desarrollo de la actividad científica. Por tanto, que se trate de un conglomerado de 40 empresas trabajando en conjunto con las instituciones de educación superior es clave. “Me imagino un Chile con polos de centros de investigación tecnológica y de innovación alrededor de los cuales concurra la academia, el sector público y el sector privado, en que existan las capacidades que permitan dar el salto para ser un país desarrollado”, dijo citando como ejemplo el proyecto regional.
Para el científico, el desafío emprendido por la Región que significó la inversión de $12 mil millones de parte del Gobierno Regional, es la constatación de un paso evolutivo más en el desarrollo científico en Chile, que en una primera etapa se orientó a la creación de herramientas de financiamiento y que para el futuro requiere “centros de investigación de ladrillos, con autonomía y con aportes significativos”.
Según el BID, universidades serán la clave para romper el estancamiento
El último reporte del Banco Interamericano de Desarrollo sobre parques científicos y tecnológicos establece un diagnóstico que puede resultar fatal: que la ausencia de una masa crítica de centros y empresas innovadoras trunca la creación de redes y flujos de difusión del conocimiento, los desbordes y efectos de arrastre y, por consiguiente, la aparición de nuevas empresas innovadoras.
La institución revela en su informe que en el caso latinoamericano los ejemplos de parques que existen han mostrado escasos resultados en lo productivo y que los más exitosos han estado siempre estrechamente vinculados a centros de investigación de alta tecnología.
Es ahí donde está la oportunidad en el caso local, explica el doctor en Química y vicerrector UdeC, Bernabé Rivas. No sólo la casa de estudios está posicionada entre las mejores universidades de Sudamérica, sino que, además, cuenta con un soporte que constituye un importante knowhow para esta iniciativa, como es tener dentro de la institución una incubadora, una oficina de patentamiento y licenciamiento, una unidad de propiedad intelectual, además de centros de alto estándar como el Instituto Milenio de Oceanografía, Centros Fondap de Recursos Hídricos para la Minería y Agricultura, e Incar, Centros Basales UDT y Copas Sur Austral, Centros de Excelencia Corfosobre Minería Sustentable, Ingeniería 2030, Centro de Biotecnología, Centro de Microscopía Avanzada, Centro de Biomedicina y Veterinaria, Centro de Astronomía, entre otros.
El Pacyt será el primer parque en su tipo a nivel nacional, pues si bien existen algunos acercamientos a centros de investigación, se trata del primer de gran envergadura, asociado a una universidad compleja y en alianza con el Gobierno Regional para alcanzar una estrategia de desarrollo.
En este sentido, Mariano Campos, integrante del directorio Pacyt y gerente de Lotería, visualiza esta pequeña tecnópolis potencialmente como un gran salto para la I+D. “Es una oportunidad de transferir conocimiento desde las universidades al mundo productivo; hoy día, salvo excepciones, la investigación y la innovación llegan como máximo al patentamiento, pero en Estados Unidos y Europa la relación entre estos dos sectores es clave. El parque es nuestra oportunidad de integrar a estos dos mundos, que en los países desarrollados están estrechamente relacionados”.
Y esta relación argumenta a su vez un flujo de información en que las instituciones de educación superior colaboran con la actividad económica haciéndose cargo dentro de sus mallas curriculares de manera más cercana de las necesidades que plantea el sector productivo en su evolución.
“Significa no sólo adaptar nuestras estructuras en el pregrado, sino también en el posgrado y la forma en cómo nos relacionamos en el mundo, significa abrirnos más, flexibilizar, de modo de fomentar la cooperación internacional y hacerla más efectiva”, argumenta Rivas.
Y, coinciden todos, se trata de una transformación de suma urgencia en el caso del Bío Bío que ha visto deprimirse sus cifras económicas y agotarse parte de su matriz productiva.
“Nuestra Región – dice el gerente general de Pares&Álvarez, Javier Álvarez- tiene una historia fuertemente relacionada con lo industrial, pero que lamentablemente vemos languidecer ante economías de escala global, baja productividad, altos costos de energía y mano de obra, etc. Entonces, es una necesidad ir mutando hacia una industria de servicios de mayor complejidad y calificación como informática, automatización, diseño, logística, tecnológica aplicada, consultoría, investigación, etc. Este es, creo, el principal objetivo e impacto que debería tener el parque, es decir, ser un catalizador de una nueva industria necesaria en una región rica en capital”.
Áreas de cobertura
No obstante, ¿qué rumbo tomará este centro? ¿Cuáles serán sus áreas de acción? Carlos González, vicerrector de investigación UdeC, explica que las áreas prioritarias son una decisión autónoma del directorio del Pacyt Bío Bío, sin embargo, estima, “se espera que la prioridad esté en concordancia con las líneas estratégicas de desarrollo fijadas por el gobierno regional y el país”.
En cualquier caso, agrega, se busca que las empresas e instituciones que se instalen en el parque cumplan con un perfil: La idea es que acá encuentren su espacio grupos de investigación, desarrollo e innovación, emprendedores, empresas tecnológicas, tanto nacionales como extranjeras, universidades, centros de investigación y desarrollo, unidades de ONG, y organismos internacionales, generando un ecosistema para la innovación.
Para Bernabé Rivas, éstas podrían ser energía, minería, recursos hídricos, materiales, alimentos, biomedicina, biología molecular, física, astronomía, agricultura, matemáticas aplicada. Mientras que para Francisco Miguieles, gerente general de Irade, lo tecnológico será clave. “Viene un desarrollo por el lado de la tecnología bastante importante. En la Región tenemos capital humano que pueda aportar. Me imagino todo el tema de inteligencia artificial, robótica, alimentos y energía son cuatro elementos que debieran estar presentes”.